Con el pasó de los días, Rhaella entendió que tener encerrada a Saera no sería la decisión más correcta. A la semana de llevarla allí había intentado salirse por una ventana o escabullirse con alguna esclava, Baela luchaba por mantenerla a salvó. Sabía que si Saera lograba salir de Yunkai sería quizás su fin al estar tan lejos de Poniente.Así que la prisión que era una habitación, se volvió toda la pirámide. Baela y Saera podían salir de su habitación siempre vigiladas de un par de soldados evitando que escaparan.
Para esa tarde Saera estaba sentada cerca de la fuente mientras dibujaba, contaba los días para ver un dragón pasar sobre aquel lugar anunciando que su padre venia por ella pero Baela le decía que quizás no vería ningún dragon y solo escucharía la lucha.
Comió de las pequeñas frutas redondas que le habían dado y miró de reojo a Aegar que la miraba, el niño aunque sabía lo que su madre planeaba no deseaba casarse con ella. No de la manera que su madre había dicho.
Saera había dicho que prefería morir antes de casarse y es que no se casaría ni con él ni con otro hombre. Se lo había gritado al niño más veces de las que hubiera querido escuchar aquél.
— Te sacaré los ojos así dejas de mirarme, bastardo. —le dijo escupiendo la semilla en su dirección y Aegar suspiró mirándola.— ¿qué es lo que quieres ahora?
Aegar negó ligeramente y sacó la mano que tenía detrás del muro dejando ver algunas hojas.
— podríamos dibujar juntos. —mencionó y Saera levantó su dibujo mirándolo.—
— te he dibujado. —enseñó el dibujo y Aegar suspiró mientras observaba la hoja.—
Saera había dibujado a un hombre atravesando al niño con una lanza, quizás a Daemon.
— es mi padre y ese eres tú. —señaló sonriendole y se levantó.—
Aegar dió un par de pasos atrás cuando Saera corrió hacia él y un guardia le gritó haciendo que se detuviera.
— te cortaré la garganta el día que quieras tocarme, te lo juro como que me llamo Saera. —amenazó y Aegar miró hacia otro lado quedándose quieto, la niña le sacaba un par de centímetros.—
— Saera. —la habló Baela y Saera miró a su tía para así correr hacia donde ella, el sol se ponía lo que significaba que debían regresar a su habitación como todas las noches.— ¿qué le decías?
Saera miró Aegar que recogía sus hojas que había levantado y se limpiaba las mejillas con las mangas de su camisa.
— le dije que le cortare la garganta. —mencionó.—
— no puedes decirle eso, se mantendrá con la guardia arriba y jamas podrás atacar.
— no me casaré con él.
— si deseas matarlo, tendrás que hacerlo. Intentará algo y ahí es donde le cortaras la garganta. —le susurró mientras pasaba su mano por su cabello entrando en la habitación.—
Otra en su lugar quizás se habría horrorizado de lo que su tía le decía pero Saera sabía que debía hacer aquello.
— ¿crees que mi padre nunca venga por mi? —le susurró y Baela negó deshaciendo su trenza.—
— tu padre vendrá, tenlo por seguro. Encontrará la forma de obtener soldados que hagan el trabajo y te sacará de acá.
— nos sacará, no te dejaré aquí después de esto —dijo mientras peinaba sus cabellos con cuidado.— mataré Aegar y mi tío Baelor estará contento con esto, el va a premiarme por matar a su bastardo. Así su bebé podrá ser rey algún día.