CAPÍTULO 3 CONFESANDO

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Carlos
Vamos de camino a casa, yo, aunque quisiera, no puedo dormir. Toda esta situación me mantiene tenso, aunque no quiera pensar, no puedo sacarme de la cabeza todo lo sucedido, y sobre todo la imagen de ella en esa horrible celda, no sé por qué, de nuevo la compadezco, pero una vez más me digo que ella se lo merece, ¿cómo se atrevió a llevarse a mis niños?

Vienen a mi mente sus hermosos ojos asustados, me miraban con esperanza y después, con temor, no sé cómo pude hacerle daño, fue más fuerte mi coraje por recuperar a mis hijos que el hecho de lastimar a una mujer. Nunca le haría daño a una, pero estaba ciego, sin embargo, cuando la sostuve entre mis brazos, después de que casi la ahorco, lo que sentí me devastó, no podía estar sintiendo algo por ella, cuando era una criminal, la solté de inmediato, pero eso no quitó la sensación que mi estúpido cuerpo sintió por ella, lo recuerdo y aún me da escalofrío, y pensar que me estaba sintiendo tan atraído hacia ella, que iluso y que tonto fui una vez más, eso me enseñaría a dejar de confiar en las mujeres, mis niños no merecían volver a pasar otra situación como esta, mi destino sería quedarme solo para siempre, pero no me importaba, ellos lo valían.

Sandra
Una vez más alguien está entrando a mi celda, ya no sé cuánto tiempo he pasado aquí, no sé, si son días, semanas o meses después de que Carlos estuviera aquí y se marchara dejándome, sin siquiera darme la oportunidad de explicarle, inmediatamente me trasladaron a un cuarto oscuro, donde me han mantenido casi a pan y agua y digo casi porque a veces ni eso, ya no tengo fuerzas. Durante los interrogatorios se han atrevido a golpearme, me mantienen con los ojos vendados, me han hecho mil veces las mismas preguntas y se enfurecen cuando les digo mi verdad, parece como si quisieran obligarme a decirles lo que ellos quieren oír, pero ni siquiera sé, que es lo que quieren, no me creen, y me gritan una y otra vez, en dos ocasiones me han encerrado en una pequeña celda con varias mujeres, algo les dijeron de mí, porque me han atacado, me gritan cosas horribles y no entiendo, en las dos ocasiones, solo estuve unos cuantos minutos, pero fue suficiente para que me hicieran mucho daño, lo peor es, que nadie se ocupa de curar mis heridas y me siento tan mal.
Me es sumamente difícil mantenerme en pie, pero eso no les impide llevarme con ellos, sé que una vez más me van a interrogar, porque los escucho, hay un hombre, un tal Vélez, es quien se ha encargado de hacerme la vida imposible, su misma gente le teme, así que ¿qué puedo esperar yo?

Siguen la misma rutina de siempre, me llevan a un cuarto pequeño, me sientan y me cubren los ojos, luego me hacen esperar, en ocasiones me parece que son horas enteras, al final ese hombre o algún otro entra, y entre gritos, insultos y a veces golpes quieren que confiese.

En esta ocasión, escucho una voz diferente, me atemoriza.

_ Espero que por fin estés lista para cooperar. - siento su pesada mano posarse en mi hombro, aprieta con fuerza y casi gritó de dolor, pero resisto, lo que lo enfurece. _ veo que no has tenido suficiente. - escucho su voz muy cerca de mí, su aliento choca en mi cara y me dan náuseas. Espero que lo que tengo que decirte te haga recapacitar.

Yo no digo nada, me quedo quieta esperando que más tenga que decir.

_ Tú has sido valiente. - me dice. _ has aguantado porque eres joven y fuerte, pero tus cómplices no lo son.

Un escalofrío recorre mi cuerpo, están hablando de mis viejitos, hasta hoy pensé que estaban bien, a salvo, pensé que ellos junto con mis niñas estarían en algún lugar especial, al cuidado de personal capacitado, ahora sé que no y una terrible desesperación invade mi ser.

_ ¿En dónde están? - preguntó angustiada. ¿cómo están? En ocasiones anteriores pregunté por ellos y las niñas y siempre me ignoraron.

_ Como te dije, no están bien, ambos estaban tras las rejas, ahora él, está en la enfermería, no creo que dure mucho y la vieja pronto lo seguirá, a esa edad un infarto generalmente es mortal. - ríe a carcajadas. _ sin contar con que la enfermería de la cárcel no es muy buena, tan fácil que sería conseguir una orden para trasladarlo y darle la atención médica que necesita. - se acercó a mí y me quitó la venda de los ojos. No tuve tiempo de detenerme para ver quién era el hombre que estaba frente a mí, ni conocer el rostro del otro hombre que se había enseñado conmigo con anterioridad, mi mente estaba en mis viejitos, Matilde y Juan, dos ancianos de casi ochenta años habían sido mis vecinos después de salir del orfanato donde crecí, y se convirtieron en unos padres para mí, me dieron el amor y la protección que nunca conocí de mi propia familia, y ahora estaban presos igual que yo, por mi culpa, me derrumbé.

_ Confesaré lo que quieran. - dije.

_ ¿Reconoces que eres una secuestradora? - escuché de nuevo la odiada voz de Vélez.

_ ¡Sí! - dije

_ ¿Formas parte de la banda de...? ¿Reconoces que trabajas para...? ¿Secuestras niños para él...? ¿Secuestraste a los hijos de tu patrón...? ¿también a las dos niñas que tenías en tu poder...?

A todo dije que sí, la verdad no entendí gran parte de lo que preguntó, no era consciente de a qué estába respondiendo, no tenía idea de quiénes eran las personas que me mencionaba, pero si la vida de las personas que lo habían dado todo por mi, dependía de lo que yo dijera, podía echarme toda la culpa que esa gente quisiera. En algún momento tendrían que permitirme hacer una llamada y cuando lo hiciera ellos y mis niñas estarían a salvo.

No supe que fue lo que hice, solo sé que firme todos los papeles que me dijeron que firmara, ya no había vuelta atrás.

No sé cuánto tiempo más me tuvieron ahí, solo escuchaba como se reían y se felicitaban unos a otros, decían que pronto cerrarían el caso y que, gracias a mí, los secuestradores que faltaban pronto estarían en prisión.

_ Esa mujer es basura. - escuché que dijo Vélez al otro hombre.

_ Y que esperas para darle una lección. - contestó el otro.

_ Nada. - río de nuevo. - después de todo ya nos dio lo que necesitábamos, ahora que otros se hagan cargo de ella.

Escuché como llamaba a dos guardias.

_ llévensela. - dijo. _ ya saben a dónde, que reciba un trato especial. - escuché sus carcajadas, mientras era sacada de ese lugar, casi a rastras.

OTRA OPORTUNIDAD/No. 3 De La Serie: HERMANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora