Runaway

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La destrucción de la humanidad era algo que todos sabían que tarde o temprano terminaría sucediendo. Era inevitable tomando en cuenta los hábitos que la humanidad había estado manteniendo, explotando el ambiente, contaminando, haciendo falsas promesas de mejorar, usando combustibles sin control y manteniéndose renuente a hacer algo contra la realidad.

El mundo se consumió poco a poco y unos pocos lograron sobrevivir pero los suministros eran escasos y no quedaba casi nada del mundo que muchos habían conocido antes de aquella enorme catástrofe. Las pocas personas que quedaban se las arreglaban para vivir, haciendo distintos trabajos o buscando entre los escombros de farmacias y antiguos centros comerciales aunque ya casi todo había sido saqueado.

El gobierno enviaba ayuda de vez en cuándo pero todos sus esfuerzos y recursos estaban centrados en otra cosa. Mantenían en secreto sus estudios y experimentos sobre fertilidad, intentando repoblar la tierra más rápido.

Las mujeres que quedaban no eran suficientes para hacerlo y se temían que terminarían por morir antes de dar a luz a un nuevo bebé, así que comenzaron a considerar centrar sus experimentos en hombres. Si hombres y mujeres era fértiles podrían alcanzar su meta con más facilidad.

Gerard había pasado toda su vida en un laboratorio. Sus padres lo habían entregado al gobierno antes de morir a causa de una enfermedad, confiando en que ellos se encargarían de darle al menos alimento y un lugar para dormir, jamás se habían imaginado que el precio por eso sería su libertad y los experimentos a los que sería sometido. 

—Hola Gerard—. La voz de aquella mujer sonó mientras se acercaba a él. —¿Dormiste bien?—. Preguntó mientras revisaba algunos documentos que llevaba en las manos.

La única razón por la que sabía su nombre era por esa mujer. Era mayor y siempre llevaba puesta la bata de laboratorio junto a su identificación en la cuál podía leerse su cargo, su acceso autorizado y su nombre, Linda.

Siempre había tratado a Gerard de manera diferente y solo ella lo llamaba por su nombre y no por el estándar de sujeto 00193. Sí, era una de las encargadas de sus experimentos poco morales pero también se encargaba de que estuviera bien, a veces incluso podía ver el arrepentimiento en su mirada cansada.

—Dormí bien—. Respondió, recostado en la camilla en la que unos enfermeros de menor rango le habían colocado antes, atando sus manos y sus piernas para que no luchara y por supuesto evitar que escapara.

—¿Alguien te molesto?—. Su mirada seguía fija en los papeles.

—Uh... No, nadie—. La observó asentir y después colocó los documentos en la misma mesa en dónde tenía instrumental médico. —Te daré algo para que te relajes—. Tomó una aguja y una pequeña botella de cristal con un líquido transparente adentro, así era como Gerard sabía que los experimentos en él comenzarían así que solo cerró sus ojos, esperando a que el dolor pasara.

(...)

—Gerard, arriba—. La mujer lo movió, intentando despertarlo y hacerlo ponerse de pie. —Tenemos que irnos—.

Las alarmas del lugar taladraban la cabeza del menor, haciéndolo sentirse más confundido de lo que ya se encontraba. 

Linda logró hacerlo ponerse de pie y lo colocó su abrigo encima, empujándolo por los pasillos para que fuera deprisa. Terminaron corriendo mientras las alarmas sonaban cada vez más fuerte y las luces rojas que iluminaban el lugar denotaban la emergencia de la situación aunque Gerard aún no sabía lo que estaba pasando.

La mujer abrió la puerta, pasando su tarjeta de acceso por el lector. Gerard pudo ver el exterior, completamente oscuro.

—Tienes que irte—. Mencionó mientras buscaba algunas cosas en sus bolsillos.

𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭'𝐬 𝐌-𝐏𝐫𝐞𝐠 | 𝐅𝐫𝐞𝐫𝐚𝐫𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora