Un Ruidoso Silencio

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 Las vacaciones habían comenzado, Wilhelm podría regresar a su pueblo, estar en los Andes, preparó sus maletas rápidamente tan pronto como llegó a su casa, estaba tan emocionado de poder regresar a sus frescas tierras recorriendo las calles aromatizadas con el mejor café del mundo, el viento acariciando su cara al amanecer mientras caminaba por puro gusto sin un rumbo determinado e infinidad de posibilidades por explorar, encontrarse repentinamente con sus amigos y amigas, congregarse en la pequeña iglesia donde había conocido de Dios, recorrer las montañas, lanzarse en bicicleta al pueblo vecino desembocadero, en grupo con sus compinches tomándose una botellita de Anís y cargando una corneta a todo volumen, en una bajada de placer eterno a toda velocidad, deslizándose por horas sobre la carretera dejando los andes y llegando al llano, ir al Río Ano con sus primas para comer pescado frito, sazonado de limón y sal, a la orilla, acampar en la Laguna de los Cedros, visitar el ártico frío de Niqui tao, practicar deportes extremos en aquellos campos desafiando a la naturaleza, tomar fotos por todos esos lugares coloniales, autóctonos y culturales, leer libros con su abuelo al mediodía acompañados por dos tazas de café mientras compartían sus opiniones, sensaciones y perspectivas, de cada novela y autor, los pueblerinos pasaban al frente de ellos, sentados a las afueras de su quinta, de un lado a otro, y alguno, de vez en cuando, se detenía inevitablemente ante tamaña escena más hermosa, viendo un muy joven abuelo casi niño y su maduro nieto con anciano intelecto compartir con aquel agrado denuedo su amor mutuo y la pasión lectora, al sonido de las rancheras mexicanas más excelsas, cargadas de poesía lírica, que solo un hombre recorrido poco menos de un siglo en las tabernas sabría reconocer, su abuelo le mostraba esas canciones que habían quedado reprimidas en aquellas antiguas vitrolas y rockolas de los años pasados con temas variados entre Jose Alfredo Jimenez, Pedro Infante, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejía, Lucha Villa, María de Lourdes, Dueto América, Dueto Azteca, Los hermanos Zaizar, "como aquel cielito lindo que alegra los corazones", "¡Aaaaay, ay, ay, ayyyy....! Canta y no llores", y mejor sigamos porque si nos desviamos en las anécdotas que pueden escribirse de las inagotables experiencias de un abuelo corazón dorado nunca terminaríamos, dejaremos eso para una próxima historia...

Lo primero que pensó hacer Wilhelm fue planificar una tertulia cultural con sus amigos intelectuales, pintores, literatos, poetas, músicos y bohemios; estaba emocionado de saber qué nuevos libros estaban devorando... también otra de las cosas que más asistía entre sus deseos era saber de Alessandra y cómo le había ido estos meses en su proceso de crecimiento personal; lejos de lo que esperaba, comenzó a escuchar de sus conocidos palabras de juicio atribuyéndole la responsabilidad del sufrimiento y dolor que durante todo ese tiempo había experimentado Alessandra, causada por la culminación de su relación, ella había permanecido consternada en su habitación la mayor parte del tiempo, taciturna y melancólica, preguntándose mil cosas sin conseguir respuestas. Inevitable, tal vez, al enterarse Alessandra del regreso de Wilhelm, buscó un encuentro con él que pudiera ayudarla a responder alguna de sus incógnitas. Se citaron en un paraje cercano, alejados, rodeados de la brisa y el cantar de los pájaros, para conversar sus inquietudes, sueños rotos y al mismo tiempo en un ambiente que auspiciaba nuevas ilusiones. Ella le expresa a su amado la pesadilla que fueron esos días sin él, y sobre todo sin comprender, la tristeza y el llanto que la han acompañado sin querer dejarla, esperando una palabra de parte de él que no escucha y en medio de sus lágrimas, Wilhelm la abraza para darle consuelo, empatizando con su dolor, él, varón entendido en cuitas, pensaba hay momentos que las palabras son inútiles cuando alguien sufre, ya que por muy hermosas sean las mismas, no podrán hacer que el dolor que se experimentó desaparezca de nuestras vivencias, ¡Qué hombre más sabio! Tal vez ese fuese el motivo por el que las mujeres nunca consiguieron seducirlo había encontrado refugio en la sabiduría, el bien más preciado entre todos los bienes, él estaba enamorado primero de la hermosa sabiduría y ¿Qué otra belleza humana podría compararse con ella?, por ello solo guardo silencio y le ofreció todo el amor, consuelo, alivio que pudo brindarle con ese abrazo, ella poniendo toda su esperanza en ese momento luego se da cuenta de que él no dijo palabra alguna, ensimismada en su aflicción no puede darse cuenta de que estaba recibiendo el abrazo más afectuoso, entrañable, amoroso, apasionado, tierno, dulce, cariñoso, suave, placentero, apreciado, alucinante, deslumbrante, fascinador, encantador, seductor, íntimo, maravilloso, pleno, completo y más... que alguna vez en su vida hubiera podido recibir. En ocasiones, Dios nos aleja de lo que queremos para obsequiarnos algo mejor y muchas veces por nuestra obsesión en aquello que nosotros queremos nos negamos a ver otra cosa y recibir lo mejor para nosotros que Dios anhela amarnos; Alessandra, en su querer recibir unas palabras de Wilhelm, no pudo disfrutar de la mejor muestra de amor que en su vida habría podido recibir, y además de parte de nuestro noble caballero, si ella hubiera sabido que Dios quería amarla ahí en medio de ese cálido y sencillo abrazo de su amado, de haber tenido el discernimiento de entender que el sentido de su vida giraba en torno a quedarse en medio de esos fuertes y gruesos brazos, si hubiera postergado un momento las palabras que deseaba oír y hubiera contemplado más allá de su congoja, entender el plan de Dios. Lastimosamente, no fue así, tomó el intrincado camino que casi todos escogemos, decidió comprender a través de la humillación y el dolor condenándose ella misma a creerse indigna de amor, ella se suelta del abrazo de su amado después de unos minutos y se marcha con lágrimas en sus ojos para no volver jamás... en esta oportunidad no sería cómo en el pasado cuando se peleaban y siempre regresaba arrepentida, por primera vez se iría sin volver atrás; Wilhelm se queda allí, detenido en el tiempo, con el corazón absorto, conmovido, buscando ponerse en los zapatos de Alessandra y deseando poder robarle su sufrimiento, entendiendo que sobraban las palabras, pero en ese momento un abrazo silencioso, sanador, consolador, hasta casi fundirse en el dolor que vivía Alessandra, era más importante y valioso que cualquier palabra conocida, esperó un rato más pensando que regresaría, siguió esperando varias horas y luego comenzó a considerar que nunca regresaría, lo había abandonado ahí cuando él deseaba limpiar sus lágrimas, consolarla y expresarle su verdadero amor hasta donde la obediencia a Dios lo permitiera en aquel momento; sintiéndose herido, lastimado, despreciado, cargando las angustias y aflicciones que Alessandra le expresó más todas las que él ya había cargado solo en su proceso de crecimiento personal con Dios, como me gustaría decir que a partir de aquí él también colocó todo en manos de Dios, tuvo fe y confió plenamente en los prefectos planes del creador, que interpretó correctamente la situación observando que el origen del sufrimiento de Alessandra se basaba en haber colocado a Dios como secundario y priorizado su amor por Wilhelm, nuestro noble caballero logró alcanzar plenitud y paz en medio del sufrimiento de romper su relación porque buscó fielmente de Dios, a diferencia de Alessandra, siendo provisto de su abundante paz, gozo y amor; sin embargo, doblemente lamentable, Wilhelm, al igual que Alessandra, también tomó el intrincado camino, decidió comprender los planes de Dios a través de la humillación y el dolor condenándose merecedor de tragedia después que Alessandra lo dejó solo y se quedó meditando en la aflicción de su amada sin vislumbrar lo anterior... fue por ello que en esa tristeza, sin entender porqué Alessandra estaba sufriendo mientras él disfrutaba de la paz y el gozo de Dios sintiéndose pleno, se molestó con Dios debido a que consideró injusto que ella estuviera sufriendo por desamor, por él haberle terminado, obedeciendo a Dios, emprendió su rebeldía en contra de Dios, no como Martín Lutero en contra del catolicismo sino más bien como discípulo de F. Nietzsche enamorado de Lou Andreas-Salomé en hedonismo sin creencias o como Sartre con Simone de Beauvoir alejados en un romance libertino. Wilhelm se dijo que no merecía ser feliz mientras su amadas estaba mal, culpándose, erradamente, por el padecimiento de Alessandra "Si mi amada sufre por mi culpa al haberla obligado a alejar su corazón de mí, yo no merezco ser feliz tampoco", en desobediencia a Dios se lanzó a reconquistar el corazón de su amada y terminar al fin con la injusta desdicha que tantos oscuros días había permitido que la agobiaran, destrozaría de una vez por todas y para siempre su pesadumbre, con actitud quijotesca se dirigió vigorosamente a cumplir su cometido...

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