By Arioch
Lilith termina de explicar detalladamente cada uno de los anillos marcados en un detallado mapa, luego se echa a un lado y me hace una señal para que continúe con lo que parece una presentación de escuela.
—Por Dios, ¿Pero aún hay más cosas? —protesta Matheo con un largo lamento.
Chloe le hace una señal para que se calle y me mira fijamente en señal de que continúe. Eso se agradece.
—Aunque el simulador de Rober es un gran ejemplo de lo que nos espera al otro lado de las puertas del infierno, hay algo que debéis saber... —hago una pequeña pausa ante los ojos de intriga del resto—. Los nueve círculos son altamente peligrosos. Estamos diciendo hola a nuestro fin, en pocas palabras...
—Genial, aún no hemos empezado y ya estamos muertos —se vuelve a quejar el exasperante ángel.
Lilith le da un codazo de manera ruda en las costillas.
—¡Au!
Pongo los ojos en blanco y continúo con mi explicación.
—Como todo, Matheo —digo, recalcando su nombre—, hay una solución. Dios creó a otros dioses inferiores para repartir cargos y poder. Son los que conoceríamos hoy en día como los dioses de la mitología griega. Cada uno de ellos representaba un elemento, sentimiento o polémica. Para ser más precisos, Zeus sería un elemento, ya que es el dios del rayo; Afrodita es un sentimiento, representa el amor principalmente, además de la belleza y el deseo; y luego tendríamos a Ares y su polémica de ser el dios de la guerra.
—Cada uno de estos dioses creó otros seres, como las sirenas, quimeras, etc., y les otorgó una serie de elementos que durante años el ser humano ha anhelado —añade Lilith—. Para traer a Camila de vuelta y que el ritual funcione, necesitaremos tres elementos que ahora Arioch os explicará más detalladamente.
—Bien, el primer elemento es el anillo Nibelungo. Actualmente se desconoce si tiene propietario, ya que su última dueña, Burnilde, se quitó la vida —hago una mueca—. Cuentan que Andvari maldijo el anillo de manera que todo aquel que lo posea caería en desgracia. Se dice que su último paradero es la joyería Cartier, en la capital francesa, guardado en una caja fuerte bajo suelo. Su nuevo propietario ha encontrado un artilugio del antiguo Egipto que lo protege de la maldición.
—Genial, pasamos de matar demonios a convertirnos en Tokio de la Casa de Papel —dice Daiani en tono sarcástico.
—Intentaré negociar con el propietario el precio de la reliquia —intenta convencer Rober con voz calmada.
—Actualmente está valorado en 1,5 billones de dólares... —dice Chloe mientras busca en internet.
Veo cómo a Rober se le sale el alma del cuerpo al escuchar tal cantidad.
—Querida, a veces hasta los más ricos roban pan en tiempos de hambre —sonrío para mis adentros. El robo siempre me ha resultado fascinante.
—Bueno, al grano, ¿Qué es lo que sigue? —me exige Daiani con clara impaciencia.
—El vaso de los Nanteos, conocido como la copa que Jesús utilizó en la Última Cena, se encuentra en Gales del Norte. En la Edad Media se le atribuyeron propiedades curativas; se dice que cura el alma a todo aquel que beba de ella —narró—. Por último, necesitaremos llenar la copa con las aguas de la vida y la muerte. Son aguas de resurrección; pocos se han atrevido a buscarlas ya que están custodiadas por Baba Yaga, una bruja arcana anciana y huesuda con dientes de acero. Se alimenta de carne humana, preferiblemente la de niños; sus dientes le permiten desgarrar con facilidad los huesos de sus presas.
—Bravo, mi trauma infantil sale a relucir... —veo cómo Matheo se mueve incómodo de un lado a otro como un niño asustadizo.
—¿Eso es todo lo que necesitamos saber? —pregunta Daiani con voz autoritaria. Yo asiento.
—Muy bien, chicos, nos vamos. Nuestro primer destino es París, Francia.
Partimos de madrugada en un vuelo directo en primera clase. El aeropuerto estaba repleto y parecíamos celebridades entre los chándales negros, gorras y gafas de sol. Todos íbamos en esa dinámica, todos salvo Matheo, el influencer divazo del grupo, que no podía ir nada más y nada menos que con un polo rosa, pantalón a cuadros y un suéter amarrado, diversos collares y una gorra del mismo color que el suéter. Parecía un niño pijo que va un sábado por la tarde a jugar al pádel, pero si creéis que su look ya es llamativo de por sí, las siete maletas se llevan la palma.
—Matheo, dijimos solo lo esencial... —le comunica Chloe.
—Claro, aquí va lo esencial y aún me he deshecho de cosas súper necesarias.
—¿Se puede saber qué tantas esencias llevas para siete maletas? —pregunto mientras abro una de sus maletas. Para mi sorpresa, está llena de rollos de papel higiénico. Todos lo miramos atónitos.
—Sé que quizás me voy a arrepentir de esto, pero... ¿rollos de papel higiénico? —pregunta Daiani inspeccionando uno.
—Ay chicos, venga, quiero experiencias internacionales. No me digáis que no es necesario... —está más rojo que la maleta de Lilith.
—Mientras no te volvamos a pillar en la cama con Arioch, por mí haz lo que quieras —se burla Lilith.
—¡ESO NO VA A VOLVER A PASAR! —gritamos a la vez.
—Un momento... ¿Vosotros dos os acostasteis? —pregunta Rober incrédulo.
—Papá, el avión está a punto de despegar. ¿Por qué no vamos subiendo? —lo empuja Daiani para desviar su atención y evitar tener que explicarle el revolcón que nos hemos echado en su casa.
Pasa por nuestro lado con las maletas y nos echa una mirada asesina, y realmente, si las miradas matasen, ya habría muerto muchas veces. Primera clase es un lujo: servicio exquisito, televisor de pantalla plana, comida gourmet. Sin embargo, no lo llego a disfrutar; mi mente vuelve a jugarme una mala pasada en el momento en que decido cerrar los ojos. Su cabello se mueve con la brisa del viento, me sonríe desde lo lejos, está a punto de decirme algo, pero un cuchillo le atraviesa el pecho. Despierto sobresaltado y sudado; todos están durmiendo, todos salvo Daiani, que se da cuenta de mi repentino sobresalto.
—¿Pesadillas? —pregunta sin mirarme. Asiento. —Con el tiempo te acabas acostumbrando; si no, siempre puedes optar por no dormir, como yo...
Se hace un silencio breve hasta que decido decirle lo que tendría que haber dicho hace mucho tiempo.
—¿Sabes qué? Puede que estas pesadillas sean de las peores que he tenido en mi vida y, a pesar de los sobresaltos y sudores, prefiero mil veces esto a estar despierta. Al menos, aunque sea solo unas milésimas de segundo, ella está.
Entonces me mira, sus ojos oscuros se funden con los míos, muerde su labio pensativa, valorando si decir algo o no.
—Yo también sueño con ella... —dice mientras me vuelve a dar la espalda y se acomoda para dormir.
Daiani, sé que esto no cambia nada, pero pronto no solo la verás en sueños. Pienso acabar con la vida misma si eso la trae de vuelta.
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Un infierno tras de mí
Teen FictionSegunda parte de El Despertar de los Mundos. Historia coescrita con Blondewriter. Desde la muerte de Camila, todo ha cambiado para nuestros personajes, ahora se sienten perdidos y rotos. ❌🚫 No se permite la impresión de esta obra, ni la venta ilega...