Capítulo 37

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—¡Brett! —Los gritos de Danna se abren paso con esfuerzo— ¡Ya detente, mira lo que estás causando!

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—¡Brett! —Los gritos de Danna se abren paso con esfuerzo— ¡Ya detente, mira lo que estás causando!

Su voz suena apagada tras el viento; triste y opacada por la furia de la tormenta que comienza a tragarse todo. Un par de árboles cerca del mirador se agitan de repente y desprenden varias hojas que obligan a Danna a agacharse y cubrirse.

—Yo no estoy haciendo nada —farfulla él, y no necesito verlo para saber que me está mirando fijamente.

Me duele todo el cuerpo. La aflicción que sentí aquellos días en los que me retorcía en la cama y no podía dormir no era ni la mitad de la que siento ahora. Tal vez Fénix tenga razón... Tal vez yo soy la tormenta. Siento cada ráfaga de viento en lo erizado de mi piel, no puedo ver mucho más que unos borrones como nubes oscuras y cada relámpago que cae del cielo me da una puñalada de dolor en la cabeza.

—¡Tú lo estás causando! —Exclama ella— Por el amor de Gea, ¡eres un ignisio! ¡Tampoco podrás permanecer bajo la tormenta!

Un silencio se hace luego de que Danna hable... y entonces presiento que Camiseta Negra sonríe.

—Tengo a mis protectores —responde con una indiferencia y una soberbia insoportables.

—Tus protectores están reteniendo a Ashley, rompiendo con el pacto —responde Danna—. Así como traicionan el acuerdo pacífico podrían traicionarte a ti y dejarte a tu suerte. Déjenla ir, déjenla recomponerse.

—¿Rompiendo con el pacto? ¿Nosotros? —Repite con ira— ¡Ella me atacó primero!

Danna le contesta, pero en ese momento me veo aturdida por el dolor de otro relámpago y no logro escucharla. No logro escuchar nada. Poco a poco comienzo a sentir pequeños puntos fríos cayendo sobre mi nuca desnuda, deslizándose por mi espalda, y el viento helado parece volverlos aún más fríos.

Aunque es casi imperceptible su muestra de dolor, comienzo a oír a Danna carraspear luego de un jadeo bastante desgarrador.

—¡Toda esa gente aún se halla en la playa! —Grita, en un último intento— ¡Diablos, Brett! ¿Sabes lo que causan los rayos en el mar?

Y eso que dice, eso que pregunta, hace que abra los ojos con desesperación y mire hacia el cielo un segundo. Sé exactamente qué sucede cuando una tormenta eléctrica ataca una costa. Todas las personas allí presentes podrían terminar gravemente heridas si no salen con tiempo de allí. Incluso... incluso muertas. El agua salada conduce con facilidad la electricidad, y los rayos que caen en el mar pueden desplazarse tanto en el agua como en las arenas mojadas y húmedas.

Veo una vez más hacia el cielo y un relámpago me hace agachar la cabeza. Cierro los ojos y sólo puedo repetir las palabras de Fénix una y otra y otra vez: «Tú eres la tormenta». Recuerdo las lecciones con Jota, e inmediatamente intento buscar algo para calmarme. Algún recuerdo poderoso y feliz que logre tranquilizarme... Algo que me sirva...

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora