CAPITULO 20 EN SUS GARRAS

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Jazmín
Estoy en mi recámara, me siento melancólica porque sé que Carlos no está, es increíble el vacío que deja en mí, creo que mi corazón se ha enamorado de nuevo, o de verdad, diría yo, y no, no quiero hacerlo de nuevo, no quiero enamorarme, porque no quiero cometer otro error, bueno, en caso de que fuera correspondida, casi podría jurar que así es, por cómo me trata, por cómo me mira, por cómo me habla, cierro los ojos y siento su mano acariciar mi rostro, si, lo ha hecho con el pretexto de acomodar un mechón suelto de mi cabello o cuando me da las buenas noches y sostiene mi mano un poco más de lo normal y al soltarla deja una caricia que quema mi piel, o cuando estamos tan juntos que creo que me va a dar un beso y mi corazón se acelera ante la expectativa, pero este no llega, y lo agradezco porque de verdad, no quiero otra relación, todavía recuerdo a Bryan y tiemblo.

Estoy sentada en la cama, a punto de desvestirme para ponerme mi pijama y dormir, porque lo necesito para no pensar.

Mi teléfono suena y lo tomo con rapidez, mirando la pantalla, pensando que se trata de Carlos, pero no es él, es un número desconocido, dudo en contestar, no tengo a nadie que me marque, salvo mis viejitos o Julián y ninguno de los tres tiene este número, mi teléfono y número anterior se lo quedaron las autoridades. Deja de sonar y luego empieza de nuevo, es mucha la insistencia, es el tercer intento, contesto y me quedo helada ante la voz y más cuando escucho lo que me dice.

No me da tiempo a preguntar, escucho ruidos, ruidos fuertes, como de cosas cayendo, provienen de la sala, con rapidez cuelgo la llamada y escondo el teléfono, me empiezo a incorporar, tengo que ver qué sucede, de pronto mi puerta se abre de golpe y no tengo tiempo de reaccionar. Por un segundo alcanzo a ver a Estefanía siendo sometida por un hombre armado, pero es todo lo que veo, porque siento un tremendo golpe en mi rostro, caigo pesadamente, mi cuerpo no responde como yo quisiera y me es imposible defenderme, no duro mucho en el piso, porque siento como Bryan me levanta sin dificultad y me arroja con brusquedad sobre la cama, luego se acerca con rapidez y me toma del cuello

_ ¿Pensaste que ibas a escapar de mí? - me mira con rabia. _ ¿que de verdad podrías huir de mí? - me miró burlón.

Yo solo lo miro asustada, desesperada, intentando jalar aire hacia mis pulmones, no resisto mucho, apenas estoy en recuperación, mi mente se nubla y empiezo a perder la conciencia.

Él se da cuenta y de inmediato afloja su agarre.

_ Maldita sea. - grita apartándose de mí. _ vamos! ¡levántate! - tira de mí, pero caigo pesadamente al suelo incapaz de sostenerme.

Se detiene por un momento, me observa y vuelve a arremeter contra mí.

_ Ni creas que voy a caer en tu juego. ¡LEVÁNTATE! - me jalonea. Intento sostenerme de la cama, pero fallo y caigo de nuevo.

Él enfurece más, cree que estoy actuando, y descarga su furia contra mí, siento como su pie da de lleno contra mi cuerpo no una, ni dos, varias veces, yo solo atino a cubrirme la cabeza.

Por fin para, pero solo para levantarme con brusquedad y ponerme de pie, una vez más caigo pesadamente. Se vuelve a detener y es en ese justo momento, en el que se da cuenta de que no estoy fingiendo, se inclina hacia mí, me toma de los hombros, ya no con brusquedad ni con dureza, se sorprende al sentir mi cuerpo contra sus manos, ya no estoy casi en los huesos, pero sigo estando extremadamente delgada. Me toca, recorriendo mi cuerpo con sus manos, luego toma mi rostro entre ellas y me mira, no logro leer su expresión, pero luego noto su consternación, es como si no lo pudiera creer.

Me toma entre sus brazos, su agarre ya no es brusco.

_ Me encantaría decir que te mereces esto por dejarme, pero no puedo. - dice consternado. _ te amo. - limpia la sangre que escurre de mi nariz y mi labio roto. _ no debiste irte, no debiste dejarme, yo te hubiera cuidado, esto no tenía por qué haber pasado. Pero no importa ya vamos a casa.

Siento que vamos a salir de la habitación, ahora todo está en silencio.

_ No quiero regresar. - digo con voz apagada.

_ No es lo que tú quieras. - me mira molesto. _ Somos una familia.

_ No hay familia. - digo conmocionada.

_ Claro que la hay, nuestras niñas nos están esperando en casa.

_ Me dijeron que tú no las tenías.

_ Quienes te dijeron eso son unos idiotas, ellos que saben, ellas nos están esperando, vamos a iniciar una nueva vida.

_ Para que me quieres. Tú no me amas.

_ ¡NO VUELVAS A DECIR ESO! - gritó fuera de sí. _ ¡Tú eres mi vida, y no te voy a dejar, solo muerto me apartarán de tu lado y antes de que digas otra cosa, más te vale no dar problemas, porque tus hijas la pasarán mal, ellas van a estar bien en la medida que tú seas buena y obediente! ¿Entendiste? - me tomó con fuerza del cabello haciéndome daño. Yo solo asentí con los ojos cristalizados. No podía hacer nada, más que obedecer.

Cerré mis ojos y sentí como me sacaba de ahí, estaba tan aterrada, que no quería ver qué habían hecho con la gente que estaba ahí, temía tanto que los hubiese asesinado y lo peor, por mi causa.

No tenía caso oponer resistencia, lo único que haría sería enfurecerlo y no solo yo pagaría las consecuencias, también lo haría quien se atravesara en su camino, desde Estefanía si es que todavía la tenían con vida, hasta mis hijas, pasando por Julián.

Supe cuando salimos al exterior, porque el aire fresco de la noche dio de lleno contra mi cuerpo, ya no tenía escapatoria, él ya me tenía en su poder una vez más.

Pensé en mis niñas, quise aferrarme a la extraña llamada, que acababa de recibir cuando él irrumpió en mi habitación, no entendí bien, pero era la voz de Julián y me estaba diciendo que mis niñas estaban con él, no supe más, pero quería creerle, porque eso significaba que no importara hasta donde el me llevara, sin estar ellas o él de por medio, yo podía intentar escapar hasta conseguirlo. Ahora no podría doblegarme amenazando con hacerles daño, porque ya no podría y la verdad, ya no me importaba si moría en el intento, porque mis hijas ya no pagarían las consecuencias. Con ese pensamiento me deje arrastrar por ese hombre, y mi conciencia empezó a fluctuar en un ir y venir, había momentos en los cuales no sabía si estaba dormida o despierta, si esto era una simple pesadilla o era la vida real, pero fuera lo que fuera me era imposible luchar.

OTRA OPORTUNIDAD/No. 3 De La Serie: HERMANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora