🔥 Preludio 🔥

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Se recordaba llorando

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Se recordaba llorando.

Recordaba esas paredes blancas, las recordaba hasta con el más mínimo detalle. Un niño atrapado en su propio mundo, asustado. Se acercaba a la ventana para contemplar la vista desde aquel piso tan alto, y esperaba a que lo llamasen. Esperaba a que pudieran sacarlo de allí.

Se recordaba solo, se recordaba débil, vulnerable, y frágil. Y odiaba recordarse así.

Golpeó la pared con fuerza, y el ladrillo raspó su puño. Odiaba recordarse de niño, porque odiaba recordar lo que sufrió. Apoyó la frente en la pared fría, tratando de calmarse y pensar en claro. Pequeñas gotas de una lluvia que estaba a punto de comenzar con rudeza le caían encima... aunque no le importaba. Sabía que lo estaban persiguiendo.

El callejón en el que se encontraba estaba oscuro y vacío. A su izquierda podía notar la puerta trasera de un viejo restaurante cerrado, y a su derecha, nada más que una calle, iluminada solo por la combinación del agua de la lluvia y la luz de la luna.

El sonido que hacían las gotas al chocar contra el suelo y el fresco aire de la llovizna lo volvieron loco. Se tapó la cabeza bajo la capucha y salió caminando con ambas manos en los bolsillos.

Se dirigió hacia la calle, pero caminó bajo los tejados de las casas y de los negocios que ya se encontraban cerrados. Caminaba con la cabeza gacha, mirándose los zapatos y tratando de no pensar. Hace seis días que había logrado escapar.

Se dirigió calle abajo, aunque sin rumbo. Sin saber a dónde ir.

Se encontraba solo. Pero aunque no sabía hacia adónde dirigirse realmente, no se encontraba perdido. Se encontraba libre.

Siguió caminando. Sólo eran él, el sonido de las gotas al caer y el de sus pasos en la soledad. Se detuvo en una esquina, mirando para ambos lados. Sobre él había un semáforo, con la luz amarilla encendiéndose y apagándose a cada segundo.

Se acurrucó más en su abrigo y echó un vistazo hacia su derecha. La lluvia comenzaba a subir de intensidad y la ciudad a su alrededor se veía como el paisaje que él contemplaba de pequeño desde su ventana, tras ese vidrio opaco. Un objeto parecía moverse tras ese manto gris y helado que caía del cielo. Le costaba demasiado poder llegar a ver algo con determinación, entornó los ojos lo más que pudo y visualizó un auto. Un auto que no llevaba las luces encendidas, y que él reconocía.

Se echó a correr hacia su izquierda, alejándose lo más rápido posible. Cada paso que daba lograba hacer que sus pantalones se mojaran aún más. Siguió corriendo con la velocidad más rápida de la que fue posible, llegando a la segunda cuadra.

Echó un breve vistazo hacia atrás, pero seguía sin poder ver nada. Respiró hondo y se dispuso a aumentar la velocidad. Ya no le daba importancia andar con sigilo.

Al doblar la esquina se detuvo de repente. Frente a él se levantaban dos figuras humanas. Se acercaron hacia él pausadamente, lo suficiente como para atravesar la llovizna y lograr ver quiénes eran.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora