HUNTERS ~ vol.2 | COMPLETA

38. Las marcas de las derrotas - Nevi

Nevi - Pennsburg, PA
Casa de Bob, Ene 08:50pm

—¿Segura que eso fue todo? —le pregunto a la chiquilla, en lo que presiono una vez más el botón de llamar bajo el nombre de contacto de Byron.

Cassie luce abstraída y temblorosa. Se pasea a mi alrededor enrollando una esquina de su sudadera, con la vista puesta en sus pies llevándola de un lado al otro en un paseo inquieto.

—¡Segura! Recibió la llamada mientras practicábamos, después solo salió corriendo y dijo algo de que Bob estaba en el hospital —farfulla, exasperada—. Después él y esa chica se fueron en el auto. Ni siquiera se llevó a Keeper. —El perro permanece junto a la reja abierta de la parcela, mirando perdido al horizonte, sin moverse, en espera de su amo—. Ni siquiera me escuchó cuando le dije que quería ir con él.

Guardo silencio y suspiro discretamente. Es lo más normal...

Hasta donde sé, Bob es lo más parecido a una familia que Byron tenía desde que se separó de Chris y antes de encontrar a Cassie. Su única ancla a tierra en una deriva tempestuosa en la que navegó solo por lo que debieron ser años... Y ahora esto.

—No contesta —digo a Cassie y ceso de insistir.

Esta hace el intento de arrancarme el móvil de la mano y lo pongo en alto, sobre su cabeza:

—Hey.

—¡Déjame intentar yo!

—He intentado tres veces; si no contesta, será que no puede. Devolverá el llamado cuando le sea posible.

—¡A lo mejor me contesta a mí! —protesta ella, dando saltos para alcanzar el móvil. Al final se lo doy y ella vuelve a marcar con dedos nerviosos.

—Claro; porque tiene telepatía y sabrá que eres tú.

—Cállate, está sonando —me espeta la niña y se pone el móvil contra la oreja tan duro que marca pliegues en su mejilla. Pasan los segundos, sin resultado—. ¡No lo coge!

Al momento en que me lo devuelve, percibo en la superficie del móvil una ligera película húmeda de sus manos transpiradas de nervios. El nombre de Byron se congela un momento en la pantalla antes de devolverme a la pestaña de contactos telefónicos.

Me guardo el móvil en el bolsillo trasero y alcanzo la cajetilla de cigarros del otro bolsillo en el mismo viaje.

—Nada. Devolverá el llamado cuando pueda.

Enciendo un cigarro y empiezo a dar caladas al mismo ritmo en que la chiquilla se pasea inquieta.

—No lo entiendo... ¿Qué pudo pasarle a Bob? —cuestiona la niña.

—Manejo la misma información que tú, Catia. —Me percato de la rudeza de mi tono enseguida, y cuando Cassie vira sobre su hombro para encasquetarme una mirada de reproche, suavizo la mía y exhalo el humo del cigarro lejos de ella—. El tío Bob ya es un hombre mayor, linda. Y además le falta una pierna; quizá se cayó por alguna escalera, o... Qué sé yo.

—Debió ser algo grave para que Byron saliera corriendo de ese modo.

La chiquilla cesa su paseo y se apoya con un resoplido contra la pared del pórtico de la casa, a la sombra del cual me reuní con ella después de que el Maserati de Sophie saliera rechinando las llantas y levantando una nube de polvo. Si hubiese llegado de mi jogging en ese preciso momento y no segundos después, solo para ver el lujoso coche desaparecer en el cielo todavía acerado de la mañana, me hubiese pasado por encima.