By Chloe
La salida del sótano fue un momento de alivio y victoria para el grupo. La pesada carga del vaso de Nanteos en nuestras manos nos daba una sensación de logro que se reflejaba en nuestros rostros cansados. El aire fresco y la luz tenue del atardecer eran un contraste refrescante con la opresiva oscuridad del sótano.
Mientras avanzábamos hacia la salida de la capilla, me permití una breve sonrisa al ver el semblante de satisfacción en los rostros de mis compañeros. Habíamos logrado nuestro objetivo. La tensión de la batalla y la ansiedad de la búsqueda estaban comenzando a desvanecerse, al menos momentáneamente.
Sin embargo, esa sensación de triunfo se desmoronó rápidamente cuando noté que Arioch había comenzado a caminar de manera inestable. A medida que nos acercábamos a la salida, su paso se volvió vacilante, y su rostro mostraba un dolor intenso que no podía ocultar.
—Arioch, ¿Estás bien? —pregunté con preocupación al verlo tambalearse.
Él intentó sonreír, pero la expresión de dolor en su rostro era evidente. Justo cuando cruzamos el umbral de la capilla y el sol comenzó a iluminar nuestras caras, Arioch se desplomó en el suelo con un rugido ahogado de agonía. El vaso de Nanteos, aún en las manos de Daiani, se tambaleó momentáneamente antes de que ella lo sujetara con firmeza.
—¡Arioch! —grité, corriendo hacia él mientras el resto del grupo se agrupaba alrededor.
Daiani se arrodilló a su lado, revisando las heridas de Arioch con una expresión grave. Rober, que había seguido de cerca, se inclinó sobre él con preocupación. La herida en el costado de Arioch era más grave de lo que había parecido en el fragor de la batalla. La hoja que lo había cortado estaba claramente envenenada, con un tinte verdoso en el borde de la herida que indicaba la gravedad de la situación.
—¡No puede ser! —exclamó Daiani, con voz temblorosa—. El veneno es potente. Si no conseguimos un antídoto rápidamente, no sobrevivirá.
El grupo se movió con una urgencia frenética. Lilith se alejó en busca de cualquier recurso que pudiera ayudar, mientras que yo trataba de mantener la calma y pensar en un plan. El veneno estaba actuando rápidamente, y la situación se volvía cada vez más desesperada.
—Necesitamos buscar ayuda —dije con determinación—. No podemos perderlo ahora.
Rober se levantó de un salto y miró a su alrededor. —Hay un pequeño pueblo cerca. Tal vez podamos encontrar a un curandero o algún especialista en remedios. Debemos apresurarnos.
—Lilith, ¿Qué encontraste? —pregunté al verla regresar con una bolsa de suministros médicos y una expresión de esperanza y preocupación.
—No mucho, pero tengo algunas hierbas y ungüentos que podrían ayudar a estabilizarlo temporalmente —respondió Lilith, desplegando los suministros con rapidez.
Daiani comenzó a aplicar las hierbas y ungüentos a la herida de Arioch, mientras Rober y yo ayudábamos a trasladarlo. La ansiedad y el miedo eran palpables mientras intentábamos estabilizarlo y llevarlo al pueblo cercano.
Cada paso hacia el pueblo era un desafío, con Arioch debilitado y con el veneno avanzando en su sistema. Mi mente estaba centrada en encontrar la ayuda que necesitábamos para salvarlo. El destino de nuestra misión y el bienestar de Arioch estaban ahora entrelazados de manera inextricable, y no descansaríamos hasta asegurar que recibiera el tratamiento que tanto necesitaba.
El viaje al pueblo cercano se volvió una carrera contra el tiempo. El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojos y naranjas que contrastaban con el creciente sentimiento de urgencia. Arioch, debilitado y pálido, estaba apenas consciente, su respiración era irregular y su pulso débil.
Rober lideraba el camino con determinación, y Daiani, concentrada en mantener la calma de Arioch, aplicaba los remedios que Lilith había reunido. El trayecto se hacía arduo, con el terreno accidentado y la noche acercándose rápidamente. Cada paso parecía una eternidad, y la desesperación nos empujaba hacia adelante.
Finalmente, a lo lejos, las primeras luces del pueblo comenzaron a brillar, como faros de esperanza en medio de la oscuridad creciente. Los edificios, modestos y en su mayoría de piedra, parecían ofrecer una promesa de alivio.
Cuando llegamos a la entrada del pueblo, un par de aldeanos nos miraron con curiosidad y alarma. Rober, con la voz firme pero urgente, se dirigió a ellos:
—¡Necesitamos ayuda médica de inmediato! Uno de nuestros compañeros está gravemente herido y envenenado.
Los aldeanos, alarmados, nos guiaron rápidamente hacia una pequeña clínica local. La estructura era sencilla, con paredes de piedra y una ventana iluminada con una tenue luz. Dentro, un anciano médico con una larga barba y ojos cansados nos recibió con una mezcla de preocupación y curiosidad.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó el médico, observando a Arioch con un ojo clínico.
—Fue herido por una hoja envenenada —explicó Daiani con voz temblorosa—. Necesitamos un antídoto o cualquier tratamiento que pueda salvarlo.
El médico asintió, tomando un breve momento para evaluar la situación antes de dirigirnos a una mesa de trabajo. Allí, comenzó a preparar un brebaje con hierbas y ingredientes que sacó de frascos y frascos, mientras su asistente preparaba una camilla.
—Esto es un veneno bastante fuerte —dijo el médico mientras mezclaba los ingredientes—. Necesitará un antídoto potente y cuidados intensivos.
Arioch, aún en un estado de semiinconsciencia, emitía gemidos de dolor. Daiani permaneció a su lado, sosteniéndole la mano mientras el médico trabajaba rápidamente. Lilith y yo ayudábamos a acomodar a Arioch en la camilla, manteniendo la presión sobre la herida y asegurándonos de que estuviera lo más cómodo posible.
El antídoto fue administrado con precisión, y el médico se dedicó a observar los efectos. La tensión en la sala era palpable; cada minuto parecía una eternidad mientras esperábamos ver si el veneno empezaba a ceder. La lucha contra el tiempo y el veneno se reflejaba en el rostro cansado de todos nosotros.
—La administración del antídoto está ayudando —comentó el médico con un tono de alivio—. Sin embargo, aún es pronto para cantar victoria. Debemos seguir observándolo y administrarle cuidados adicionales durante la noche.
Rober, Daiani y yo nos asentamos en sillas cercanas, con los nervios de punta, mientras Lilith buscaba algo de comida y agua para todos nosotros. El ambiente estaba cargado de preocupación y tensión, pero también de una tenue esperanza. Habíamos conseguido salvar a Arioch, al menos por ahora, y eso nos daba un respiro.
A medida que la noche avanzaba, Arioch comenzó a mostrar signos de estabilización. Su respiración se volvió más regular y su color se empezó a normalizar. Aunque aún estaba lejos de estar fuera de peligro, la intervención del médico y el antídoto parecían estar haciendo efecto.
Nos turnamos para vigilarlo y darle ánimo. En ese pequeño rincón del mundo, en medio de la noche galesa, nos aferrábamos a la esperanza de que Arioch se recuperara y pudiéramos seguir adelante con nuestra misión. La batalla contra el veneno había sido tan dura como la enfrentada en la capilla, pero nuestra determinación de no perderlo nos mantenía fuertes.
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Un infierno tras de mí
Teen FictionSegunda parte de El Despertar de los Mundos. Historia coescrita con Blondewriter. Desde la muerte de Camila, todo ha cambiado para nuestros personajes, ahora se sienten perdidos y rotos. ❌🚫 No se permite la impresión de esta obra, ni la venta ilega...