Capítulo 30:

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Morgan:

—Lucía, eso ah pasado.

No se por que había sentido un alivio al escuchar ese nombre. No quería escuchar para nada el de mi madre, no sabría cómo explicarle, ni cómo hacer para actuar de que no sabía nada.

—¿Qué ah hecho?

—Me ah engañado con otro hombre, y en mi propia casa, la eh echado, no allá quería aquí después de lo que me hizo.

—¿Por qué estabas con ella, papá? Era la hermana de mi madre.

—Cuando tu madre murió, me sentí demasiado solo, sabía toda la mierda que le había hecho antes, pero la quería y me arrepentí tanto de todo lo que le había echo. Tú madre quería a su hermana, demasiado, pero creo que ese no era el caso de Lucía, sentía envidia por todo lo que tú madre tenía y ella no pudo tener. Al morir tú madre, me cegué demasiado con ella, así que no se como lo hizo, pero empecé a quererla, sin saber que lo único que quería era mi dinero. Me iba a casar con ella, y muy en el fondo, me alegro de lo que haya hecho, no cometí el error de estar con alguien que solo era una interesada, pero aún así no puedo negar que me dolió lo que hizo.

—Todo es mental, papá, el corazón solo bombea sangre. Pronto verás como dejará de doler y podrás ser feliz, solo ó con cualquier mujer. Sé que para la próxima sabrás elegir bien, estoy segura. Mamá lo querría así.

Ya no sentía el odio de antes por mi padre, al contrario, le entendía y sabía porque había hecho todo lo que hizo. No le justificaba, pero tampoco defendía a mi madre, hizo y ah echo cosas de las que jamás me sentiré orgullosa.

Engañó a mi padre mucho antes de morir, ni siquiera murió, solo fingió su muerte, casi mata a su propio hijo. Ella no es mi madre, mi madre murió aquel día y no habrá vuelta atrás. Gracias a Adriel no me tuve que convertir en un vampiro, puso su vida en riesgo por mi y se lo agradeceré siempre.

—Gracias por todo, pequeña diablita. —sonrió al recordar como me decía de pequeña.

—Siempre estaré para ti, papá.

Subí a la habitación y me aseguré de que Manuel llegara bien a la suya.

***

Habían pasado dos semanas, todo estaba tranquilo y empezaba a asustarme demasiado, mi madre no había aparecido ni tampoco Adam.

Manuel había pasado por varios cambios de humor, tales como lo había dicho Andes, pero todo pudo pasarlo. Andes le ayudaba y decía todo lo que tenía que hacer, le agradecía mucho lo que estaba haciendo.

Tuve esa conversación pendiente con Adriel y no pudo ir mejor. Habíamos pensado en intentarlo nuevamente, pero poco a poco, y esta vez, sin mentiras de por medio.

Aún no se podía considerar de que estábamos tan igual que antes, pero estábamos intentando salir de esta. Nos queríamos, ó al menos eso pensaba, y según me dijo mi padre, cuando hay amor de por medio, todo se puede arreglar, que luchara por ese chico que quería, porque luego podría ser demasiado tarde.

Carlota me contó todo, sobre Andes y sobre ella, el fue el que la convirtió y que no eran amigos de la infancia, solo me lo había dicho para que creyera un poco más. Me explicó también que muchas personas en el pueblo también eran vampiros, que las muertes y desapariciones de chicas y chicos no eran por arte de magia. Eran los vampiros, muchos se estaban descontrolando, pero los más antiguos intentaban controlarlos, si no, lo más rápido sería la muerte.

Era su vida ó las de ellos, el mundo tenía que seguir viviendo en la ignorancia, sin saber que existían vampiros. La policía está creyendo que es un asesino en serie, pero aún no han podido halarlo, hacen todo lo posible por avisar a la población de lo que está ocurriendo, muchos hacen caso y otros simplemente no lo hacen.

Había llegado la hora del almuerzo y estaba muy emocionada, aunque también un poco nerviosa, quería que llegara la hora de salida, así podría ir a mi cita con Adriel.

Habíamos quedado de vernos hoy a las 8:00p.m.

Cuando llegué al comedor junto con Carlota, recogimos nuestras cosas y salimos disparadas hacia la mesa donde estaban los chicos, nos sentamos y vimos como Melinda le comía la boca a un chico que no había visto en nuestra mesa nunca.

Miré a Carlota buscando respuestas, pero esta solo se encogió de hombres, vale, no sabía quien era.

—Pero bueno, por fin llegan. Pensé que no vendrían a almorzar hoy. —nos dice Marcus.

Melinda se separa un poco del chico con el que estaba besándose y pude verle la cara al chico. Lo miré bien y me di cuenta de que no era la primera vez que lo veía, era el capitán del equipo de fútbol, un rubio bastante guapo y con un cuerpo atlético muy bonito. Me alegra de que al menos Melinda haya dejado la obsesión que tenía con Marcus. Era demasiado enfermiza.

El chico nos hace una seña con la mano en modo de saludo antes de que Melinda le vuelva a coger la cara y ponerse a besarlo nuevamente.

—Digamos que la hora del almuerzo es nuestra única hora libre, Marcus, así que por nada del mundo nos la perderíamos. Solo que nos quedamos hablando un rato hablando con unas chicas, que son amigas de Carlota. —explico.

—Oh, vale. ¿Cuando me presentarás a una de ellas, Carlota?

—Pues nunca, Marcus. Esas chicas ya tienen bastante con sus novios para tener uno más.

—Ósea, ¿Qué tienen más de un novio?

—No, Marcus. Lo que quiere decir Carlota es que esas chicas ya tienen suficiente con su novio, ósea, que están felices con ellos y que no quieren otro novio ó amante más. —habla Sophia, gira los ojos y hace una expresión aburrida.

—Vale, es bueno saberlo. Pero a lo mejor yo les gusto más que su novio.

—Ten por seguro que ese no será tu caso, Marcus.

La hora del almuerzo pasa como siempre. Vamos a nuestras clases y cuando por fin podemos salir, salgo corriendo hasta el aparcamiento y me subo en mi coche, tengo tantas ganas de prepararme para esta noche, ya quería saber lo que Adriel tenía para mi.

Girando el coche hacia la calle, siento como la sirena del carro de policía, no le tomo importancia, pero cuando veo a mi derecha, veo que un carro venía a toda velocidad hasta mi dirección, intentó frenar pero eso no hizo que su coche impactara contra el mío.

De un momento a otro sentí como todo se volvía negro.

La Corte Suprema [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora