Capítulo 8

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—Vaya, te ves peor que un zombi

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—Vaya, te ves peor que un zombi.

Le echo una mirada furtiva a Jim mientras me analiza el rostro como si me hubiera salido un tercer ojo en la frente.

—Si no tuviste tiempo de lavarte la cara al despertarte, puedo acompañarte ahora al baño a hacerlo —comenta Ebby detrás de Jim. La miro igual de irritada, por lo que añade—. Si quieres...

—¿Pueden dejar de recordarme lo bonita que soy? —les suelto, dejando bien en claro mi tono sarcástico mientras pongo una mano en la cara de Jim y lo aparto de mi espacio personal.

—¿Tan mal has dormido? —pregunta él al instante en que se libera de la palma de mi mano.

—Creo que estoy enferma...

—Pues, yo en tu caso ya estaría aprovechándome de ello y estaría en la enfermería solicitando un pase para irme de aquí —dice Ebby.

Dejo salir un suspiro y veo a mi alrededor, las enormes columnas que están más para decoración que para servir de soporte y el poco césped que hay en el patio. Hay más de lo que nos encontramos aquí todos los días, lleno de estudiantes viniendo de aquí para allá y otros que prefieren sentarse sobre el pasto, como nosotros.

—Sólo nos queda una clase —comento con voz cansada—. La pasaré con esfuerzo y luego me iré a casa.

Jim ladea la cabeza y coloca distraídamente un dedo en mi mejilla como si examinara algo más, algo de mi piel. Lo aparto de un manotazo. Al parecer no tuvo bien en claro cuando le pedí que me dejara.

—Últimamente estás muy extraña —comenta.

No es mi culpa que me estén pasando cosas de lo más alocadas, que todas sean igual de abrumadoras y que todas, al parecer, se hayan puesto de acuerdo en suceder al mismo tiempo.

Tal parece que siempre puedo contar con Ebby para defenderme.

—¿Y tú qué crees? La semana pasada hemos estado en presencia de un asalto. Y debo remarcar que en uno como de película —añade Ebby asintiendo frenéticamente—. Y que si no fuera por esta chica yo ya estaría con una bala en el hombro, por haberme quedado en shock en pleno tiroteo —baja un poco el tono de contadora de historias experimentada y me echa una mirada de comprensión—. Gracias, Audrey.

Le dedico una breve sonrisa, pero auténtica.

—Y además de que ahora debes quedarte hasta tarde para darle clases a ese idiota —agrega Jim.

—Y además de que ahora tengo que ir todo el tiempo a la granja —añado en voz baja y cansina.

—¿Qué granja?

Levanto la mirada y me topo con las expresiones confundidas de mis amigos: Ebby con los ojos abiertos y Jim frunciendo el ceño.

—Oh, ¿es que no les he contado? —Pregunto con inocencia— Ahora debo ir regularmente a una granja que nos ha dejado un tío de Clark... para ayudar a remodelarla y lograr venderla —me encojo de hombros como si no tuviera tanta importancia—. Asuntos familiares.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora