Narra Hermione:
-La clase del Ejército de Dumbledore había iniciado, habíamos comenzado a trabajar en el Patronus, el cual todo el mundo había estado muy entusiasmado en practicar; sin embargo, como Harry nos recordó, producir un Patronus en medio de una clase brillantemente alumbrada era algo muy diferente a hacerlo cuando te enfrentabas a la amenaza de algo como un Dementor-
Cho: Oh, no seas aguafiestas. -reclamó alegremente, observando su Patronus formado por un cisne plateado que se remontaba alrededor del salón-
-Hoy sería nuestra última lección antes de Pascua-
Cho: ¡Son tan lindos!
Harry: No se pretende que sean lindos, se pretende que te protejan. -dijo pacientemente- Lo que de verdad necesitamos es un Boggart o algo así; de ese modo podemos aprender como conjurar un Patronus mientras el Boggart está pretendiendo ser un Dementor.
Lavander: ¡Pero eso sería realmente aterrador! -exclamó mientras disparaba bocanadas de vapor plateado por la punta de su varita- ¡Y yo todavía....no puedo.....hacer esto! -dijo disgustada-
-También Neville estaba teniendo problemas. Su rostro estaba arrugado mientras trataba de concentrarse, pero de la punta de su varita sólo brotaban volutas de humo plateado-
Harry: Tienes que pensar en algo feliz. -recordó al rubio-
Neville: Estoy tratando. -dijo tristemente haciendo un esfuerzo tan grande que su redondo rostro brillaba con el sudor-
Seamus: ¡Harry, creo que lo estoy consiguiendo! -gritó emocionado- ¡Mira....ah....se fue....pero definitivamente era algo peludo, Harry!
-Mientras tanto, yo cerré mis ojos concentrándome en mis padres, en Harry, Ron, Ginny... William.
Mi mente sonrió enamorada cuando recordó la primera vez que William me defendió de los chicos e hizo de algo triste, mi mejor día. El día en que había conseguido mi primer amigo.
Luego recordé cuando los chicos me pidieron disculpas y se hicieron mis amigos. Cuando mis padres estaban orgullosos de mi por ser bruja y me apoyaron sin juzgarme.
Cuando Crookshanks llego a mi vida. Cuando volví a ver a William y lo cambiado que estaba... Aquel beso en el lago negro. Ese beso que sin duda siempre estaría grabado en mi memoria como la mejor sensación de toda mi vida.
Asentí feliz y de acuerdo con mis recuerdos. Así que lancé el hechizo. Y de mi varita salió por fin ese Patronus que tanto anhelaba hacer. Una brillante nutria plateada, brincaba por todos lados alrededor de mi-
Hermione: Son lindas, ¿verdad? -sonreí mirándola cariñosamente-
-La puerta de la habitación se abrió y se cerró. De inmediato mi atención se fue al ser que había entrado, pero no parecía haber nadie ahí.
Esto pasó momentos antes de darme cuenta que la gente ubicada cerca de la puerta habían hecho silencio. Lo siguiente que supe fue que alguien tiraba de la túnica de Harry, en alguna parte cerca de sus rodillas.
Mi mejor amigo, quien estaba a unos pasos de mi, miró hacia abajo y vio, con gran asombro, a Dobby, el elfo de la casa, mirándolo desde debajo de sus ocho sombreros de lana habituales.
Me confundí un poco al verlo con ocho de mis sombreros que había tejido específicamente para todos los elfos que quería liberar-
Harry: ¡Hola, Dooby! -lo saludó- ¿Qué estás.....qué te pasa?
-El elfo tenía los ojos abiertos con terror y estaba temblando. Los miembros del ED que se encontraban más cerca de Harry habían guardado silencio, incluyéndome; Todos en el salón observabamos a Dobby.
Los pocos Patronus que la gente había logrado conjurar se desvanecieron en una niebla plateada, dejando la habitación mucho mas oscura que antes-
Dobby: Harry Potter....señor. -dijo temblando de la cabeza a los pies- Harry Potter, señor....Dobby ha venido a advertirle....aunque los elfos de la casa han sido prevenidos para que no hablaran...
-Él corrió con la cabeza hacia la pared. Rápidamente entendí lo que quería hacer después de todas las veces que el azabache nos platico de los hábitos de Dobby para auto-castigarse.
Harry intentó detenerlo, pero Dobby tan apenas rebotó sobre la piedra, mientras sus ocho sombreros le servían de almohada.
Deje escapar un chillido de miedo al ver lo que el pobre de Dobby hacía para castigarse. Esto era injusto. Me di cuenta de que no había sido la única chica en gritar preocupada.
Algunas más lo hicieron dejando escapar chillidos de miedo y simpatía-
Harry: ¿Qué está pasando, Dobby? -preguntó agarrando al elfo por el diminuto brazo y alejándolo de cualquier cosa con la que pudiera tratar de lastimarse-
Dobby: Harry Potter...ella...ella...
-Dobby se golpeó fuertemente en la nariz con el puño libre. Harry lo detuvo nuevamente-
Harry: ¿Quién es “ella” Dobby? ¿La Umbridge? -preguntó horrorizado-
-Dobby asintió, luego trató de impactar su cabeza contra las rodillas de Harry. Este lo sujetó a prudente distancia-
Harry: ¿Qué pasa con ella? ¿Dobby... ella no habrá averiguado sobre esto... sobre nosotros... sobre el ED?
-Harry aferró sus manos mientras el duende intentaba golpearse y caía en el suelo-
Harry: ¿Ella está viniendo para acá?
-Dobby soltó un aullido y empezó a batir con fuerza sus pies desnudos contra el piso-
Dobby: ¡Sí, Harry Potter, sí!
+Harry se enderezó y nos miró a todas las personas que lo rodeaban que, inmóviles, contemplabamos aterrorizadas al elfo que se retorcía-
Harry: ¿QUÉ ESTÁN ESPERANDO? -gritó- ¡CORRAN!
-De inmediato, todos corrieron hacia la salida, formando un follón en la puerta, mientras la gente la atravesaba a empujones.
Los oí correr a toda velocidad a lo largo de los corredores y espere que tuvieran el buen sentido de no intentar hacer todo el recorrido hasta sus dormitorios.
Eran apenas las diez y nueve minutos; bastaba con que se refugiaran en la biblioteca o la lechucearía que quedaban más cerca.
Pero yo solo miré a mi mejor amigo. Ron estaba a mi lado, mirando de igual forma a Harry, quien parecía que no se movería-
Hermione: ¡Harry, vámonos! -grité desde el centro del grupo de personas que peleaban por salir-
Harry: Iré en seguida. Váyanse y guíen a los que puedan. ¡Ya! -gritó-
Ron: Vamos, Hermione.
-Asentí mirando una última vez a mi mejor amigo azabache y salí junto a mi otro mejor amigo pelirrojo. Intentando liderar al grupo y que nadie pudiera agarrarnos o encontrarnos-.