[8] Aether

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Advertencia: Ninguna.

Las lágrimas ardían en la esquina de sus ojos mientras clavaba sus uñas en la palma de sus manos con todas sus fuerzas sin darse cuenta, sintiendo como en cualquier momento su piel se iba a romper y dejando tras de sí varias heridas con forma de m...

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Las lágrimas ardían en la esquina de sus ojos mientras clavaba sus uñas en la palma de sus manos con todas sus fuerzas sin darse cuenta, sintiendo como en cualquier momento su piel se iba a romper y dejando tras de sí varias heridas con forma de media luna. Pero en ese momento era lo único que la ayudaba a no romper a llorar.

Escondida tras un árbol bastante grande en una zona poco transitada sin hacer ni un solo ruido, ayudada de unos cuantos arbustos más que ayudaban a ocultar por completo su figura. Estaba donde Paimon le había indicado que pasaría la tarde Aether mientras ella descansaba tranquila en la posada.

Escuchando atenta todas y cada una de las palabras que le estaba dedicando a la albina del clan Kamisato. Tan similares a las que le había dado a ella tiempo atrás y que habían llegado a ganarse su corazón a pesar de la coraza en la que lo había rodeado, hasta acabar siendo pareja.

Llevando lentamente una mano hacia su pecho, aunque esta permaneció en un fuerte puño justo sobre su corazón, ahora roto en miles de pedazos y esparcido en el suelo como si fuera un montón de basura. Saliendo de detrás del árbol a penas reunió el valor suficiente para enfrentarlo directamente.

Pero las palabras quedaron atoradas de golpe en su boca, su mente quedó en blanco y su cuerpo estaba repentinamente pesado impidiendo que caminara hacia él. Observando atenta como tomaba el rostro de Ayaka con suavidad y cariño, dándole un beso en los labios corto y pasional.

Girándose rápidamente a penas pudo reaccionar, alejándose de ese lugar lo más rápido posible y sin hacer ni un solo ruido. Rompiendo repentinamente a llorar, intentando cortar el llanto rápidamente para que nadie en la ciudad pudiera verla sufrir, pero las gotas saladas seguían bajando sin ningún control por sus mejillas.

Había llegado un par de días antes de lo previsto de la excursión que había hecho para visitar a Kokomi, la cual le había estado ayudando en secreto con el regalo de su (ahora) expareja. Solo para volver ilusionada y encontrarse con esa horrible escena.

¿Por cuánto tiempo había estado viviendo en un completo engaño? 

Si tan solo hubiera tardado lo que tenía planeado inicialmente... hubiera seguido viviendo en una mentira decorada minuciosamente con sonrisas y afecto para que no se diera cuenta del cruel engaño.

Se sentía que se había estado burlando en su cara por ser tan ilusa. Había confiado tan ciegamente en él una vez se le confesó, creyendo que realmente la amaba tan inconcinamente como lo había dicho cientos de veces desde hacía meses.

Entrando finalmente a la habitación donde habían estado viviendo durante su larga estancia en Inazuma, cerrando la puerta con un golpe llamativo, evitando a la mujer que había en la entrada y que le había lanzado una rápida mirada de extrañeza por la falta de palabras de su parte.

Dejándose caer en el suelo, cubriendo su rostro con sus manos, dejando salir toda la frustración de entre sus labios en un grito ahogado, los hipidos incontrolables comenzaban a ser dolorosos, pero poco a poco lograba calmar toda esa frustración e ira, quedando en una calma momentánea.

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