Capítulo 32:

35 6 0
                                    

Morgan:

Sentía como mis ojos pesaban demasiado, no podía abrirlos, era como si algo me lo impidiera, mi cuerpo no reaccionaba a ninguno de mis mandos. Solo podía escuchar voces a lo lejos.

—Voy a convertirla, lleva casi un mes en coma. Podría hasta morir.

No podía identificar la voz, de oía muy lejana, pero aún así oía lo que decían.

—Odiaría que lo hicieran, sé que no lo quiere, la conozco, se que tienes miedo ah perderla, pero yo también lo tengo, y demasiado, pero no podemos permitir que nos odie toda la vida. Así que eso lo dejaremos para última opción.

—Joder, ya no aguanto mas esta tortura, quiero que despierte de una vez.

—Y lo hará, ten por seguro.

Quería abrir mis ojos, quería moverme, pero algo hacía que no pudiera moverme.

No pasé mucho tiempo cuando sentí que de nuevo, la oscuridad me llevaba.

****

Desconocía el tiempo que había estado nuevamente dormida, sentía un peso en mis piernas y algo agarrando mi mano. Respiré lo más fuerte que pude e intenté mover mi mano, al principio se negó a moverse, era como si todos mis músculos eh incluso mis ojos, estuvieran pegados ah algo y eso evitaba que me moviera. Intente demasiado, hasta que sentí como uno de mis dedos de la mano derecha se movía, la cual estaba siendo agarrada por algo.

Como si al mover esa pequeña parte de mi cuerpo hubiera cogido un poco de movilidad, intenté nuevamente abrir mis ojos y empezaron a abrirse poco a poco. Una ráfaga de luz llegó a ellos, tuve que parpadear un par de veces más para poderme acostumbrar a la luz, había pasado demasiado tiempo con la oscuridad que ya extrañaba la luz.

Moví suavemente mi cabeza y vi que estaba en una sala blanca, con muchos equipos conectados a mi cuerpo, mire hacia abajo y sentí una alegría incomparable cuando vi de quien era la cabeza que estaba apoyada en mis pies o la mano que sujetaba a la mía.

Con mi mano izquierda, quite la careta del oxígeno que estaba en mi nariz y boca. Me constó un poco de trabajo quitarla.

Sin ella, al principio respiré con un poco de dificultad, pero luego me acostumbré.

—Adriel. —susurré, mi voz se escuchaba ronca, como si hacía años que no la usaba. Cuando oyó mi voz, levantó la cabeza demasiado rápido.

Miraba sus ojos, se llenaron de lágrimas cuando vio que estaba despierta.

—Morgan. —susurró. Llegó hasta donde estaba mi cara y empezó a llenarla de besos. —No sabes lo mucho que te eh extrañado.

De un momento a otro salió afuera y llamó a mi padre junto con la enfermera. Mi padre y Manuel entraron casi que enseguida, casi lloro de felicidad cuando vi a mi padre y más cuando vi a mi hermano. Los quería tanto que tenía miedo de no volverlos a ver.

Mi hermano me abrazó casi que enseguida, gemí en forma de dolor, tenía partes de mi cuerpo que me dolían mucho.

—Hola. —me saluda una mujer de unos cuarenta años ó cerca, cabello negro, ojos café, nariz un poco puntiaguda, y unos labios carnosos. —Soy tu enfermera, la que lleva todo este tiempo suministrando tu medicamento y todo lo que necesitas. ¿Sabes cuánto tiempo llevas dormida?

—No. —niego.

—Llevas un mes y una semana, Morgan. ¿Puedes moverte?

—Algunas partes de mi cuerpo no reaccionan muy bien.

—Vale, muy bien. Estarás en observación durante unos días, veremos como evolucionas ahora que estás despierta, y si los músculos que ahora no reaccionan, siguen sin reaccionar durante estos días, entrarás en el gimnasio terapéutico hasta que tus músculos vuelvan a funcionar como antes.

—Está bien.

—¿Necesitas descansar un poco?

—Creo que llevo demasiado tiempo dormida, así que lo menos que necesito es descansar, enfermera...—miro su placa. —Cárter.

—Prefiero que me llamen por mi nombre, Morgan.

—Está bien, Carmen.

Ella se fue y les dijo a Manuel, mi padre y a Adriel que pronto tendrían que salir de la habitación, que el horario de visitas se estaba por acabar.

Mi padre no dejó de preguntarme como estaba, que como había pasado lo del accidente y muchas más cosas. Mi hermano no dejaba de decir lo mucho que me quería y cuando se fue mi padre dijo que estaba casi a punto de convertirme pero que Adriel no se lo permitió, este no había hablado una palabra, solo observaba y oía lo que me decía mi padre y hermano.

—Creo que no tengo más nada que decirte, Morgui. Les dejo solos, creo que tienen que hablar muchas cosas.

—Está bien, Manuel.

Le di un beso de despedida, y cuando salió, vi como a Adriel se le relajaron los músculos.

—¿Estás bien?—pregunto.

—Creo que eso debería preguntártelo yo a ti, Morgan.

—Creo que muchas personas ya me lo han preguntado hoy, Adriel. Así que tranquilo. ¿Te pasa algo?

—Pues si, claro que me pasa algo, joder, sentí demasiado miedo de perderte. Sabes que te quiero demasiado y no es justo que me dieras estos sustos. —se acerca a mi y me da un beso en los labios. Joder, ya quería volverlos a sentir.

—No quería que esto pasara, tonto. —le digo cuando nos separamos.

—Tengo mucho que contarte, Morgan.

—Empieza ya.

—Manuel, Carlota y yo hicimos casi que un ejército de vampiros.

—¿Convirtieron a personas?—pregunto incrédula.

—No, claro que no. Con lo que digo es que reunimos a muchos vampiros. Si tú madre y mi hermano quieren pelea, la tendrán, no voy a permitir que te pase nada, ni a ti, ni a tu familia.

—Adriel, esto puede ser demasiado peligroso.

—Peligroso es lo que ah hecho tú madre con tal de que te vuelvas uno de ellos, no quieres eso y yo tampoco lo quiero. Así que si tú madre busca que peleemos, lo haremos.

—Tengo miedo de que te pase algo a ti o Manuel.

—No nos va a pasar nada, Morgan. Concéntrate en volver a funcionar como antes, gradúate y vete lo más lejos posible de aquí, ¿vale?

—Vale, Adriel.

La Corte Suprema [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora