Capítulo 23

28.8K 2.5K 118
                                    

Cuando salgo al exterior, luego de levantarme y vestirme, noto que al parecer todos se han despertado más temprano que yo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando salgo al exterior, luego de levantarme y vestirme, noto que al parecer todos se han despertado más temprano que yo... y eso se siente raro. Ashley tiene el cuerpo apoyado sobre una de las paredes rojas del viejo granero mientras extiende su cuello y mira hacia adentro, por la puerta. Está comiendo una dona de chocolate; se mete grandes bocados a la boca y justo ahí es cuando comienza a hablar.

Echo una ojeada para todos lados buscando a alguien más que a Ashley. Además, una buena dona o dos me caerían de maravilla.

Estoy a punto de volverme caminando hacia el interior de la casa cuando Ashley parece verme. Entonces me grita para que me acerque, y yo inhalo aire nerviosamente y le hago caso.

—Buenos días, bella durmiente —me saluda, mientras tanto se termina la dona y me palma el hombro con la mano llena de migajas y azúcar. Lo tomo como un simple saludo y no abro la boca.

Miro dentro de la puerta del granero. Allí está Jota, con las rastas recogidas, bajando unas enormes piezas de madera que están sobre un estante alto mientras las observa con ojo crítico.

Parece haberse percatado de mi presencia.

—¡Hola! —Exclama con una enorme sonrisa blanca, aunque no deja de prestar su atención en las pesadas maderas—. Qué bien que te hayas levantando. Mira, ahí, tienes algo para comer, si quieres.

Me doy la vuelta hacia la dirección señalada, y entonces me topo con una caja rosada y blanca de donas, aunque adentro sólo contiene una y media.

—Lo siento, Ash se ha comido la mayoría.

Su voz me toma por sorpresa. Fénix entra por la puerta, arrojando al suelo una gran bolsa de plástico negro que llevaba sobre el hombro.

—Ya deben de saber que una sola cajita de donas no alcanza ni sobra —comenta Ashley—. Hasta he tenido que hacer un gran esfuerzo por no comerme esas que quedan.

—Déjaselas a la chica —dice Jota, bajando las últimas piezas de madera al suelo.

Supongo que «la chica» soy yo. Miro la mesa una vez más y tomo la dona que está completa. Le doy la vuelta y la examino antes de llevármela a la boca.

Dios mío, no sabía que tendría tanta hambre.

—¿Dónde compran la comida? —pregunto.

La granja está en el medio del campo, y la única tienda o mercado más cercano se haya a kilómetros de aquí.

—Hemos traído comida de sobra ayer, está almacenada en la furgoneta —dice Jota, y supongo que habla de su camioneta, no de mi vieja chatarra—. Ahora tendríamos que llevarla hasta la cocina.

Ashley parece pegar un respingo y abre los ojos con inesperada sorpresa. Entonces golpea la mano contra la pared.

—¿La comida estaba en la camioneta?

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora