Capítulo 24:

45 6 0
                                    

Morgan:

El día había pasado bastante rápido, normal, como siempre, no hubo conflictos y ningún vampiro de por medio. Al salir del instituto, mi padre nos esperaba a mi hermano y a mi para ir directamente al veterinario.

Al abrir la puerta del coche vi que mi mascota estaba ahí dentro, me meneo un poco la cola cuando me vio,la cargué y la puse en mis muslos mientras me ponía el cinturón de seguridad.

No tardamos mucho en llegar, según mi padre, llevaría a mi mascota con el mejor veterinario del pueblo. Al llegar a la clínica, la recepcionista nos recibió con una hermosa sonrisa. Su cabello es de color negro con muchos rizos, lo tenia recogido en un pequeño moño, ojos color carmelita claro, nariz pequeña, labios un poco grandes y pintados con un rojo muy notorio.

Nos llevo a mi y a mi padre donde el veterinario nos recibiría, mi hermano se quedó en el auto mirando su móvil.

Cuando entramos a la habitación, habían demasiadas cosas que le servirían para examinar a los perritos.

El veterinario ya nos esperaba. Es un señor de unos cuarenta y tantos años, de piel oscura, calvo y con un bigote.

—Muy buenas señor Walker. Señorita.

—Buenas. —digo. Mi padre le saluda con un apretón de manos.

—¿Cuál es el problema de su mascota?

—Mi hija se la encontró ayer en la calle, queríamos ver si tenía alguna enfermedad o algo parecido.

—Vale. ¿Sabe ya el sexo? —me pregunta.

—La verdad es que no, quería saber si usted me decía. Nunca eh tenido una mascota.

—Vale, venga, siéntale aquí.

Le miró y me dijo.

—Es un hermoso cachorrito. ¿Sabes ya como le vas a poner?

Me pongo a pensar un poco. —Júpiter. Ese será su nombre.

—Buena elección.

Luego de el veterinario hacerle unas cuantas revisiones, nos dijo que Júpiter estaba bien, sin ninguna enfermedad. Que lo único que tenía era bajo peso. Me dio algunos horarios que debía cumplir para sus comidas y las mejores comidas para el.

Salimos de la clínica muy felices ó al menos yo, mi pequeño Júpiter iba en mis manos.

—Papá. —le llamo.

—¿Qué?

—Vamos a comprarle cosas a Júpiter.

—¿Ahora?

—Claro que si, necesita de todo.

—Vale, pero trata de compararlo todo rápido.

—Si trabajamos en equipo estoy segura que terminamos rápido.

—Vale, Morgan.

Nos subimos al coche y salimos directos a una tienda de mascotas. Fue muy fácil comprarlo todo, ya que los tres empezamos a buscar todo lo que Júpiter necesitaba: un collar, algo donde comer, una cama, shampoo para ducharle de vez en cuando y lo más importante: algunas cosas para que cenara esta noche según la lista que me dio el veterinario.

Llegamos a la casa y me había olvidado que pronto Adriel pasaría por mi, en casi una hora, preparé la comida de Júpiter y se la di.

Puse todo lo de él en su lugar y fui hasta mi habitación. Me duché, busqué un vestido en mi armario, me maquillé, me peiné y guardé algunas cosas en una pequeña cartera que siempre llevaba a todos lados.

Justo cuando mire al móvil para ver qué hora era, sonó una bocina fuera de la casa, justo a las 8:00 p.m.

Bajé las escaleras, le dije a mi padre que me iría a cenar fuera y que cuidara de Júpiter.

Una vez afuera vi que el auto de Adriel estaba aparcado en frente de mi casa.

Se bajó del coche y iba extremadamente hermoso. Con unos pantalones negros, camiseta del mismo color y unas botas militares.

—Vas muy hermosa.

Me acerco a él, le sonrió. Me pone una mano en la cintura y me acerca para darme un beso en la boca, el cual le correspondí.

Cuando nos separamos le dije.

—Hey, despacio¿si?

—Vale.

Va hacia la puerta copiloto y me la abre. Me subo y pongo mi cinturón de seguridad. Él hace lo mismo.

—¿A donde vamos?

—Espera y verás.

No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que llegamos justo en una colina.

—Ven, vamos.

Le quitó las llaves al auto, le puso el seguro y fuimos colina arriba, por aquí se podían escuchar las olas del mar, así que estaba segura de que estaba cerca de la playa.

Pasamos por varias piedras, hasta que por fin llegamos a la punta de la colina, cuando vi la hermosa vista que tenía en frente no me lo podía creer.

Veía desde muy alto el mar y eso me encantaba. Miré hacia el suelo y había un mantel con miles de cosas de comer, desde frutas a otras comidas.

Me giro hacia él y le doy un abrazo, el cual me corresponde casi al instante.

—Me a gustado demasiado, gracias.

—Pues venga, vamos a comer nos todo esto.

Empezamos a comer mientras hablábamos de cualquier cosa. Pero aún con los gusto que me sentía estando con el, aún no me quitaba el miedo de que fuese un vampiro.

—Adriel.

—¿Si?—me mira mientras coge una fresa y se mete a la boca.

—¿Con cuantas chicas haz estado?

—¿Ah que viene eso?

—Pues solo curiosidad.

—No lo sé, perdí la cuenta. ¿Y tú?

—Con dos. —aseguro dandole el número exacto de los chicos con los que había estado.

No era virgen, y como dije en un principio antes era demasiado rebelde y hacía cosas que no debía hacer y en ese tiempo fue cuando conocí a esos dos chicos.

—Oh, vale.

—¿Sabes? Ahora después de decirte esto, caigo en cuenta de que eres un vampiro con 159 años de edad y siendo demasiado guapo. Así que creo que fue un poco absurdo preguntarte con cuantas chicas haz estado e incluso sumas a tu lista a Carlota.

—Acabas de decirme que soy guapo, ya eso es un avance. ¿Quien te a contado sobre lo de Carlota?

—Ella misma.

—Solo fue un desliz. Esa noche no sabía ni lo que hacía y terminé acostándome con la ex de mi hermano.

—¿Qué? ¿La ex de tu hermano? ¿Andes es el chico que le rompió el corazón yéndose con otra chica?

—Ya veo que te contó la historia, pero no te dijo quién era el chico. Si, Andes y ella se conocían desde que ella tenía 16 años creo, se enamoró de él, tuvieron una relación y él la mordió.

—¿La mordió? ¿Quieres decir que Carlota es un vampiro?

—Pequeño detalle que no tenía que haber contado.

—Joder, que lleva mintiéndome todo el tiempo.

—No te ah mentido, solo te lo ah ocultado. Y se acostó conmigo solo por despecho. El la mordió porque ella descubrió su secreto y quería que también se lo hiciera a ella y él sin pensarlo lo hizo.

—Yo no quiero ser un vampiro, vivir una eternidad no tiene ningún sentido.

—Vivir una vida corta y de mierda tampoco lo tiene.

La Corte Suprema [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora