CAPÍTULO 16 TREGUA

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Julián
Estoy en el bar del restaurante donde trabajo. Aquí nada me sorprende, veo tantas cosas y me entero de cada, asunto, que ya estoy acostumbrado a lo que sea, sin embargo, este hombre que está sentado en la barra me ha dejado sin palabras, no lo conozco, pero me ha llamado por mi nombre y me ha pasado discretamente un número de teléfono.

_ Tengo cita con tu jefe en quince minutos. - me dice. _ tengo que tratar unos asuntos con él, pero mi asunto más importante es contigo.

Lo miro sin mostrar mis sentimientos, mi rostro es inexpresivo, porque sé que hay cámaras por todo el lugar, y no quiero llamar la atención de ninguno de mis jefes, sobre todo de Bryan, quien por cierto no se si esté aquí, porque no lo he visto.

_ Pronto tendré que salir de la ciudad. - me dijo esta mañana. _ no quieras pasarte de listo, sabes que, aunque no esté aquí, mi gente no te dejará solo, así que piensa bien qué es lo que haces, me estas siendo de gran ayuda, pero de ninguna manera eres indispensable y basta con que de la orden y mis hombres se desharán de ti. No se te ocurra traicionarme, porque no habrá lugar en el que te escondas, en el que yo no pueda encontrarte.

Esas fueron sus palabras y yo no sé, si ya se habrá marchado o aun este por aquí, quizás sea con él, con quien este hombre tenga su cita o sea con Eduardo el dueño.

_ Se que tu jefe no estará aquí dentro de poco, así que ingéniatelas para marcarme a este número, necesito hablar contigo. Es muy urgente, te aseguro que tu situación va a cambiar.

_ ¿Por quién pregunto? - lo detengo cuando se va a marchar.

_ No tienes que preguntar, sabré que eres tú y te daré instrucciones.

_ No sé si pueda. - advierto.

_ Podrás, eres listo y tienes muchos pantalones. - dijo dedicándome una sonrisa y se marchó.

Por supuesto después, de eso ya no pude concentrarme en mi trabajo. Al terminar mi turno, tenía qué regresar a casa, a donde estaba viviendo ahora y como dijo Bryan, no porque él no esté, me libro de él, uno de sus hombres me recoge todos los días, él me lleva y me trae, así que no tengo ningún momento en el que esté fuera de su supervisión, pero ya veré qué hacer.

Eduardo
No puedo creer mi buena suerte, mi hermana Elena y yo nos despedimos del hombre con el que pronto harémos tratos, nuestro primer encuentro fue muy bien, perfecto diría yo.

Mi restaurante bar siempre ha tenido sus altas y sus bajas, pero ha sobrevivido hasta aquí, reconozco que no soy hombre de negocios, a mí me gusta cocinar, pero me embarqué en esta aventura porque tenía con qué hacerlo, además, llegó mi hermana, con sus estudios empresariales y todo mejoró, sin embargo no siempre soy consciente de mis gastos y me excedo un poco, era mi constante conflicto con Lizzete, mi antigua socia, cuando se fue ella, llegó Bryan, pero más que ayudar ha sido un dolor de cabeza, sí, le inyectó capital al negocio, pero aun cuando es un socio minoritario, se siente el dueño del lugar, incluso creo que está haciendo mal uso de él, no lo he comprobado, pero es muy probable, porque de empresario no tiene nada, como me hizo creer, además la gente con la que se rodea, todo eso le está quitando prestigio a mi negocio, así que pretendo terminar mi sociedad con él, nuestro contrato está a punto de expirar y no lo renovaré, es por eso, que la propuesta que me acaba de hacer este hombre, me ha caído llovida del cielo.

Ahora, mi único temor es, como va a reaccionar Bryan, aunque no tiene porqué ponerse mal, tiene tiempo que no se ocupa del negocio como debiera, se ausenta por largos periodos y parece que anda en las nubes, la verdad es que se está desentendiendo del restaurante, pero mejor para mí.

Carlos
Es de madrugada, desde que Jazmín está aquí mi sueño se ha vuelto tan ligero, su habitación está enfrente de la mía, quise tenerla cerca por si llegaba a necesitar algo durante la noche.

Hace una maldita semana que llegó y no he logrado acercarme a ella, no habla literalmente, soy yo quien la atiende cuando Estefanía y Mónica terminan sus turnos, pero sigue tan distante como siempre, encerrada totalmente en sí misma, contestándome solo con monosílabos, ni siquiera me mira a la cara, no lo soporto más, quisiera meterme en su interior y sacarla de ese ensimismamiento, hacerla que me mire, lograr que me perdone, pero no puedo y ella no lo hace.

Hace horas que estoy despierto, no sé si algo me despertó, porque desde entonces no he escuchado nada, cansado me levanto para ir a la planta baja por algo de beber, salgo de la habitación y me paro frente a la de ella, estoy a punto de seguir mi camino, cuando la escucho llorar. No son sollozos, es llanto, está llorando desconsoladamente. No la pienso dos veces, abro la puerta y llego hasta ella. Se que se asusta.

_ Soy yo. - hablo para que me escuche, luego enciendo la luz de la lámpara de noche que está junto a su cama y la rodeo con mis brazos. La siento tensarse, pero es tan grande su dolor que no deja de llorar, intenta apartarme, pero está tan débil que deja de luchar y yo aprovecho, de verdad quiero consolarla, quiero ser un apoyo para ella.

La abrazo fuerte, me duele verla así, sentirla así. Por fin se rinde y apoya su cabeza sobre mi pecho y llora aún más, no sé por cuánto tiempo permanecemos de este modo, por fin se empieza a calmar y el llanto se convierte en sollozos y los sollozos en suspiros, luego silencio, un silencio avasallador, no lo soporto, me aparto un poco, pero no la suelto, entonces me mira, no dice nada, pero esos ojos tristes me condenan.

_ ¡Dime algo! - le sostengo la mirada, ella la baja de inmediato. Y calla

No lo puedo soportar, desde que despertó del coma, hace varias semanas ya y no me dice nada.

_ ¡Háblame! - levanto la voz, ella se estremece. _ ¡dime todo lo que estás pensando! - me levanto y me alejo. _ ¡insúltame! ¡gritarme! - me vuelvo a ella con desesperación y la tomó de los hombros. _ ¡dime qué me odias, que me aborreces! ¡DIMELO! - estallo y me alejo dándole la espalda. Estoy furioso conmigo mismo, y la estoy asustando, pero ya no puedo más. Estoy llorando y no quiero que se dé cuenta. No soporto verla sufrir por mi causa, por mi estupidez.

_ No te odio. - escuchó su tenue voz.

Me acerco con rapidez, no puedo creer lo que escucho. Pero ella sigue sin mirarme.

_ Sé que me odias. - tomo su delicada mano. Tienes que hacerlo, arruiné tu vida, tus hijas no están contigo. - la siento estremecerse de nuevo. _ perdóname. - suplico. _ sé que, de haber cambiado una simple decisión mía, todo esto, no estuviera sucediendo, si me hubiera detenido unos segundos, unos simples segundos. - mi voz se quiebra. _ pero no lo hice. - me aparto de nuevo. _ y tienes todo el derecho de odiarme. _ solo puedo pedirte perdón y sé que no puedo esperar a que lo hagas. - la miro a través de mis ojos cristalizados.

_ Te he odiado. - dijo por fin, pero entiendo que no tienes la culpa, fui yo quien no debí llevarme a tus hijos, no debí mentir acerca de mis niñas, no debí de haber hecho tantas cosas, pero las hice, tu no sabías y no tenías forma de saberlo, yo me arriesgué y perdí, y no lloro por mí, es por mis niñas, que no sé cómo la estén pasando y es lo que me angustia.

Vuelvo a abrazarla.

_ Daremos con ellas, te lo prometo y las traeremos a casa. No nos daremos por vencidos, en este momento hay gente buscándolas, de día y de noche, las recuperaremos. - prometí convencido de lo que decía, pero sin tener la certeza de que fuera posible, por la sencilla razón, de que no sabíamos si ese maniático al que se las entregaron, no había decidido ya deshacerse de ellas.

OTRA OPORTUNIDAD/No. 3 De La Serie: HERMANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora