Capítulo 31

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Nos encontramos bajo un viejo techo junto a la ruta vacía

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Nos encontramos bajo un viejo techo junto a la ruta vacía. Hay una pequeña estatua de la Virgen justo en el medio, toda de blanco y con las manos juntas. Me quedo contemplándola y mi mente comienza a divagar pensando que es gracias a ella que hay una pequeña estructura con techo aquí, casi en el medio de la nada.

Me encuentro parada junto a la pequeña estatuilla mientras los tres ignisios se hallan sentados en el suelo, recuperando la respiración. Cierro la tapa del teléfono celular que Jota ha podido traerse desde la granja, colgando la llamada.

—¿Estás bien, Ash? —pregunto en voz baja, viendo cómo rodea sus rodillas con ambos brazos. No vuelve la mirada hacia mí cuando me responde.

—Estoy bien —suelta de mala gana.

—No empieces... —murmura Jota, y, como si predijera el futuro, Ashley empieza:

—Pude haberlo detenido. Pude haber mandado a aquel infeliz al infierno. Maldito pedazo de...

—Que no empieces.

Es Fénix quien habla y, en cuanto lo hace, los demás dirigimos la mirada hacia él con atención; ha estado muy callado desde que encontramos este pequeño refugio bajo la lluvia. Está allí, sentado contra una pequeña columna, mirando hacia el horizonte con aquellos característicos cabellos perfectamente alborotados.

—No podíamos hacer mucho más —añade Jota, tratando de consolarla—. El clima no estaba de nuestro lado, sino del suyo. No es nuestra culpa. Por suerte Fénix pudo intervenir y sacarte con tiempo de allí.

Ashley mueve muy levemente la cabeza para poder observar a Fénix, que se halla en el rincón opuesto. Por un momento se forma el silencio y sólo se escucha el repiqueteo de las gotas contra el techo de chapa.

—Gracias —dice ella al cabo, y pareciera que le cuesta bastante pronunciar aquella palabra. Se aclara la garganta—. Bueno, al menos desde aquí podemos observar si los hawas vienen, aunque creo que ya le hemos perdido el rastro —hace una pausa—. Y nos encontramos bajo un techo de verdad, sin tener que necesitar del escalofriante poder mágico de Audrey.

Parpadeo en cuanto pronuncia mi nombre y ella dirige el rostro hacia mí, dejando lucir una media sonrisa.

—Es cierto —exclama Jota, mirándome con fascinación—. Por el amor de Gea, ¿cómo has hecho eso? Ha sido asombroso, de verdad. Bien hecho.

—Bueno, gracias —contesto con un hilo de voz—. La verdad es que no... no sé cómo diablos lo hice, en realidad —dejo salir una risita nerviosa.

Fénix se va volteando poco a poco para escucharnos mejor mientras nosotros continuamos la charla.

—Sinceramente, nunca he visto nada así, niña —dice Ashley—. Nada. En toda mi condenada vida. Es decir, ¿levantar la manito y decirle al cielo «No, tus estúpidas gotas no van a caer sobre mí esta vez», y que se cumpla? Vaya.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora