Capítulo 33

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Tras mis párpados ya no veo luces brillantes, encandiladoras, deslumbrantes

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Tras mis párpados ya no veo luces brillantes, encandiladoras, deslumbrantes. Ya no siento el calor abrasador tratando de mezclarse con mi piel y fusionarme con él. Ya no oigo crujidos y chasquidos. Escucho sólo el silencio súbito, siento el repentino frío exterior, vislumbro luces parpadeantes, blancas, rojas y azules...

Y unos bracitos apretándome fuerte. Abro los ojos y lo primero que veo es el suelo; me encuentro agachada —una pierna en cuclillas y la otra arrodillada— con la niña pegada al torso con todas nuestras fuerzas juntas. Lentamente va levantando con cuidado su rostro, y sus ojitos pasan por toda la calle. Por último, me mira a mí. Yo no me atrevo a mirar más allá de su rostro, por alguna razón.

—Estamos bien... —susurro sin querer, y luego me percato de la pequeña— ¿Estás bien...?

—Zoe —masculla, y se pasa una manito por los ojos. Tiene la cara llena de manchas negras de cenizas—. Mi nombre es Zoe...

Sonrío.

—¿Te encuentras bien, Zoe?

Asiente con precaución, y vuelve a observar hacia la calle.

La acomodo entre mis brazos, porque no parece querer pararse por su cuenta, y me levanto con suma lentitud, necesitando de un gran esfuerzo para lograrlo. Todo en mí sigue temblando y las rodillas se me zarandean.

Cuando me incorporo, me quedo helada. Decenas de ojos están clavados sobre nosotras; ojos desorbitados y bocas entreabiertas. Rostros sorprendidos y otros un tanto perdidos. Lo primero que atrae mi atención es un enorme lente de una gran cámara, aunque luego me doy cuenta de que no es la única entre el público. Los policías están frente a las personas, comenzando a bajar los brazos que, muy probablemente, habían estado extendidos para impedir el paso de la gente. Al instante consigo toparme, sin problemas, con la mirada atónita de Ebby, que está junto a Clark. Ambos mirándome como si fuera una clase de fantasma salido de una lápida.

Nerviosa e incómoda por la intensidad de tantas miradas sobre mí, bajo la vista para echarme un vistazo: mi pantalón está quemado en varias partes, con círculos irregulares que poseen bordes negros y dejan la tela de jean chamuscada. No sé cómo no me había dado cuenta de ello. Sin embargo, no siento nada... y eso será un problema si es que se disponen a revisar mis heridas; puesto que, extraordinariamente, no encontrarán ninguna. Mi piel está intacta, sana e ilesa.

Esto puede ser un gran, gran problema. No había pensado muy detenidamente antes de meterme al incendio, pero tampoco había esperado tanto público en la salida. Al verme el pantalón destruido, pego un respingo al recordar a Zoe y me dispongo a echarle una revisión rápida; pero está bien. Ella está bien, y eso es lo que importa de todo esto. Sólo una parte de mi manga está rasguñada y un poco maltratada.

De repente, alguien rompe el pesado silencio.

—¡Zoe!

Una mujer de voluminosos rizos se abre camino a través de un oficial de policía que está desorientado. Éste baja la guardia por un instante mientras observa el espectáculo y la mujer aparta el brazo con el que antes estaba prohibiendo su paso.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora