Capítulo I

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Desde la cúspide de mi éxito, contemplo el mundo que he tejido a mis pies. He forjado mi destino desde que era un simple mocoso, trazando un camino de determinación y, sobre todo, de poder.
El poder es parte de mi, se convirtió en mi herramienta esencial, mi as bajo la manga. Mi ardiente deseo de alcanzar cualquier meta que se insinúe en mi mente es la clave de mi logro. Prácticamente, el poder y yo hemos ido de la mano toda la vida.
Cuando eres niño, asistes a las típicas cabalgatas donde figuras disfrazadas de reyes magos arrojan caramelos sin cesar. Allí se refleja el instinto arraigado en los seres humanos, la lucha por obtener la mayor cantidad de dulces posibles. Esa ansia de poder, ese anhelo de abarcarlo todo que tenemos desde bien jóvenes.
Ves a la gente luchando incansablemente, llenando sus bolsillos, las manos, aunque éstas estén abarrotadas; siempre ansian más, siempre buscando más.
El mismo hombre que me educó, fue quien me inculcó todo lo necesario para llegar a la cima en la que reposo, siempre listo para ascender un peldaño más. Podría decir que mi padre era el mejor en esto, pero no es así. Lo superé hace exactamente cinco años, cuando un súbito infarto cerebral lo arrebató, llevándose consigo la reputación que él mismo había forjado. Todos recuerdan a George Styles como un ícono de los negocios, un hombre excelente, prácticamente un genio. Lo único que no pudo llevarse fue su empresa, confiándome las riendas de su creación. Desde un principio, supe que podía superarlo, ensalzando aún más el apellido Styles.
Conservo los cimientos que mi padre estableció, después de años incansables, con la palabra "Poder" grabada en la mente. Eso es todo lo necesario. A partir de ahí, todo ha sido producto de mi ingenio, mi perseverancia, mi astucia. Soy un un maestro en mi dominio, manejándolo a mi antojo.
No admito ni una pizca de inseguridad, de temor, ya que no tienen cabida en mi ser. Todo lo que requiero es más, una y otra vez.
Bebo del manantial del éxito para saciar mi insaciable necesidad, cuando algo no se desarrolla como planeo, siempre busco alternativas. Así debo actuar, paso a paso, con un plan metódico. Un simple tropiezo puede hacerte caer de la cima, arruinando todo el esfuerzo y progreso que has construido. Siempre es crucial planificar cada movimiento, evitando una inminente derrota. El fracaso no me conoce, jamás ha oído mi nombre. No tengo intención alguna de que eso cambie.
Entonces, ¿me considero el mejor manejando el poder? No es una cuestión de consideración, sino de certeza. Soy el mejor.

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Harry Styles, uno de los mayores empresarios del mundo, dirige la marca de moda de StyleSphere, en la que el delicado tratamiento de las prendas y accesorios, además de la elegancia y estilo de éstos, hacen alusión al nombre que maneja la empresa. Distribuyen sin ton ni son a nivel internacional. Numerosas estrellas del cine, moda y música han lucido sus conjuntos, posicionando la empresa en lo más alto de su categoría. Sin embargo, el primer puesto está bastante reñido con otras marcas, creando una lucha que parece que no tiene fin por el momento.

El director general se encontraba en su oficina, en la última planta del gran rascacielos que sobresale en la metrópolis. Su empresa contaba con varias sucursales en el país, pero allí residía la mayor parte de su poder, en la ciudad de Avenbury. Tomaba un café mientras divisaba por los enormes ventanales de su sala, su ciudad, donde vivió y creció. Escuchó la puerta y echó un vistazo a ésta, para después permitirle pasar a quien se encontrara detrás.

Una mujer joven, de buenas curvas y rostro angelical, se asomó hasta el interior de la oficina. Se trataba de Charlotte Anderson, la morena de escándalo y secretaria del jefe. Su piel color chocolate era una auténtica delicia para todos aquellos que buscaban la atención de la mujer. Podría ser perfectamente una de las modelos de la empresa, pero optaba por encargarse de otros puntos, ya que su inteligencia era digna de salir a la luz.

El joven director, de veintiséis años, hizo un gesto con su mano, indicando a la mujer que se acercara. Entre Charlotte y él, había bastantes coqueteos que nunca terminaban en nada. Era una simple atracción carnal, nada más. Casi siempre eran iniciados por ella, que sentía bastante tentación con él, y cómo no tenerla; era un hombre esculpido por los mismísimos dioses. Tenía unos potentes ojos verdes que penetraban en cualquiera, como las fuertes olas que impactan contra la costa. Su fino rostro se delimitaba por una marcada mandíbula, acompañada de una sonrisa que haría caer a cualquiera, con solo ser formada, dejando ver unos hoyuelos al lado de sus comisuras. Y para colmo, uno de sus puntos fuertes: su cabello, compuesto por suaves y ondulados rizos que descansan sobre sus hombros.
Charlotte tomó asiento y cruzó sus piernas. Harry imitó la acción, descansando su cuerpo sobre la cómoda silla.

Duelo de poder || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora