El tiempo se acaba.

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Pararse.
Caminar.
Comer.
Bailar.
Sentarse.
Pararse.
Caminar.
Comer.
Bailar
Sentarse.

Llevaba HORAS haciendo todo eso hasta en distinto orden queriendo lograr lo que tanto querían; el nacimiento de sus hijos.

¿Por qué era normal durar tanto?
¿Creen que le gusta estar pasando por las contracciones?
Ya hasta para ir al baño se la pensaba por el miedo de parir ahí mismo.

Ya serían 9 horas desde el inicio de las contracciones y lo único que había aumentado eran sus ganas de ahorcar a Spreen por no ponerse gorrito cuando debía.

- Me los hubiera tragado.- dijo en voz alta llamando la atención de todos en el cuarto.

Entre expresiones sorprendidas, mejillas sonrojadas y una que otra risa queriendo disimularse, seguían a la espera de tan maravilloso evento.

Luzu incluso había pedido que no se le llamara para ninguna junta, necesitaba estar con su hijo y bueno, a sabiendas que Roier era bastante parecido en Quackity en cuanto actitud, no dejaría a Spreen morir ahí.

- ¿Querés volver a bajar las escaleras?
Cuando vos hiciste eso tuviste dos centímetros más de dilatación.

- Oh sí, dos maravillosos centímetros.- dijo sarcástico apretando la sabana entre sus manos imaginando que era cierta parte de la anatomía del hibrido.-¡NECESITO MÁS QUE ESO!
Estos bebés son más grandes que una sandía, una puta sandía va a salir de mí DOS VECES.
Sí quieres más hijos, los vas a parir tú.

Le quedaban 3 horas más para siquiera tener otra vez de opción tener una cesárea.
Y en el peor de los casos esto se extendería hasta las 18 horas.
Había leído de gente que duraba 3 días en ello.
Él no sería parte de eso.
De ser necesario comenzaría a sacar el encanto de su madre para obligar a esos bebés a salir.
Por las buenas o las malas ya que aquí ya no negociamos.

- ¿Quieres darle una mordida al chile? Puede que con eso apresuremos el parto.-  preguntó Beni sacando de su camisa unos cuantos chiles habaneros, soltando la carcajada al notar como Spreen se había puesto pálido pensando otra cosa mientras se cubría la entrepierna con una almohada.- ¡Ese no, sobrino!
Ese se chupa, no se muerde.

Otro comentario que solo logró teñirle las mejillas de rosado.

- Vente mijo, vamos a darle otra vuelta al hospital. Necesito ver si la doñita 5-C ya colgó la pata para llevarme su collar de perlas que apostó conmigo. Y antes que me digan algo, ella estuvo de acuerdo.
O eso entendí porque la máscara de oxígeno dificultaba el entenderle.

No sabían si estaba jugando o iba en serio. Pero conociendo a Quackity había que esperarse todo.

Salieron con cuidado de la habitación deteniéndose cuando las contracciones aumentaban, ya no tenía más lágrimas que soltar, hasta el hambre se le había quitado por el temor de estarse chingando unos tacos y de pronto ya estar en el quirófano.

Intentaba no poner todo su peso contra su madre, apenas había tenido una mejoría en su salud y no quería ser el causante de que su hermanito o hermanita volviera a pasar por algo malo.

Paso tras paso y un mareo le recorrió sintiendo que la fuerza en sus piernas desaparecía pero tuvo la suerte de ser sostenido por un doctor castaño que casualmente pasaba por ahí.

- ¿Estás bien?

Asintió centrándose en aquella voz, estaba seguro que escuchaba un acento algo extraño, como si el español no fuese la primera lengua de aquel hombre.
Pero era como si le conociera, quizás ya le había visto antes pero nunca prestó la suficiente atención, tampoco quería ponerse paranoico.

- Ay mijo, creo que mejor te ponemos en la silla de ruedas y nos regresamos que estoy seguro que tu padre y Spreen ya se han de estar mordiendo las uñas.

- No se preocupe, yo le ayudaré.
Estoy aquí para cuidarlo.

Y al estar tan preocupado por su hijo, reaccionó demasiado tarde a lo que realmente pasaba, sintió un pinchazo en el cuello y todo se puso borroso.
Tenía que ser una jodida broma.

¿Habían confiado demasiado?

Esperaba caer sin cuidado al suelo por lo  cual intentó proteger su vientre al colocar sus brazos al rededor, pero fue atrapado por alguien más y puesto sobre una camilla, estaba cayendo en la inconsciencia pero pudo verlo.
Sintió asco al saber que fue tocado por esas manos y que lamentablemente estaba en una gran desventaja para siquiera intentar luchar contra ellos.

-Sapo Peta...

Y aunque Roier quiso gritar, tuvo el mismo final que su madre, solo que fue en menos medida debido a las circunstancias.

- Aqui estou, guapito. Eu disse que não desistiria.

Sus párpados se sentían pesados, quería mantenerse despierto pero no podía.
¿Por qué hacía esto?

- Você tem que entender que eu faço isso por você. Eu te amo e vou te proteger mesmo que seja contra a sua vontade.

Quiso luchar pero fue en vano.
El tranquilizante funcionó y sabían que era momento de irse antes que alguien saliera en búsqueda de ambos y se dieran cuenta de su desaparición.

Todo se puso oscuro.
Ni siquiera escucho a alguien llamarle a la distancia.
El sonido del hospital desaparecio al cruzar aquella puerta.

Aunque creyeron tener ventaja, había  que admitir que era claro que Sapo Peta no era idiota y quizás ya sabía de esto desde antes que Willy volviera a acercarse.

Todo estaba pasando de acuerdo a lo escrito.

No era la primera vez que él alteraba la realidad para su beneficio.

Dioses de Karmaland, ¿Esto es lo que ustedes realmente quieren?
O acaso quien debía representarlos ya perdió el camino...?



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¿Alguien quería drama?
Porque aquí esta :D
*huye antes que le quieran hacer lo mismo que a Sapo Peta y a Cellbit*

Sproier y shippeo. ¿Hay algo mejor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora