Habían pasado un día desde que Rhaella había echo aquél acto a Saera, el día después de aquello Saera no había salido de su habitación y aunque Aegar habría querido ir a verla no se le había dejado. Había visto a Baela en la cocina buscando la comida de Saera pero desde el día que lo había amenazado con las tijeras no había hablado con ella de nuevo.
Por otro lado Visenya había volado a ciudades libres con más de quinientos hombres y asentado un campamento, pronto el comandante de la compañía dorada había aceptado su invitación a verla, aunque su presencia se veía más como una amenaza de conquista pronto el rumor de la retención de una heredera al trono se había regado como arena al aire.
...
Aquella mañana Saera había salido de su habitación y se había mantenido cerca de la fuente, en pentos había una igual en la cual solía jugar con sus hermanos y bañarse ahí cuando se le era permitido. Está vez estaba en la orilla echada boca abajo moviendo su dedo entre el agua mirando los peces que iban y venían buscando comida.
— Saera. —la llamó Aegar y la niña cambio de posición mirándolo de pie a unos metros de ella con una bolsa cruzada en su cuerpo. llevaba un ojo lleno de sangre por los golpes que Rhaella le había dado después de cortar el cabello de Saera y la ceja costurada, sumando que tenía moretones por todos lados y aunque los cubría con las mangas de su camisa se notaban en su rostro.—
— ¿qué quieres, Aegar? —mencionó volviendo su vista a los peces y Aegar se acercó.—
Era la primera vez que lo llamaba por su nombre y no bastardo.
— te traje un regalo, para que te sientas mejor. —mencionó sentandose lejos de ella y Saera se levantó sentandose mientras lo miraba.—
Aegar miró su cabello corto y suspiró sintiéndose culpable de aquello pero simplemente dejo la bolsa con cuidado sobre la orilla y está se movió haciendo a Saera alejarse de esta.
— lo encontré en el mercado y le pedí a un soldado que lo atrapara. —mencionó sacando un gato de la bolsa y Saera se extraño del animal.—
— ¿qué es eso? —lo miró acercándose de a poco y Aegar extendió sus manos con el cachorro de gato y Saera lo sujetó sintiendo escalofríos de la sensación del pelaje del animal de color negro.—
— un gato. —respondió y Saera asintió.—
— gato. —repitió.— jamás había visto uno así de cerca. —lo levantó mirándolo a los ojos y el gato abrió la boca maullando.— gato. —mencionó dejándolo en su regazo y asintió.— gracias.
— ponle un nombre.
Saera miró al joven y asintió.
— ¿Qué nombre se le pone a un gato?
— no lo sé, cualquiera.
— ¿puede llamarse gato?
— si, supongo. —aegar rió ligeramente y se quejó cuando su ceja dolió.—
— ¿ella te golpeó así?
Aegar no respondió y extendió su mano hacia el gato acariciando una de sus orejas.
— mi madre nunca me golpeó. —le contó.— por más mala que fuera jamás lo hizo.
El joven suspiró y la miró a los ojos encogiendose de hombros.
— me castigó por qué fui irrespetuoso.
— te molio a golpes, Aegar.
— Si no era yo, serías tú. Fue una decisión buena. —mencionó y Saera iba a responder pero un dragón pasó en el cielo haciendo que mirara este emocionada, pero no era uno que conociera.—