3. Estoica

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By Lilith

Está tan hermosa como el día en que la perdí. Verla de nuevo me está destrozando el corazón. He perdido la cuenta de las noches que he llorado y gritado por ella, de las peleas y carreras ilegales en las que me metí para que la adrenalina la sacara de mi cabeza, aunque fuera por un solo segundo. Todo fue en vano, porque en el momento en que me detenía, su sonrisa se dibujaba en mi mente como un tatuaje grabado en lo más profundo de mi piel. Juré que no volvería a enamorarme, que no miraría a nadie más con los ojos que, bien lo sé, le pertenecen solo a ella: a su voz, a su cuerpo, a su piel, a su ser... Nunca más la volvería a ver o escuchar, y había hecho las paces con mis demonios internos respecto a ello. Era lo mejor para ambas, así no le haría más daño. Pero todo se detuvo cuando Chloe y Matheo aparecieron en mi casa de esa manera.

—Sé que ha pasado mucho tiempo y que no te esperabas nuestra visita, pero se trata de Didi y Cami. Hay una posibilidad de traerla de vuelta, y necesitamos que tú nos lleves hacia ella.

Una oportunidad de enmendar mis errores y los de Arioch, de devolverle lo más preciado a la dueña de mi corazón. Traer de vuelta a Camila arreglaría todos nuestros problemas, tal vez incluso me perdonara... Una oportunidad para volver a vernos, aunque me fulmine con sus ojos negros. Vale la pena con tal de saber que me mira de nuevo, justo como en este instante. Aunque creo que, si las miradas mataran, ya me habría fulminado. Trago saliva, nerviosa. Nunca pensé que me sentiría tan débil al tener sus ojos sobre mí otra vez. Antes solía ser yo quien la hacía sentir así, y ahora soy yo la que se siente como una niña enamorada. Vaya, ha cambiado tanto desde la última vez que la vi... Su cabello está más oscuro; ya no hay rastro del negro que antes adornaba sus mechones. Ahora, en cambio, está todo rojizo. Su cara parece más afilada y sus labios más gruesos, aunque tal vez eso sea porque me muero por besarlos, y se ven más apetecibles que nunca.

—Hola, nena —digo, tratando con todas mis fuerzas de evitar que me tiemble la voz—. ¿Sorpresa?

—¿Sorpresa? —pregunta incrédula después de un largo silencio—. ¡¿SORPRESA?! —y ahora está gritando.

Miro a los dos querubines y a Arioch. Los tres se han escondido detrás del coche en el que venían. Malditos cobardes. Ella comienza a golpear mi pecho con lágrimas en los ojos. No me defiendo, no me muevo, ni me quejo. Sé que me lo merezco.

—T-Tú... —me mira iracunda—. Por tu culpa ella... —ni siquiera es capaz de decirlo.

Asiento solemnemente. No voy a discutir, a negarlo o tratar de defenderme; no serviría de nada. Me he ganado su odio a pulso. Traicioné su confianza por completo y jugué con su corazón. No tengo derecho a rechazar ningún ataque que dirija hacia mí.

—¿Por qué estáis aquí? —dice apenas sin voz. Me mata verla así, y me destruye aún más saber que pude haber evitado todo esto y que solo ayudé a que sucediera.

Miro hacia los querubines y ella sigue mi mirada. Se encuentra tan perdida, parece tan frágil... Desearía poder abrazarla, protegerla, pero su mayor peligro soy yo; soy quien la ha hecho sentirse mal e insegura sobre la tierra que pisa.

—Bueno, igual es mejor que os sentéis para esto. La historia va a ser larga de cojones —habla Matheo, rompiendo el incómodo silencio.

—¡Matt! —le reprende Chloe por decir palabrotas. Son como niños pequeños. Nunca lo reconoceré, pero también los echaba de menos.

Entonces, empiezan a narrar lo que saben. La escena es una verdadera montaña rusa de emociones, desde el desinterés absoluto ante la idea del mundo yéndose a la mierda, hasta el frenesí absoluto con el último dato.

—Daiani solo mató el cuerpo de Camila y el alma de Lucifer. El alma de vuestra amiga sigue viva, solo que está dormida y bajo el recaudo de uno de los nueve dueños del anillo. Tal vez, si Didi tomara el trono, podría devolver no solo la normalidad a la Tierra, sino también la vida a Cami...

Después de eso, todos nos quedamos congelados en el sitio. Juraría que mi exnovia ha dejado de respirar, tal vez incluso de pestañear. ¿Sigue viva?

—Puedo... puedo traer de vuelta a Camila —dice casi en trance. Los querubines asienten esperanzados.

Vuelve a quedarse callada. Asumo que está pensando en todo lo que acaban de contarle. ¿Hacerse cargo del infierno, una simple mortal? ¿Estamos locos? La van a hacer trizas. No hay manera en esta vida de que pueda aceptar un oficio así.

—¿Qué tengo que hacer? —dice con voz firme y decidida.

—Vamos a ver, paremos esto. Quiero a Camila de vuelta tanto como todos vosotros, pero que esto implique la venta del alma de Daiani... No lo veo justo. Está fuera de lugar. ¿Cómo vamos a hacer algo así? —interrumpo, azorada.

—¿Desde cuándo te preocupa mi bienestar? —corta mis palabras de manera abrupta—. He dicho que lo haré. No creo que sea tan complicado ser un demonio; solo tengo que mentir a todos aquellos que me importan. —Eso ha sido un golpe bajo.

Puedo ver cómo me mira con odio, un odio que tapa y disfraza un dolor muy profundo y evidente, algo que yo causé sin remordimientos ni segundos pensamientos. Muerdo mi labio inferior, guardando silencio. No me atrevo a decirle nada más. No es mi lugar; no me siento con derecho a dirigirle la palabra. Mis ojos se cruzan con los de Arioch, quien me mira callado. Puedo ver cómo le brillan las pupilas ante la noticia de lo de Camila. La quiere de vuelta, no va a pensar con claridad en el bienestar de Daiani. Nadie se pondrá de mi lado por mucho tiempo en este largo viaje al centro de la Tierra.

Un infierno tras de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora