1. Te vuelvo a ver

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By Daiani

Hoy se cumple un año desde que perdí una parte de mi alma, desde que un trozo de mi corazón fue arrancado de mi pecho de la manera más horrible y destructiva posible. Me encuentro en el lugar donde vi su brillante cabello rubio por última vez, el día en que la despedimos y enterramos. Aún siento la angustia de ver su ataúd descender a la tierra, cubierto de flores. Apenas pude hablar, era un mar de lágrimas ese día. Rober tuvo que sostenerme para que no cayera de rodillas al suelo.

—Me haces tanta falta... —susurro, acariciando el nombre en su lápida. Esculpimos una dalia en ella, su flor favorita, y cada sábado le llevo un ramo nuevo de estas.

Desde que te fuiste, terminé mis estudios. Ya es verano, tu estación favorita, y no puedo disfrutarla porque no estás aquí para arrastrarme a la playa. Matheo intenta convencerme de que vaya a un psicólogo, pero ¿qué le voy a contar que tú ya no sepas? Cami, tú eres mi mejor y mayor terapia en este mundo, en vida y en muerte. El próximo año empezaré la universidad. Jamás creí que tendría que buscar un piso sin ti. Ibas a ser mi compañera de piso eterna, y ahora me voy a una residencia porque no soporto la idea de vivir con otra persona.

—Como siempre supusimos, con tu muerte, Charlotte empezó a hablar maravillas de ti y de cómo erais amigas para llamar la atención. Maldita estúpida. —Río con dolor—. Y ahora ella y Lisa son mejores amigas. Jackie y yo no entendemos qué le pasa por la cabeza.

Una brisa mece mi pelo. Se siente como si mi amiga me estuviera abrazando. Cierro los ojos, saboreando ese momento de calma. Cuánto desearía abrazarla en este instante, irnos a nuestro lugar favorito y no pensar en nada.

—Chloe y Matheo se fueron después de tu fallecimiento, la misión terminó. Siguen en contacto conmigo, pero no puedo verlos tanto... —Tomo aire—. En cuanto a Arioch y Lilith, no los he vuelto a ver desde el momento en que moriste entre mis brazos.

A veces me pregunto si fui demasiado dura, recordando lo que ese momento también significó para ellos. Pero el dolor de la traición pesa sobre mis costillas de manera demoledora. Me despierto en la madrugada con ataques de ansiedad, reviviendo el momento en que Camila se convirtió en Satán, ese sentimiento de muerte completa que sentí cuando me dijo que nunca volvería. No puedo imaginar lo que le debió costar controlarse durante esos minutos, y los usó para poder despedirse de todos nosotros. Las lágrimas vuelven a inundar mis ojos y mi cuerpo entero tiembla de angustia y pena.

—Bueno, nos vemos el próximo sábado, amiga. —Beso su nombre y me levanto para regresar a mi moto.

Subo en ella, tomo aire nuevamente, siento que mis pulmones apenas funcionan desde que la perdí. Resoplo y me pongo el casco, pensando en todo lo que ha sucedido en estos meses desde que falleció. Arranco y bajo por las calles a gran velocidad. Desde que no la tengo, la temeridad forma parte de mi vida. Sinceramente, me importa poco morir en un accidente; tal vez así estaría con ella de nuevo. Conduzco hacia nuestro lugar especial y aparco la moto al lado del mirador. Dejo mis cosas apoyadas en ella y camino por el campo verde donde está situado aquel faro de hermosas lunas. Fumo con lentitud; comencé a hacerlo con mayor frecuencia desde el fallecimiento de Camila. Ella odiaba que fumara, el olor le molestaba, pero ahora ya no está para quejarse.

—Un poco pronto por la mañana para estar ya fumando, ¿No? —Miro atrás y me encuentro con Matheo. Desde la última vez que lo vi en persona, ha cambiado mucho. Se ha hecho algún piercing, imitándonos al resto, y su cabello ha crecido en una media melena rizada que, para qué mentir, le queda de cine. Sonríe con cariño.

—¡Matt! —Lo abrazo, y él me rodea con su gran cuerpo, levantándome en el aire.

—Te echaba de menos, princesa. —Sonrío con nostalgia; ese era el apodo que usaba con nosotras, éramos sus princesas.

Parece notar la nostalgia y tristeza en mi mirada, porque acaricia mi mejilla con dulzura y me sonríe de la misma manera. Me entiende; no necesito decirle qué pasa, él lo sabe.

—¿A qué debo el honor de tu visita? —Lo miro, su sonrisa se vuelve nerviosa. —¿Matty? —Está actuando de manera sospechosa... —¿Qué te pasa?

—Bueno, antes de contestar a eso, tengo... ¡Otra sorpresa! —Me gira y entonces veo a Chloe. Sonríe de oreja a oreja al verme.

Ahora lleva el pelo en rastas más desaliñadas que los giros que llevaba antes, tiene abalorios en el pelo y un nostril que adorna su hermosa nariz. Me abraza igual que Matheo y me susurra cuánto me ha extrañado. Yo también la extrañé; desde que Camila se fue, ella y yo no hablamos más de nuestra relación. Quedó como una historia triste y apagada. Ninguna de las dos se sentía con fuerzas para tratar ese tema, así que lo dejamos estar...

—Hola, preciosa... —Sonríe con cariño.

—¿Me cuentan qué es lo que me están ocultando? —Los miro a ambos; tienen pinta de culpables.

—Primero que nada —empieza Matheo—, no te enfades.

—Esa es una muy mala manera de empezar a contarme algo —rebato, levantando una ceja.

Entonces, antes de que ellos digan nada, escucho unos pasos sobre la tierra húmeda por el rocío. El olor de su perfume me llega. Es ella, ha vuelto, lo sé. Al mirar a mis amigos, leo en sus ojos lo que ya sospechaba. Me giro para encontrarme con los ojos casi blancos de Lilith, batallando contra los míos.

—Hola, nena. —A su lado está Arioch, me mira con culpa y yo me quedo sin aire.

Mierda. Han vuelto. Eso sólo pueden significar problemas.

Un infierno tras de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora