CAPÍTULO 2 PESADILLA

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Carlos
Son las dos de la madrugada, estoy cansado, angustiado, y furioso, no sé cómo demonios fue que llegué a esta situación.

Todo es culpa de esa mujer que contraté como niñera, no entiendo cómo es que pude equivocarme tanto con respecto a ella. A veces pienso que estoy maldito con las mujeres, confíe ciegamente en ella y una vez más estoy arrepentido y en serios aprietos.

Esta mañana cuando me levanté, jamás me imaginé que terminaría la noche de esta manera. Yo a kilómetros de mi hogar, con mis hijos extraviados o mejor dicho secuestrados y a ella en prisión. Si no fuera porque se trata de mis pequeños, la situación me parecería irrisoria, sobre todo por lo descabellado de los acontecimientos.

En estos momentos estoy llegando a la pequeña ciudad en donde Sandra está detenida, me urge estar frente a frente con ella. Porque mis niños no aparecen y es la única que sabe dónde están. Si no fuera mujer les juro que a golpes haría que confesara que les hizo y dónde los tiene, pero no puedo hacerlo y me frustra enormemente, estoy a punto de la locura, porque son mis niños y no sé lo que estén pasando, en qué condiciones esa mujer los pueda tener o a quien se los habrá entregado.

Sandra
Estoy aterrorizada, y angustiada, nunca pensé encontrarme en una situación tan desesperante, sé que no es su culpa, me llevé a sus hijos y fue por eso que me detuvieron, pero en cuanto aclaremos las cosas, retirará la denuncia y me dejarán ir, entonces podré irme lejos, tengo que alejarme de aquí, antes de que sea demasiado tarde.

En estos momentos debe de estar oscureciendo, no tengo idea de qué hora es, porque en esta pequeña celda no hay nada, ni hay nadie, ni siquiera me han dado comida o agua, pero eso es lo de menos, estoy angustiada por los niños, y aunque les dejé lo suficiente, temo por ellos, si es que no me dejan salir pronto. No quiero que ellos se asusten, por fortuna su padre ya debe de venir en camino, solo a él le diré en donde se encuentran, no puedo confiar en nadie más.

Carlos
Por fin llego a la estación de policía, por fortuna cuando pasó lo de Melanie, y entre tanto ir y venir, conocí gente dentro de la dependencia policiaca, gente importante y no tanto y gracias a ello es que todo se movió rápido, y lograron localizar a Sandra en esa ciudad, solo que estaba sola y no había rastros de mis pequeños, también gracias a ellos, es que he estado obteniendo información de cómo van las investigaciones, ella se niega a hablar y ha dicho que lo hará solo conmigo, mientras tanto yo solo deseo que reciba su merecido, por atreverse a tocar a mis hijos de esa manera, no puedo soportar, el pensar que la estén pasando mal y sé, que mientras más tiempo pasen en manos de no sé quién, más van a sufrir y por eso siento que la odio más.

Cuando llego, me reciben y me tratan bien, me ofrecen algo de beber, me hacen preguntas y hay que firmar algunos papeles, mientras que yo solo deseo estar ya frente a ella para, sacarle esa información, que es vital para rescatar a mis niños. Se que todo lo que hacen es necesario, pero yo estoy que me muero de la desesperación.

Por fin me autorizan a entrar, me conducen por varios pasillos rodeados por rejas y más rejas, algunas ocupadas y otras vacías, por fin llegamos a una celda, es pequeña y en el lugar se siente el frío y la humedad. Me paro a un lado del guardia que está abriendo la reja y la veo ponerse de pie con rapidez y casi corre hacia mí, pero se detiene de golpe y me mira con angustia. Está pálida y demacrada y por un momento mi instinto protector me grita que la abracé y le diga que todo está bien, pero reacciono, yo soy el afectado, no ella, yo soy el que necesito desesperadamente respuestas y ella es la que atacó a mi familia, ella no necesita protección, si no un castigo. La miro con coraje y ella retrocede asustada.

Sandra.
Ha sido un día interminable, varias veces han venido por mi para interrogarme, me han tratado muy mal, incluso me han golpeado, pero mi miedo es mayor a eso, no puedo exponer a los niños por ningún motivo, la verdad es que prefiero morir, antes que permitir que caigan en manos de ese hombre, además, no solo están en peligro mis dos pequeñas, si no los hijos de mi jefe.

Escucho los pasos de gente que se acerca, pienso que una vez más me van a sacar para otro interrogatorio, pero mi corazón no cabe de alegría cuando veo que con ellos viene él, el padre de los gemelos, el hombre al cuál admiro y del cual me he empezado a enamorar como tonta, después de varias semanas de haber compartido con él y con los niños, tiempos agradables, incluso él y yo, cuando ellos duermen, hemos sostenidos largas charlas que sé, nos han acercado mucho.

Me levanto de esa horrible plancha de concreto que tengo por cama y me apresuro a estar a su lado para explicarle, pero me encuentro con una mirada tan fría como el hielo, incluso puedo percibir odio en ella, su expresión no es mejor y me detengo a unos pasos de él.

Veo que su rostro se tensa, se acerca y me toma con fuerza del brazo.

_ ¡DIME DONDE ESTÁN MIS HIJOS! - grita furioso, lastimando mi muñeca.

Su reacción me asusta y me impide hablar. El me empuja adentro de la celda y me estampa contra la pared. La gente que va con él, solo mira y nadie interviene, ni siquiera los guardias.

_ ¡HABLA! ¡MALDITA SEA! - vuelve a gritar. _ ¿EN DONDE ESTÁN MIS HIJOS? ¿QUÉ HICISTE CON ELLOS? TE LOS CONFÍE, ¿PORQUE LO HICISTE? - me mira a los ojos y veo su furia contenida, y desesperación. Entonces me doy cuenta de que no leyó mis mensajes

_ Es... tán... bien... - digo con dificultad, porque está apretando mi cuello.

_ ¡EN DONDE! - grita de nuevo y aprieta más. Yo no puedo responder, lo que lo enfurece más, pero el aire no llega a mis pulmones. Él se da cuenta y afloja su agarre, cuando estoy a punto de desvanecerme, siento que me toma por la cintura y me sostiene, hasta que puedo sostenerme por mí misma, entonces se aparta como si lo quemara.

_ ¡EN DONDE ESTÁN! - grita de nuevo, pero ya no me toca.

Yo digo la dirección y apenas voy a explicarle y pedirle que se haga cargo de mi gente, pero él ya va saliendo. Lo llamo con desesperación, pero un guardia me detiene aventándome con brusquedad hacia el interior de la celda, yo me pego a las rejas y grito que soy inocente, que le avisé que me los llevaba, que su vecina sabe, que lea sus mensajes, el guardia me avienta de nuevo con brusquedad, cierra la puerta y todos se marchan. Estoy aterrada, no sé qué va a pasar y yo no puedo estar aquí, necesito salir, necesito estar con mis niñas, tengo que protegerlas, y con mis viejitos.

No aguanto más y me derrumbo, sé que de nada me sirve llorar, pero lo hago, es lo único que puedo hacer.

Carlos
Solo escucho la dirección y salgo de ahí, no veo ni escucho nada más, quiero encontrar a mis hijos, nada más que eso me importa. A lo lejos logro oírla, me llama, pero no puedo prestarle atención. Salgo sin volver atrás.

No me dejan ir con ellos, dicen que puede ser peligroso, y me obligan a permanecer en las instalaciones de la policía. Pasa más de una hora, pero a mí me parece una eternidad, y otra eternidad me parece, desde el momento en el que, un hombre al teléfono con alguien más, me dice. _ Los tenemos. Sus hijos están bien. - hasta que de verdad me los entregan.

Aun así, aunque me dicen que los tienen, no me tranquilizo hasta que los tengo entre mis brazos. Están asustados, pero se calman cuando me ven. Los abrazos y no quiero separarme de ellos, pero debemos de seguir un procedimiento. De ahí nos trasladan hasta un área médica, en donde les hacen una exhaustiva revisión y me comunican que están bien, no tienen golpes ni señales de haber sido abusados o maltratados, ni siquiera que hayan pasado hambre o sed, lo cual me tranquiliza sobre manera.

Cuando por fin me permiten llevarlos conmigo, es la tarde del día siguuente, no lo pienso más, lo único que deseo es salir de esa ciudad y volver a casa, para entonces mis abogados ya se encuentran ahí y ellos se encargarán de lo que sigue, yo me voy a casa con mis niños, que por cierto y a pesar de aun es de día, se han quedado dormidos recostados sobre mí en el asiento trasero del auto.

OTRA OPORTUNIDAD/No. 3 De La Serie: HERMANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora