Let Me Be

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Bien, tal vez se había sobrepasado un poco y definitivamente su reacción había sido desmedida pero tampoco era todo culpa suya. La noticia de tener un bebé en camino lo hizo perder la cabeza y ahora necesitaba arreglar lo que había hecho.

Gerard era su vecino, vivían el uno junto al otro y aunque al inicio apenas se saludaban ahora su relación había ido mucho más allá. Habían acordado que solo serían encuentros casuales y así era, se veían para tener sexo en el departamento del otro, tal vez pasar un rato juntos y después volvían a sus propios asuntos.

Frank no sentía la necesidad de nada más. Tenía una vida buena, una vida completa y que le gustaba. No se preocupaba por dinero y su trabajo era algo que amaba hacer así que todo estaba en orden y le gustaba mantener ese orden pero con la noticia del embarazo supo rápidamente que su vida iba a ponerse de cabeza. 

—Quiero tenerlo—. Observó incrédulo al pelinegro al escuchar aquello salir de su boca.

—¿Acaso te volviste loco? No, ni de coña pienses en tenerlo—.

—¡Es mío!—.

Ahora Gerard se arrepentía de haberle dado la noticia al tatuado, tal vez hubiese sido mejor mantenerlo en secreto, alejarse de él y criar a ese bebé por su cuenta.

—Gerard, te lo ruego... No tengas a ese bebé—.

Definitivamente esa no era la reacción que esperaba. Cuándo descubrió su embarazo se ilusionó bastante, estaba feliz de poder tener un bebé y aún más si era de Frank. Ya no quería seguir teniendo sexo casual, estaba dispuesto a formar una familia con él.

—Estás actuando como un imbecil—.

—Sólo trato de que no arruines nuestras vidas, yo no quiero a esa cosa—. Bien, eso había sido cruel.

Gerard rompió en llanto y empujó al más bajo fuera de su departamento. Podía entender que no lo quisiera y que tampoco quisiera al bebé que venía en camino pero no que fuera un patán con ellos.

El futuro padre cedió y se fue, suspirando antes de entrar a su propio departamento y azotar la puerta. Se dejó caer en su cama y un pequeño perro se subió junto a él así que lo abrazó, comenzando a acariciarlo.

Durante los siguientes días comenzó a sentirse arrepentido de sus palabras y después de hablar con su madre había entendido que se había sobrepasado y había herido cruelmente los sentimientos del pelinegro aún más encontrándose embarazado de su propio bebé.

Intentó llamar a su puerta pero nunca le abrió, sus mensajes y llamadas tampoco eran respondidas. Cuándo ya llevaba una semana sin verlo comenzó a preocuparse.

Una mañana salió del departamento para poder ir a su trabajo pues necesitaban que estuviera ahí para revisar un par de cosas pero se quedó a medio camino mientras veía a dos hombres sacando las cosas del departamento de Gerard.

Se acercó para preguntar por él y reconoció que uno de ellos era el hermano de Gerard pues lo había visto algunas veces cuando llegaba a visitarlo, de hecho la primera vez se confundió y llamó a su puerta en lugar de la de su hermano.

—Hola, ¿Gerard se va?—.

—Oh hola... Sí, va a mudarse de vuelta con nosotros—.

—¿Por qué?—. Ya sabía la respuesta de todas maneras.

—Está embarazado y no queremos que se quede solo durante estos meses, no se ha sentido bien y el padre del bebé... Bueno, no se hará cargo—.

—Ya veo—. Suspiró viendo como un hombre mayor empacaba algunas de las decoraciones del departamento. —Dile que me gustaría hablar con él, por favor, necesito hablar un par de cosas con Gerard—.

El más joven asintió y Frank se fue, dejándolos continuar con su trabajo. Después de ese día esperaba ansiosamente alguna noticia del más alto pero no hubo nada así que poco a poco sus esperanzas se habían ido apagando.

Gerard volvió al departamento días después solo para recoger las cosas que quedaban, un par de cajas y entregar las llaves del que había sido su hogar varios años.

Tomó las cajas y buscó las llaves en su bolsillo para cerrar la puerta.

—¿Gerard?—. Decidió no voltear y siguió intentando poner llave a la puerta. —Déjame ayudarte—.

El tatuado tomó las cajas y las sostuvo mientras Gerard seguía ignorandolo aunque internamente agradeció aquello pues finalmente pudo cerrar. Se dio la vuelta e intentó tomarlas de vuelta a lo que su antiguo vecino se negó. 

—Puedo ayudarte a bajarlas—. Por primera vez desde aquella pelea Gerard le dirigió la mirada y sus ojos estaban llenos de lágrimas justo como la última vez. —Ven—. Lo guió hasta su propio departamento y lo dejó entrar para que se sentara en el sofá. 

Se acomodó a su lado, observándolo limpiar sus lágrimas.

—Quiero disculparme por lo que dije, sé que no fue justo para ti y no es justo que estés haciendo esto tu solo así que... Lo lamento, lo lamento de verdad—. Susurró acercándose un poco más. —Te ruego que me des una oportunidad, déjame darle todo a este bebé y a ti—.

—Tenemos lo que necesitamos—.

—Gerard por favor... Sé que no lo merezco y tu mereces algo mucho mejor, déjame ser ese algo—.

Al final decidió acceder a aquello aunque Frank tuvo que trabajar bastante duro para enmendar el daño que sus palabras habían causado, era increíble ver el poder que unas simplemente palabras poseían y lo fácil que podrían arruinarle la vida a alguien.

Consiguió una casa y se mudó a ella con Gerard para que su bebé pudiera tener una habitación propia cuando naciera. Su cariño hacía Gerard y el bebé crecía al mismo ritmo que el embarazo.

Jamás había planeado ser padre pues se encontraba viviendo su vida tranquilamente y sin preocupaciones o responsabilidades pero debía admitir que ahora la idea de cuidar de ese bebé no le parecía desagradable como al inicio.

Le gustaba hablarle al bebé aún en el vientre del ojiverde y mimarlos con cualquier antojo que necesitarán. No era perfecto pero estaba haciendo las cosas bien y miraba con cariño al pelinegro.

Enamorarse no estaba en sus planes pero la vida le había enseñado que no siempre podía tener todo planeado y bien organizado. Abrazó a Gerard, acariciando suavemente su vientre antes de quedarse dormido a su lado.

𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭'𝐬 𝐌-𝐏𝐫𝐞𝐠 | 𝐅𝐫𝐞𝐫𝐚𝐫𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora