𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭'𝐬 𝐌-𝐏𝐫𝐞𝐠 | 𝐅𝐫𝐞𝐫𝐚𝐫𝐝

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Frank y Gerard llevaban conociéndose prácticamente desde que tenían veinte años, cuándo Frank aún estudiaba la universidad e intentaba hacer que su banda de ese entonces tuviera un lugar importante en la industria musical. No deseaba la fama y toda la locura que traía consigo pero esperaba que en algún momento fuera lo suficientemente afortunado como para poder vivir de ello.

Mikey, su hermano menor, los presentó una noche mientras la banda del más joven se preparaba para presentarse en el lugar, era un bar pequeño y apenas habían personas interesadas en ver la presentación pero honestamente lograr eso ya era bastante para él en ese momento. Resultó que Gerard también estaba iniciando en la industria musical y estaba formando una banda junto a un par de amigos y su hermano así que su plática giró entorno a eso durante toda la noche.

Después de eso se volvieron inseparables. Frank terminó formando parte de la banda que Gerard lideraba, cuándo menos se lo esperaba ya estaba tocando frente a miles de personas y sus álbumes resultaban ser un éxito tras otro aunque los años comenzaban a pasar y las giras, los conciertos, las entrevistas, los artículos sobre la banda y en general todo lo que conllevaba ser famoso comenzaba a agobiarlos, especialmente a Gerard quién no recibía de buena manera toda esa atención sobre él, sobretodo de ciertos temas en específico.

—Nunca quise ser visto—. Comentó el pelirrojo, sentado en su cama del autobús del tour. Comían un poco de comida china mientras estaban sentados juntos en su cama. —Sólo quería ser encontrado—. Tal vez sonaba algo contradictorio para cualquier otra persona que lo escuchara pero para Frank y Gerard tenía todo el sentido del mundo.

Podía ver como toda la atención que Gerard tenía sobre él se volvía cada vez más difícil de manejar y podía verse reflejado en el pelirrojo de ojos verdes. Estaba volviéndose un poco más callado y el agotamiento podía leerse en su mirada por todas las personas que lo conocieran al menos un poco. Estaba llegando a su límite y si seguía así probablemente no tardaría mucho en retomar esos hábitos poco saludables que lo habían estado consumiendo algunos años atrás y que le hacían tanto daño que incluso estuvo a punto de perderlo por siempre, eso era algo a lo que no estaba dispuesto a pasar de nuevo.

—Tal vez... Podríamos terminar esto y descansar, sé como has estado sintiéndote últimamente y no quiero que vuelvas a ello—.

Recientemente habían adquirido una nueva casa que les gustaba mucho más que la anterior pero no habían podido pasar mucho tiempo en ella al estar trabajando en la nueva música y después el tour les hizo imposible poder disfrutar de su nueva casa y convertirlo en un hogar, aún habían cajas sin abrir en su sala de estar que debían revisar para poder decorar y ordenar un poco.

Ambos sentían la urgencia de finalmente asentarse en un lugar que fuera solo para ellos pues prácticamente habían pasado todos sus años de relación encerrados en un autobús, viajando de un lado al otro para dar conciertos, encerrados en mansiones embrujadas o en estudios de grabación.

La banda finalmente rompió por el bien de los cuatro, a partir de ese momento todos eran libres de elegir que camino tomar y de formar sus propias vidas. Finalmente podrían pasar tiempo en casa y dedicarse al hogar tanto como quisieran, ellos podían elegir si ver una película en casa, pasar la tarde en el jardín, pedir comida o explorar un poco sus habilidades culinarias y preparar platillos juntos, podían hacer tantas cosas como quisieran mientras estuvieran juntos. Salir del ojos público había sido una buena decisión después de todo aunque aún estaban aprendiendo un poco más como era llevar una vida cotidiana y normal sin tener más preocupaciones encima.

—Tengamos un bebé—. Propuso Gerard con su cabeza sobre el pecho desnudo de su esposo mientras sus dedos seguían las líneas de tinta en su piel.

—¿Un bebé?—. El tatuado llevó una de sus manos al cabello rojo, acariciandolo lentamente mientras su mirada se mantenía en el techo de la habitación y de vez en cuándo bajando las caricias hasta su brazo, pasando sus dedos gentilmente sobre sus lunares con una sonrisa.