Capítulo 10

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Veo por la ventana: el coche de patrulla de Clark está estacionado frente al edificio

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Veo por la ventana: el coche de patrulla de Clark está estacionado frente al edificio.

Me paro frente a la puerta de mi departamento y golpeo tres veces la oscura madera. Después de un momento, mi madre abre la puerta dejándome entrar.

—Audrey —me dice, saludándome—, llegas en el momento justo. Acabamos de venir, aunque Clark se ha ido a comprar unas cosas.

Estoy a punto de abrir la boca pero pienso que no es buena idea, ni algo tan importante, decirle que los he estado esperando en el departamento de Fénix.

—Qué bien —es lo único que digo.

Entro y me desplomo en el sofá mientras mamá me sigue con la mirada. Se acerca un poco preocupada y con la intuición de que algo ocurre.

—¿A qué se viene esa mala gana?

—No es mala gana... —le contesto—, sólo que, si no te has dado cuenta al verme la cara, me han golpeado justo en la frente.

Los ojos oscuros de mamá me recorren el rostro hasta clavarse en mi moretón, al tiempo que levanta una mano y exclama:

—¡Dios mío! —Se acerca aún más y me toca la herida delicadamente—. ¿Qué te ha pasado?

—Un accidente en la clase de educación física.

Hice una mueca de dolor, aunque el moretón no me dolía en absoluto. Sólo fingía molestia para ocultar en una excusa mi mal humor que, en realidad, se debía en gran parte a la charla con Fénix. Aunque, en el fondo, estoy más enojada conmigo misma que con él.

—¿Y de dónde has sacado esa bolsa? —Pregunta señalando la bolsita con hielo que tengo en manos.

No me había acordado de eso.

—Me lo dieron en la escuela —digo.

Mi madre asiente y se dirige hacia la cocina, aunque seguimos charlando.

—Pues, síguetelo poniendo —me dice—. Te está haciendo efecto.

Agacho la mirada para ver la bolsa: el hielo se está derritiendo y el plástico está húmedo.

—Mamá... —le digo, y le echo un vistazo: se ha puesto a lavar los platos. Asiente con la cabeza mientras me escucha— ¿Cuánto dinero le pagan a Fénix?

Ella frunce el ceño mientras enjuaga un vaso de vidrio.

—Lo suficiente —contesta con curiosidad—, ¿por qué preguntas?

—No lo sé... —respondo, haciéndome un poco la tonta y fingiendo estar muy cansada—. ¿Tú crees que estaría trabajando con nosotros si no le pagáramos nada?

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora