50. Belfegor

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By Arioch

El dolor es insoportable. Cada latido de mi corazón es un martillazo en mis venas, un fuego que arde con una intensidad inhumana. Me retuerzo en esta maldita cama de hospital, intentando aferrarme a la realidad, pero cada segundo que pasa siento que me estoy hundiendo más en un abismo de sufrimiento. Estoy sudando a mares, cada gota de sudor es como veneno goteando de mi piel. Me siento atrapado, encarcelado en mi propio cuerpo, mientras este maldito veneno se esparce, devorando cada parte de mí.

Intento respirar profundamente, pero el aire que entra en mis pulmones es como vidrio afilado, rasgándome por dentro. Me aferro a las sábanas, buscando algún ancla que me mantenga conectado a la realidad, pero todo se está desmoronando. Los pitidos de los monitores suenan cada vez más erráticos, como si mi corazón estuviera en una carrera loca hacia un precipicio.

Y entonces, siento algo extraño. La cama bajo mí... está cambiando. Al principio, pienso que es otra alucinación, solo un truco más de este veneno maldito. Pero no. Esto es diferente. La suavidad de las sábanas se desvanece, reemplazada por una frialdad húmeda que se arrastra por mi piel. Abro los ojos, y lo que veo me deja helado.

Las paredes del cuarto están siendo devoradas por una oscuridad líquida. Un agua negra y densa que fluye desde las esquinas, desbordando por el suelo, subiendo por las patas de la cama. Los monitores chisporrotean y se apagan, la luz parpadea antes de ser tragada por la oscuridad. El sonido del agua llenando el cuarto es lo único que puedo escuchar, un murmullo espeso y ominoso que parece venir de todas partes.

Trato de moverme, pero mis brazos y piernas pesan una tonelada. Es como si la gravedad misma me estuviera aplastando contra el colchón. El agua negra me rodea, subiendo más y más, un abrazo frío que me roba el aliento. Siento cómo se me eriza la piel, cada fibra de mi ser grita en pánico, pero estoy paralizado, atrapado en esta pesadilla. El líquido sigue subiendo, cubriéndome hasta la cintura, luego hasta el pecho. Mi respiración se vuelve jadeante, pero no consigo llenar mis pulmones. El aire es espeso, como si estuviera inhalando humo.

Mi visión se vuelve borrosa, y empiezo a ver cosas bajo la superficie del agua. Sombras retorcidas que se mueven, acechando, esperando. Mi corazón late con fuerza, cada golpe retumba en mi cabeza. El agua sigue subiendo, ahora llega a mi cuello. El frío se infiltra en mis huesos, congelando hasta mi alma. Intento gritar, pero cuando abro la boca, el agua negra se precipita hacia adentro, llenándome, ahogándome.

Mis pulmones arden mientras el líquido espeso los invade, y todo mi cuerpo se convulsiona en un esfuerzo desesperado por liberarse. Pero no hay escapatoria. La cama bajo mí desaparece por completo y siento cómo soy arrastrado hacia abajo, como si una fuerza invisible tirara de mí, hundiéndome más y más en la oscuridad.

Caigo, girando en un torbellino de sombras y caos, mientras la realidad se desmorona a mi alrededor. Todo es frío, un vacío interminable donde la única sensación es la presión del agua que me aplasta. Estoy siendo arrastrado, no hacia la muerte, sino hacia algo mucho peor.

Las sombras que me rodean empiezan a susurrar mi nombre, burlándose, riendo. La desesperación me envuelve como una manta de plomo, apretando mi corazón con garras heladas. No hay escapatoria, no hay salvación. Solo esta caída interminable en la oscuridad, hacia un abismo sin fondo.

Lo comprendo entonces, en ese último momento de claridad antes de ser completamente tragado por el pozo negro: estoy siendo arrastrado al Infierno.

Me desplomo en el suelo con un golpe sordo, el impacto reverbera a través de mi cuerpo debilitado. El frío y la humedad del terreno se filtran a través de mi ropa, erizando mi piel. El aire denso y cargado del lugar me llena los pulmones con una sensación de asfixia. Toso, un sonido áspero que raspa mi garganta, y escupo el agua negra que me inunda. Cada respiro es una lucha, como si mis pulmones estuvieran llenos de plomo, pero poco a poco logro despejarlos.

Un infierno tras de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora