Narra William:
William: ¿Fleurr? -pregunté preocupado-
-Nadie contestó. Miré hacia todos lados.
¿Qué le habría sucedido a ella?
El grito parecía proceder de delante. Tomé aire, y me interne corriendo en la niebla encantada.
El mundo se puso boca abajo. Estaba colgado del suelo, con el pelo levantado a punto de caerme al cielo sin fondo. Era como si tuviera los pies pegados con cola al césped, que se había convertido en techo.
Abajo de mi, se extendía el infinito cielo oscuro y estrellado-
William: Piensa. -me dije a mi mismo, mientras la sangre bajaba a mi cabeza- Piensa...
-Pero desgraciadamente no podía recordar ningún encantamiento en estos momentos. Sabía que existían algunos para combatir una repentina inversión del cielo y la tierra, pero mi sangre no me dejaba pensar con claridad.
¿Me atrevería a desplazar un pie?
Oí la sangre latiendo en mis oídos. Tenía dos opciones; intentar moverme, o lanzar chispas rojas para ser rescatado y descalificado.
Cerré los ojos, para no ver el espacio infinito que tenía debajo, y levanté el pie derecho con todas mis fuerzas, separándolo del techo de césped.
De inmediato, el mundo volvió a colocarse. Caí de rodillas a un suelo maravillosamente sólido. La impresión me había dejado momentáneamente sin fuerzas.
Volví a tomar aliento, me levanté y corrí; giré mi vista mientras me alejaba de la niebla dorada, que, a la luz de la luna, centelleaba con inocencia.
Me detuve en un cruce y miré buscando algún rastro de Fleur. Estaba seguro de que había sido ella la que había gritado.
¿Qué era lo que había encontrado? ¿Estaría bien?
No había rastro de chispas rojas.
¿Quería eso decir que había logrado salir del peligro, o que se hallaba en un apuro tan grande que ni siquiera podía utilizar la varita?
Tomé el camino de la derecha con una sensación de creciente angustia... pero, al mismo tiempo, no podía evitar pensar.
"una menos"
La Copa tenía que estar cerca, y parecía que Fleur ya no competía. Yo había llegado hasta aquí.
¿Y si realmente conseguía ganar?
Fugazmente, y por primera vez desde que me había visto convertido en campeón, me vi a mi mismo levantando la Copa de los tres magos ante el resto de todos los colegios.
Pasaron otros diez minutos sin más encuentro que el de las calles sin salida. Dos veces torcí por la misma calle equivocada.
Finalmente di con una ruta distinta, y comencé a avanzar por ella, ya no tan aprisa. La varita se balanceaba en mi mano haciendo oscilar mi sombra en los setos.
Luego doble otra esquina, y me encontré ante un escreguto de cola explosiva. Cédric tenía razón, era enorme. De unos tres metros de largo, era lo más parecido a un escorpión gigante.
Tenía el aguijón curvado sobre la espalda, y su grueso caparazón brillaba a la luz de mi varita con la que le apuntaba-
William: ¡Desmaius!
-El encantamiento dio en el caparazón del escreguto y rebotó. Me agaché justo a tiempo, pero de inmediato me llegó olor de pelo quemado, el encantamiento me había chamuscado la parte superior del cabello.