Capítulo 40

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KAEZE

Todavía pensaba que era demasiado arriesgado, pero no dijo nada. Esta vez no iba a dejar que Denzel resultara herido por causa de Ephemeral, y si podía protegerlo, lo haría.

La tormenta no esperó que estuvieran dentro de la casona para comenzar a llorar. Hacía tiempo que una lluvia así no lo sorprendía, y claro, estaban en Chisana durante plena primavera.

—Por aquí —dijo Denzel.

Kaeze iba a cruzar la calle, pero esta estaba como desvanecida entre toda el agua y Denzel lo condujo por otro camino para no ser atrapados por el manto acuoso del cielo. Corrieron hasta llegar al techo de una pagoda que pintaba hileras de agua hacia el suelo en sus vértices. Se ubicaron bajo ella a recuperar el aliento.

Un camión apareció al final de la calle barriendo toda el agua acumulada ahí como una tinaja que es meneada de un lado a otro. Denzel estaba en la orilla mirando en dirección contraria y antes de que el vehículo pasara a su lado y lo sumergiera en las sucias aguas del piso, lo jaló de su ropa y lo atrajo hacia sí. El camión pasó de largo y empujó el agua al igual que olas de mar, esta llegó hasta alcanzarles los pies, pero no los mojó.

Kaeze respiraba agitado, recuperándose de todo lo que habían corrido y sujetaba a Denzel de su abrigo. Todavía no lo había soltado y lo tenía pegado a su cuerpo, mirándolo sin decir una palabra. A causa de la agitación, ambos respiraban con la boca abierta. Kaeze absorbió su aliento como hechizado, queriendo que sus labios se encontrasen con los del xegiyu una vez más. Pero sabía que, de todos los momentos, ese no sería el adecuado. Se alejó un poco y aguantando el frío, volvió a su posición esperando a que Denzel diera la señal de continuar y cruzar.

El trayecto no se veía complejo, la casona era visible a toda costa, era tan ostentosa que parecía un templo. Según Denzel había estado abandonada muchos años y Miura logró comprarla por un precio razonable. Aquella casa se veía como la fachada de una obra de óleos opacos y descoloridos, sumergida en el velo de oscuridad de toda una vida y el abandono que enmascaraba su aura espeluznante y misteriosa. Por un momento deseó volver al amparo debajo del techo de esa pagoda y derretir esos deseos carnales para olvidarse de esa inquietante sensación que le producían esas paredes negras.

Kaeze estrujó su abrigo y caminó tras Denzel antes de entrar al jardín. Afuera tenía cercas de madera roja y faroles sin luz, algunos tenían aceite, pero no parecían estar en buen estado. Las diversas herramientas que había esparcidas por el pasto y otras que había más allá amontonadas en una caja enorme de madera indicaban que la casa había estado siendo reparada y restaurada. Todavía había mucha maleza, estaba larga y mojada a causa de la lluvia, en ella se acumulaban las gotas igual que perlas.

A su derecha, una estatua perteneciente a una fuente llena de moho y un tanto deteriorada.

—Miura recogió esta estatua. Había sido abandonada en el desfiladero cerca de aquí. —Comentó Denzel cuando al parecer se percató de que estaba mirándola.

Su voz apenas fue audible debido al gruñido de la lluvia y el cantar de las cigarras.

A su alrededor había también algunas plantas, estaban bien cuidadas. No podía imaginar a un hombre como Miura cultivando flores, tal vez porque ante sus ojos era poco refinado o porque su carácter no combinaba con tales actos. Sin embargo, decidió no pensar en eso, ya que tenía claro que no debía juzgar a las personas por las máscaras que portaran en público, debajo de esta había mucho más por conocer.

Una escalera baja les daba la bienvenida, esta rodeaba toda la fachada y era oscura con baldosas de mármol desgastado, en cada arista era visible un brote de maleza y el descuido de tal vez décadas.

Jidang de las máscaras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora