2. Te extraño

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By Arioch

Ha pasado un año desde la muerte de Camila y su rostro sigue persiguiéndome a donde quiera que vaya. Aún puedo recordar cada noche, al cerrar los ojos, los gritos de Daiani suplicando que su amiga le fuese devuelta. En ese momento, un recuerdo de cuando mis padres murieron en el incendio vino a mi mente. Pierdo la cuenta de las veces que recé y supliqué, todo en vano, igual que esta vez.

—Oh Dios mío, Camila, no —Matheo se arrodilló junto a ellas, mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.

Chloe también rompió a llorar y se unió a ellos en un abrazo de consuelo. No me atreví a mirarlos. He pasado por esto antes, perder a alguien que amas, pero esta vez se siente diferente; mi vida se ha esfumado junto a la de Camila, como si estuvieran unidas. Lilith intentó acercarse, pero la ira y el rechazo de Daiani la echaron del lugar.

—¡Sabías todo esto desde el principio! —gritó, envuelta en su propia ira.

—Didi, yo no sabía que Cami... yo... lo siento —veo cómo mi única familia intenta acercarse a la mujer que ama, pero ella la rechaza de inmediato.

—¡NO LA LLAMES ASÍ! No te permito que la llames así. La única razón por la que no te mato es porque sé que Camila no lo habría querido, pero será mejor que te largues; mi amiga no necesita hipócritas llorando por ella.

Lilith no dijo nada, simplemente desaparecimos. Al día siguiente fue su entierro. No me atreví a hacer acto de presencia dadas las circunstancias, así que presencié todo desde lejos. Jackie estaba abrazada a Chloe, llorando desconsoladamente. Matheo llevaba un gran ramo de dalias, las favoritas de nuestra chica. El padre de Camila estaba arrodillado junto a la tumba de su hija. No sé qué le habrán dicho sobre la repentina muerte de esta. No ha derramado ni una lágrima en todo el tiempo que lo observo. Puedo ver en su mirada la ira. ¿Acaso sabe qué fue lo que le provocó la muerte a su hija? No, ha de ser la ira del momento de la pérdida; todavía no entiende cómo el mundo pudo quitarle a su familia. Daiani se acerca a él y posa una mano sobre su hombro. Ambos se abrazan, luego él se levanta y le cede el lugar. Ella se inclina, igual que Rober, y golpea la tierra con los puños una y otra vez mientras llora. Grita de dolor, y yo tengo que apartar la mirada. Poco después, deposita un libro encima de la lápida y alcanzo a oír:

—Tenías razón sobre las constelaciones y las personas. Cuanto más piensas y quieres a alguien, más brilla, y hoy, querida amiga, esta noche no puedo imaginarme un cielo más brillante, lleno de gente queriéndote y recordándote.

Pasan unas horas en las que una cantidad innumerable de personas la lloran y le dan el pésame al padre. Espero a que todos desalojen el lugar para poder acercarme. Miro la foto de ella en la lápida, donde aparece junto a su madre en la orilla de la playa, ambas sonrientes. Alzo la mirada al cielo y pienso que, al menos, están unidas de nuevo. Sin embargo, ese pensamiento no funciona; siento un vacío, el corazón roto y una ira que nunca había sentido. Golpeo la pared con los puños hasta agrietarla, maldiciendo una y otra vez. Echo un último vistazo a su tumba mientras me quito el anillo que perteneció a mi madre y lo coloco junto al libro de Daiani.

—¿Sabes una cosa, Camila? Tu madre tenía razón en algo: tu voz era tan poderosa que no solo silenciaba las voces a tu alrededor, sino que era capaz de silenciar al mundo, aportándonos esa paz y luz que siempre transmitiste. "Enamórate de ti misma todos los días" —recuerdo—. No sé si tú cumpliste con ello, pero yo sí me enamoré de ti todos los días, desde el momento en que nuestras miradas se cruzaron a través de aquella ventana.

Sin embargo, aquí estoy, borracho y solo, ahogando penas en un club, con una morena intentando aliviarme las penas en la barra americana. La chica fija sus ojos castaños en los míos y me pregunta dulcemente:

Un infierno tras de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora