Capítulo 34:

52 6 0
                                    

Morgan:  

Estábamos en la casa del bosque, estaba amarrada a una silla, mientras veía a mi madre frente a mi. Sentía como afuera estaban peleando, pero nadie había podido entrar a salvarme de esta mujer.

—Hay, pequeña Morgan, siempre tan orgullosa y terca. Si hubieras hecho lo que te pedí, ten por seguro que ninguna de esas personas estarían muriendo, mi pequeña.

—Ya no soy tu pequeña, Odette.

—Claro que no. Ya no eres esa pequeña niña indefensa eh inocente de antes. No quería que Manuel terminara siendo un vampiro, a él todavía no le había llegado la hora, pero ya es un trabajo menos que hacer. Tienen muy poco tiempo para decidir, Morgan, ó te convierto con tu permiso ó te convierto a la fuerza. No puedes hacer nada, no tienes ni a tu noviectio, ni a tu hermano, ni a nadie que te defienda. En estos momentos solo somos tú y yo.

—Jamás me convertiré en un vampiro, Odette.

—Pues siento decirte que si lo serás, Morgan. 

—¿Por qué coño quieres que sea tanto un vampiro? ¿Qué ganas?

—Gano que seas mi súbdita para toda la vida, pequeña Morgan. Eres mi hija, pero estarás haciendo lo que diga por siempre, ¿Sabes que cuando tenías quince años un hombre me ofreció demasiado dinero por pasar una noche contigo? No acepté, eras tan solo una niña, rebelde, pero lo eras. ¿Y sabes qué? Ahí me di cuenta del poder que tenías en los hombres, los podrías tener todos si quisieras, pequeña Morgan. Cuando llegas a un lugar, todos se quedan mirándote, eres hermosa y convirtiéndote harás muchas cosas para mi.

—Podría hacerlo sin convertirme. —digo en última opción.

—Eso no es una opción, Morgan. Te necesito siendo un vampiro, querida. Así tendrás todo lo que necesito. Pero si no lo haces por las buenas, tendremos que pasar a por las malas.

Cogió una daga que había en una pequeña mesa cerca de donde estaba, levantó su mano y se cortó en la palma de esta. Iba acercándose a mi, cuando oímos como la puerta era derribada. Muchos vampiros nuestros entraron, pero no tardaron mucho tiempo en entrar los de ella. Vi como Andes me tiró algo a su cabeza, la dejó un poco aturdida al principio, pero eso no hizo que no dejara de avanzar, sacó sus colmillos y sus ojos se pusieron rojos.

Casi llega a mi, hasta que oímos un grito a lo lejos, levantó rápidamente la cabeza y salió disparada hacia donde oyó el grito, no sabía de quien había sido, pero era de alguien importante cuando salió corriendo hacia el lugar. Adriel no tardó en llegar y me desató, me dio una estaca y me dijo que no dudara en utilizarla contra cualquiera que se me acercara.

Le dijo a Andes que me llevara de aquí que él se quedaría peleando con los otros. Andes me sacó por la puerta trasera y no habíamos caminado mucho cuando siento que algo golpea la cabeza de Andes y hace que caiga al suelo inconsciente. Miré y era mi madre, maldita sea, no se rendía. Salí corriendo, pero no demoró mucho en que me tomara del cabello, me tirara hacia el piso, haciendo que la estaca cayera un poco lejos de mi, se subió encima de mi y cuando vi que acerca su mano cortada a mi boca, tomé la estaca y no dudé un segundo en clavarla en medio de su corazón.

Vi como se quedaba quieta, intentó sacarla, pero no lo logró, cayó muerta en el suelo antes de que pudiera tocarla. Me arrastré un poco, hasta que me pude sentar en el suelo. Mis lágrimas no tardaron en salir, había matado a mi madre, lo había hecho en defensa propia, pero no era justo, no la quería matar.

Lloré demasiado, no sabía cuánto tiempo lo había hecho, hasta que sentí la presencia de alguien. Me fijo y era Adriel. Me levanto y me tiro a sus brazos a llorar.

—No pasa nada, princesa, hiciste lo correcto. —me susurra.

—Era mi madre. —digo entre lágrimas.

—No, princesa, ya esa no era tu madre, no después de todo lo que te hizo a ti y a tu familia, pero ya todo acabó, por fin todo pasó.

****

Casi había pasado un mes desde lo ocurrido, todo se había tranquilizado y ya no habían más vampiros por todos lados, Adriel no me había dejado sola en ningún momento.

Los primeros días sentía que mi mundo se iba a caer, ya que había asesinado a alguien, y ese alguien era mi propia madre, pero Adriel me hizo entender mucho mejor las cosas.

Adam había desaparecido junto con todo lo relacionado a él, el cuerpo de mi madre había desaparecido, lo que pensamos que Adam lo había llevado a algún lado.

Me habían aceptado en la universidad de Boston, y justo hoy era mi vuelo, solo faltaba un mes para comenzar las clases. Mi padre se quedaba junto con mi hermano, me obligó a prometerle de que volvería a el pueblo, que los visitaría de vez en cuando. Adriel se iba a quedar, tenía cosas pendientes aún por hacer en el pueblo.

No sabíamos como iba a terminar nuestra relación, pero él quería intentarlo, nos llamaríamos todos los días, hasta que él pudiera ir a donde yo estaría.

Mi padre me había buscado un piso cerca del campus, no quería que viviera en las habitaciones de la escuela, él quería que por fin tuviera mi propio piso, me había comprado otro auto y por fin podría emprender mi vida como universitaria. Me iba un mes antes ya que quería acostumbrarme a todo, empezaría algo nuevo y quería que todo fuera de maravilla, quería dejar atrás este pueblo junto con todos los malos ratos que viví en el. Me había decidido a estudiar arquitectura, me gustaba demasiado y eso era lo que elegí.

Estábamos ya en el aeropuerto cuando sentí que a mi vuelo ya lo estaban llamando. Me levanto del asiento y froto mis manos en mi pantalón, estaba un poco nerviosa y odiaba las despedidas.

El primero fue Manuel, le di un fuerte abrazo y le dije que pronto el también empezaría su vida universitaria. Después vino mi padre y le dije que fuera demasiado feliz con su nueva chica, si, ya tenía nueva chica, y era Carmen, la enfermera que me ayudó en el hospital. Después vino Carlota, mi pequeña amiga, me aseguró que esa no sería nuestra despedida definitiva, que volveríamos a vernos y que me quería demasiado, que en poco tiempo me había vuelto una persona importante en su vida.

Y por último llegó él, mi amado. Adriel y yo hemos pasado por tantas cosas, que aveces me sentía con la necesidad de terminarlo todo, pero no era lo justo y lo que mi corazón verdaderamente quería. Lo amaba demasiado y sabía que la distancia que estábamos poniendo entre nosotros pronto se acabaría, seríamos felices, claro que si.

—Te amo mucho, idiota.

—Yo te amo más, princesa.— y me dio un beso en los labios, nuestro último beso durante un tiempo.

No existían los finales felices, claro que no, pero si existían las buenas historias, y estoy segura que la nuestra era una de esas.

La Corte Suprema [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora