Siento que regreso a la realidad. Siento como si despertase luego de haber estado durmiendo por varias horas. Me duele la parte izquierda de la frente y siento cómo palpita. Logro sentir también algo sólido y duro bajo mi cuerpo... así que reacciono.
Tras pestañar un poco, logro abrir los ojos. Lo único que veo son círculos que se mueven de aquí para allá... No, no son círculos. Son rostros. Varios rostros que buscan hacerse un espacio entre ellos. Todos los ojos plantados en mí, observándome. ¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Por qué me miran? ¿Qué he hecho mal?
Una cara está aún más cerca de mí que las demás.
-Ha abierto los ojos -exclama el chico rubio que tengo encima.
Pestañeo unas tres veces más, enfocando la mirada, y creo que el espacio ha crecido. Muevo los ojos de un lado a otro, desconcertada, lo que parece poner más nerviosa a esta gente.
-Por Dios, Audrey. ¿Te encuentras bien?
Miro al rubio a los ojos y frunzo el ceño.
-¿Sam?
-Sí, soy yo. Dime cómo te sientes.
-Siento... que floto.
-Oh, sí que le han dado duro -comenta otra voz, entre risas.
Trato de incorporarme un poco, apoyando un codo en el suelo y llevándome una mano a la frente... siento una montañita. ¿Tengo una montaña en la cara?
-¡Mira lo que has hecho, Noah! -grita Sam, e inmediatamente observo al chico gigante quien me ha dado con la pelota en la cara. Él mira para otro lado y se lleva una mano a la nuca, avergonzado.
-Lo lamento...
-¡A un lado!
El entrenador se hace espacio junto a mí y me da una botella de agua. Está fría. Me gusta el agua fría.
-¿Estás bien? -Se lo ve genuinamente preocupado mientras me tiende una mano y me da una pequeña aspirina blanca- Tómate esto.
-¿Hace cuánto estoy echada en el suelo? -pregunto.
-Sólo unos cinco minutos -contesta Sam, que no se ha movido de mi lado.
-¡Vamos! ¡Los demás a la cancha! -exclama el entrenador, poniéndose de pie y echando a todos de mi espacio personal mientras aplaude. Diablos, qué ruido. ¿Por qué aplaude?
La manada de rostros se separa y se dispersa por el gimnasio sin muchas ganas de apartarse del espectáculo.
-Venga -dice mi entrenadora, apareciendo detrás de Sam. Me toma de un brazo y me ayuda a levantarme-. Si quieres podrías ir a la enfermería, ¿o te sientes bien como para volver a casa?
-No quiero ir a la enfermería... -mascullo lentamente. Me sigue palpitando las sienes y al levantarme del suelo todo parece dar vueltas.
-Yo la llevaré -afirma Sam.
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Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |
FantasyEste es un borrador del 2015. La vida de Audrey en la ciudad de Auferte es tan tranquila y monótona que los planes que ella proyecta para su futuro tienen en cuenta que así siga siendo. Sin embargo, tras un pequeño e inexplicable accidente que ella...