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Especial: Un joven Yoarashi Hiroto

Siempre pensé que si me esforzaba lo sufriente podría mejorar, evolucionar, ¿acaso no es esa la maravilla del ser humano? La capacidad de cambiar constantemente, avanzar.

La vida no fue del todo fácil, si bien, tenía una familia con buena posición social y un hermano con quien compartir la vida, no todo fue color de rosas, empezando por mi quirk. El poder que había heredado era una mutación, no se trataba de controlar el aire a mi alrededor, se trataba de producirlo por mi mismo, aunque, por supuesto, no era fácil, después de todo, la potencia de mi poder no era apto para mí cuerpo joven. Era una bomba de tiempo. 

El heroísmo me llamó la atención desde que tengo uso de razón. Ayudar a otros me parecía una acción noble, no podría colocarlo en palabras, simplemente, sentía que era lo que quería ser, que era mi lugar en el mundo. Quería ayudar a otros, quería ser un héroe.

Entrené en privado, alejado de los ojos de mis padres. Cada vez que lo hacía, terminaba herido de una u otra manera, más de una vez tuve que fingir en la escuela que aquel dolor insoportable no estaba ahí cuando tenía que usar mis manos para escribir o mis pies para correr. No quería que nadie sospechara que estaba entrenando, sabía que no me apoyarían, siempre me dijeron que mi sueño era una tontería, que no nací con la disposición para lograrlo, y que no tenía sentido hacerme daño, que solo debía vivir una vida normal como los demás, y dejarles el trabajo duro a los bendecidos. Siempre decían eso. Pero no me rendí.

Llegada la adolescencia pude entrar a la U.A a base de esfuerzos, pero seguía causando problemas. Si no me lastimaba a mi, lastimaba a otros.

—¡Si ni siquiera puedes contar tu quirk entonces solo lárgate de aquí! ¡Eres una molestia, Yoarashi!

Y me dolía, porque tenía razón.

Fingía que no me molestaba, trataba de entenderlos, tenían miedo, era un peligro entrenar conmigo, cualquiera se asustaría. Dejé de esperar poder hacer amigos o siquiera agradarle a los demás, y comencé a cuestionarme seriamente si acaso había tomado la decisión correcta.

Luego del festival deportivo comenzaron los reclutamientos. Logicamente, nadie me tomó como su pasante. Todo el país me vió, vió mi incompetencia, vió el daño que me hacía al usar mi quirk. Nadie quería una carga para su agencia.

—Bueno, será para la próxima —me autoconvencía a mi mismo, sonreía como si todo estuviera bien, pero, nada estaba bien—. ¡Por supuesto que nadie me quiere! Solo soy una carga, ¡Ni siquiera puedo controlar mi quirk cuando pierdo los estribos! —en la soledad del gimnacio escolar comencé a llorar.
Lloraba porque el destino fue injusto, dándome un poder que mi cuerpo no podía manejar. Lloraba porque aunque intentara agradarle a los demás, nunca conseguía nada. Lloraba porque nadie me apoyaba, y tan solo necesitaba a una, al menos una sola persona, que me mirara y dijera que mis sueños no eran una tontería, que alguien me dijera que podía quedarme, que estaba bien que yo estuviera ahí.

—¿Eso es todo lo que vas a hacer? ¿Lloriquear? —una voz varonil me reprochó aquel acto de desahogo. Al levantar la mirada...

—Gran Torino-sensei —Sentí una gran vergüenza al verle. Ni siquiera era mi profesor.

Me pasé el dorso de la mano por los ojos intentando borrar la evidencia de mi dolor.

—Deja de lloriquear sin sentido —una punzada de dolor atravesó mi pecho. No pude evitar apretar los puños.

—No es sin sentido, además, no molesto a nadie estando aquí a solas —estaba demasiado cargado emocionalmente como para dejar pasa aquello.

—A mí me parece un sin sentido, ¿para qué vienes aquí? ¿Solo para llorar? ¿Y así te haces llamar héroe? —aquel hombre se cruzó de brazos, y a través de su máscara pude sentir una mirada despectiva de su parte.