Lo mejor está enfrente

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 Esa experiencia, en una de las etapas del proceso cercano a morir, me demostró dos cosas en carne propia. La primera: Hay una especie de estado existencial que se encuentra fuera a nuestro cuerpo mortal. Sé que algunos dirán que esa fue mi perspectiva fundamentada sobre una intoxicación por sustancias, pero estar sin signos vitales por varios minutos, sin que el corazón palpite, sin respirar; diagnosticado por profesionales de la salud; bien sea que el cuerpo se encuentre bajo los efectos de sustancias, difícilmente la influencia del alcohol y otras cosas, llegue a ser tan trascendente como para también influir en la psique humana más allá de un cuerpo que no posee signos vitales; si así fuera serían mucho más que químicos. En conclusión, podrán darme millones de interpretaciones científicas diferentes, mas lo que yo experimenté sólo mi propia persona (Wilhelm), sabe lo que es vivirlo. Con humilde confianza puedo recitarles a quienes intenten practicar proselitismo conmigo, buscando convencerme de alguna ingeniosa idea opuesta, las palabras del gran poeta: "¿Quién se atreverá a decir qué perspectivas ofrece la vida a otros? ¿Podría ocurrir milagro mayor que el de que nos fuera dado ver con ojos ajenos un instante? Tendríamos que poder vivir todas las edades del mundo en una hora, ¡Qué digo!, ¡Ay, en todos los mundos de cualquier época! ¡Historia, Poesía, Mitología! No sé de lectura que pudiere ser más asombrosa y didáctica que la de las experiencias ajenas. La mayor parte de lo que mis convecinos consideran bueno, en lo hondo de mi alma yo lo tengo por malo; y si de algo he de arrepentirme puede que sea de mi buen comportamiento. ¿Qué demonio tomó posesión de mí cuando me porté tan bien? Tú, que has vivido setenta años, no sin honor de alguna clase, decir bien puedes lo más sabio que se te ocurra, que en mi interior resonará un eco irresistible que me invite precisamente a alejarme de ello. (...) He aquí la vida, un experimento que en su mayor parte no he abordado aún, y en nada me beneficia que otros lo hayan probado. Si poseo alguna experiencia que considero de valor, estoy seguro de que mis mentores no dijeron nada de ella" Henry David Thoreau (1817 – 1862)... La segunda: La felicidad plena existe, está en algún lugar en nosotros y el ser humano es capaz de experimentarla. Al mismo tiempo que habita en nuestro interior, además, nos invita a trascender el cuerpo mortal, el tiempo cronológico y todo lo cognoscible. Henry Miller (1891 – 1980), platicando sobre el poeta norteamericano mencionado antes, Thoreau, escribió en el prólogo de Walden: La vida entre los bosques del mismo autor: "Abriendo los ojos descubrió que la vida proporciona todo lo necesario para la paz y la felicidad del hombre; solamente hace falta usar lo que tenemos al alcance de la mano. «La vida es generosa», parece repetir a cada momento, «¡Tranquilos! La vida está alrededor, no allá, no en la cima de la montaña»". Inmediatamente después de los sucesos en el hospital, los primeros cinco días siguientes, Wilhelm sentía un escalofriante temor de volver a consumir todo tipo sustancia adictiva; cuando pensaba en el alcohol u otras cosas similares le recorría un ártico miedo, nerviosismo, incomodidad por su cuerpo.

El haber estado cerca de morir generó una especie de trauma. Pensó que quería alejarse para siempre de todos los vicios y adicciones, creyó que esa era una buena decisión, sin embargo, también reflexionó era incorrecto tomar esa decisión por el miedo, hacia las sustancias, que al haber estado cerca de la muerte se despertó en él. Alejarse de ese mundo de vicios era algo positivo, si lo iba a hacer lo correcto sería elegirlo por su propia decisión, porque así lo quería y no porque un miedo lo dominará. Su cuerpo estaba totalmente limpio debido a los medicamentos para desintoxicar su organismo suministrados en el hospital. Esos primeros cinco días con el recuerdo de aquella experiencia de éxtasis todavía bastante reciente, tuvo frecuentes sensaciones que flotaba en el aire mientras caminaba y se sentía fuera de su cuerpo abstraído en el placer durante episodios largos de varias horas, como si la vivencia de plena felicidad y ausencia de dolor que probó, cuando su cuerpo estaba sin signos vitales, se repitiera nuevamente por momentos, en los cuales siquiera tenía cuenta que se encontraba en ese estado ni se detenía a reflexionar sobre lo que estaba sintiendo; sólo navegaba en ese inmenso gozo desprendiéndose de toda perspectiva, tiempo. Supongo que Dios le permitió poder sentir esa plenitud también estando con signos vitales para demostrarle que eso es un estado normal, natural, parte del ser humano que se encuentra potencialmente disponible para ser vivido en la vida cotidiana y con nuestro cuerpo habitual, vivo en buen estado de salud, no obligatoriamente en una etapa extremista cercana al proceso de morir. Luego de transcurrida una semana que había estado aislado de los vicios; influenciado por los pensamientos de liberarse de todo miedo subconsciente; salió de su casa diciéndose a sí mismo que enfrentaría ese temor enseguida, al superarlo, entonces... Sí, tomaría acciones por su propia cuenta para alejarse de las sustancias (los últimos cinco años de su vida había dicho eso muchas veces "dejaré los vicios para siempre...", pero jamás lo había logrado de manera definitiva; a veces lo dejaba por semanas, meses y volvía a recaer... Había intentado de todo, pero nada había funcionado; muchas veces sufría por ese mismo motivo; después de incontables intentos fallidos, llegó un punto que perdió toda esperanza y posibilidad de dejar el vicio. Se sentía condenado a vivir siempre como un adicto; eso le causó, que en montones de ocasiones, deseará suicidarse, aunado también al desprecio/rechazo que recibió y el sucesivo negativo manejo del mismo). Fue a una licorería, compró una botella de Anís, invitó a algunos conocidos consumidores para reunirse y les compró sustancias; volvió a consumir, tomar en medio del compartir hasta sentir que había vuelto a estar normalmente, libre del temor a las sustancias. Pasó festejando de esa manera aproximadamente 3-5 días, cuando estimando había perdido el miedo, sintiendo que su cuerpo era nuevamente adicto y deseoso por seguir consumiendo, incluso, ya no tenía ni ganas de querer alejarse de los vicios, como había dicho antes cuando tenía el temor. Además, volvió a pensar que sería una perdida de tiempo intentarlo de tantas veces que lo había hecho en el pasado y fracasado en conseguir ese objetivo, pero sacando fuerzas desde el fondo de su ser, tomó la decisión y determinación de volver a probar una vez más; sumado a ello oró a Dios, clamó pidiendo le ayudará y apoyará en el proceso. Comenzó a alejarse de todos los vicios, casi con lágrimas en los ojos; se lo prometió a sí mismo e igualmente a su mejor amigo (abuelo) delante de Dios, que se alejaría de toda adicción. Pasaron tres días, él estuvo alejándose de los vicios y el día #5 se notó débil; pensó no iba a lograrlo, mas clamó a Dios nuevamente y le solicitó ayuda; recobró las fuerzas, siguió adelante. Aunque él en el pasado había logrado estar 45 días en una ocasión y en otra 8 meses sin consumir, esos cinco días fueron un gran reto porque hacía varios años que no pasaba ni dos días, ¡que dos días!, ¡ni siquiera dos horas! Sin consumir. En aquel momento, su nivel de tolerancia a la sustancia era otro; por el contrario, era mucho más bajo que en aquella época, cuando comenzaba a consumir y podía durar más días sin, con menor dificultad. Por esa razón, esos primeros cinco días representaron un supremo reto para Wilhelm, pues su nivel de adicción eran mayores y en muchos años fue la primera vez que había durado tanto abstemio; sintió que era un milagro de Dios, ya que cuando tenía necesidad de consumo -debido a la abstinencia- y oraba a Dios con sinceridad del corazón su ansiedad desaparecía, a diferencia del pasado que mientras más tiempo pasaba sin consumir su deseo de volver a consumir se hacía cada vez más fuerte, sobre todo los primeros meses. En esa ocasión que solicito el favor a Dios, a medida que avanzaban los días sus ansias de volver a consumir disminuían e iban desapareciendo. Por tanto, sintió que ni siquiera él mismo tuvo que hacer un gran sacrificio por dejar las adicciones. Carecía de ganas de volver a consumir; le resultaba incomprensible cómo eso sucedía, pues en el pasado ninguna de las veces anteriores que trató había sido así; le había representado una inmensa dificultad. Luego con el tiempo entendió que era Dios; lo estaba ayudando y sólo gracias a su amor él pudo mantenerse dejando las sustancias con el paso de los años, inclusive, ser ejemplo para ayudar a otros que estuvieron adictos también. Muchos de sus propios conocidos acudieron con Wilhelm para buscar esperanza desesperados al no encontrar manera de escapar de sus adicciones y él siempre les respondió:

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