Narra Hermione:
-Junio había llegado, y con eso, el día de la tercer y última prueba también. Todos estábamos ya en el campo de quidditch, qué estaba totalmente irreconocible.
Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de nosotros, era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico.
Cinco minutos después empezaron a ocuparse las tribunas. El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios.
El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los cinco campeones que estábamos con él.
Los adultos llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo-
Mcgonagall: Estaremos haciendo una ronda por la parte exterior del laberinto. -nos miró a los cinco- Si tienen dificultades y quieren que los rescaten, echen al aire chispas rojas, y uno de nosotros irá a salvarlos, ¿entendido?
-Los cinco asentimos con la cabeza estando de acuerdo-
Ludo: Pues entonces... ya pueden irse. -dijo con voz alegre mirando a los cuatro adultos que iban a hacer su ronda-
Hagrid: Buena suerte, Harry. -dijo frente a todos-
Mcgonagall: Suerte, pequeño. -me sonrió-
-Sonreí con ternura al oírla decirme así. Tal parece que alguien me guardaba cariño a pesar de los años.
Después de eso, los cuatro se fueron en diferentes direcciones para situarse alrededor del laberinto.
Bagman se apuntó a la garganta con su varita y murmuró un ¡Sonorus! Y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas-
Ludo: ¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones, empatados en el primer puesto, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡el señor William Snape y el señor Harry Potter, uno del Instituto Durmstrang y el otro del colegio Hogwarts!
-Los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro-
Ludo: En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Cédric Diggory! -nuevamente los aplausos y gritos resonaron en todo el campo-
Ludo: En tercer lugar, Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! -más aplausos- Y, en cuarto lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons!
-Sonreí mirando a Fleur quien asintió amable y carismática. Alcé mi vista al frente encontrándome con Narcissa, Draco, mi padre, Asen, Svetomir, Deyan, Pansy, Terence, Blaise e incluso vi como Deyan tenía a Nessi en su mano. Sonreí al ver a mi amiga junto a ella y suspire-
Ludo: ¡Entonces... cuando suene el silbato, entrarán William y Harry! -gritó- Tres... dos... uno...
-Dio un fuerte pitido, Harry y yo entramos rápidamente en el laberinto. Los altísimos setos arrojaban en el camino sombras negras y, ya fuera a causa de su altura y su espesor, o porque estaban encantados, el bramido de la multitud se apagó en cuanto traspasé la entrada-
William: ¡Lumos! -susurré-
-Escuché la voz de mi hermano hacer lo mismo detrás de mi. Después de unos cincuenta metros, llegamos a una bifurcación. Y de inmediato sentí la mirada de mi hermano en mi-
Harry: Hasta luego. -dijo y tiró por el de la izquierda, mientras yo agarraba el de la derecha-
-Escuché por segunda vez el silbato de Bagman, Diggory acababa de entrar en el laberinto. Decidí apresurarme. El camino que había escogido parecía completamente desierto.
Giré a la derecha y corrí, sosteniendo mi varita por encima de mi cabeza para tratar de ver lo más lejos posible.
Pero seguía sin haber nada a la vista. Se escuchó por tercera y cuarta vez, distante, el silbato de Ludo Bagman. Ya estábamos todos los campeones dentro del laberinto.
Miraba atrás a cada rato. Sentía la ya conocida sensación de que alguien me vigilaba. El laberinto se volvía más oscuro a cada minuto, conforme el cielo se oscurecía y entonces llegué a una segunda bifurcación-
William: ¡Oriéntame! -le susurré a mi varita, poniéndola horizontalmente sobre la palma de mi mano-
-La varita giró y señaló hacia la derecha, a pleno seto. Eso era el norte, y sabía que tenía que ir hacia el noroeste para llegar al centro del laberinto. La mejor opción era tomar la calle de la izquierda, y girar a la derecha en cuanto pudiera.
También aquella calle estaba vacía, y cuando encontré un desvío a la derecha y lo agarré, volví a hallar el camino libre de obstáculos.
No sabía por qué, pero aquella ausencia de problemas me desconcertaba. ¿No tendría que haberme encontrado ya con algo?
Parecía que el laberinto me estuviera tendiendo una trampa para que me sintiera seguro y confiado. Luego escuché moverse algo justo detrás de mi. Levanté mi varita para cualquier ataque, pero el haz de luz que salía de ella se proyectó solamente en Cédric, que acababa de salir de una calle que había a mano derecha.
Cédric parecía muy asustado, llevaba ardiendo una manga de la túnica-
William: ¿Y a ti qué diablos te paso? -pregunté confundido-
Cédric: ¡Los escregutos de cola explosiva de Hagrid! -dijo entre dientes- ¡Son enormes! ¡Acabo de escapar ahora mismo!
-Movió la cabeza a los lados, y salió de la vista por otro camino. Deseando poner la máxima distancia posible entre los escregutos y yo, me alejé a toda prisa. Odiaba esas cosas.
Entonces, al girar a una esquina, vi un dementor caminaba hacia mi. Avanzaba con sus más de tres metros de altura, el rostro tapado por la capucha, las manos extendidas, putrefactas, llenas de pústulas, palpando a ciegas el camino hacia mi.
Escuché su respiración ruidosa, sentí que su húmeda frialdad empezaba a absorberme, pero sabía lo que tenía que hacer... Huir.
Y así lo hice. Huí aguzando los oídos, con la varita en alto. Izquierda, derecha, de nuevo izquierda... Dos veces me encontré en callejones sin salida.
Repetí el encantamiento brújula, y me di cuenta de que me había desviando demasiado hacia el este. Volví sobre mis pasos, tomé una calle a la derecha, y vi una extraña neblina dorada que flotaba delante de mi.
Me acerqué con cautela, apuntando con el haz de luz de mi varita. Parecía algún tipo de encantamiento-
William: ¡Reducto! -grité-
-El encantamiento salió como un disparo y atravesó la niebla, dejándola intacta. Lo tendría que haber imaginado, la maldición reductora era sólo para objetos sólidos.
¿Qué ocurriría si seguía a través de la niebla?
¿Merecía la pena probar, o sería mejor retroceder?
Seguía dudando cuando un grito agudo quebró el silencio-
William: ¿Fleurr? -pregunté preocupado-.
ESTÁS LEYENDO
MALDICIÓN II ✔️
Hayran KurguSegunda parte de: MALDICIÓN. Historia con: Hermione Granger.