Capítulo 22

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El bosque gris se hace inmenso y la niebla se esparce hasta tragarme los pies

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El bosque gris se hace inmenso y la niebla se esparce hasta tragarme los pies. Por alguna razón estoy descalza y llevo los cabellos sueltos, además del vestido corto y ancho que usaba de pijama cuando era más pequeña.

Una ráfaga de viento llega y me revuelve el pelo y el vestido en el aire. Sé que hace frío, aunque no lo siento.

Me llevo una mano al rostro y hago un puente sobre mis ojos para poder ver. Me quito los mechones de pelo pálido de la cara e intento abrir un poco más los párpados mientras camino. De un segundo para otro se abre un nuevo sendero frente a mí, de un color gris claro, así que camino por él.

Justo antes de preguntarme adónde es que estoy yendo, escucho una voz.

—Te lo dije.

Un escalofrío me recorre la nuca cuando la oigo. Se escucha asustada, espantada, horrorizada, y eso me aterroriza a mí. Casi puedo imaginarme a aquella persona hecha un ovillo en algún rincón, con los ojos bien abiertos y temblando por una razón que aún desconozco.

Sigo caminando por el sendero aunque la voz no para de torturarme.

—Te lo dije, te lo dije, te lo dije...

Miro hacia abajo: la neblina ha comenzado a expandirse aún más y casi me llega a las rodillas.

No puedo dejar de sentir la extraña sensación de que alguien se encuentra detrás de mí, de que alguien me está persiguiendo. Aquella presencia se acerca tanto que casi puedo sentir que se lanzará a mi espalda.

—¡Te lo dije!

Me doy la vuelta al instante, con el corazón en la garganta, pero sólo veo la misma versión en blanco y negro del bosque que he estado viendo y recorriendo desde el principio.

Es en ese momento cuando vuelvo mi atención a mi camino, esta vez corriendo, descubriendo que aquella voz horrorizada es la de Madame Efe, la vieja loca que juró predecir mi futuro en la tienda de la playa.

Sigo corriendo mientras me duelen las piernas, y tengo el miedo constante de que me tropiece con una piedra, raíz o cualquier cosa que se halle oculta debajo de la niebla. Luego me detengo, de repente, porque por alguna razón recuerdo nuevamente a Camiseta Negra, y sus ojos de serpiente vienen a mi mente de forma tan abrupta que ahora siento que es él quien me persigue. Y por el simple hecho de sentirlo, sé que es verdad.

Se me acelera el corazón aún más, tan deprisa que consigo correr a una velocidad antinatural. Los árboles pasan tan rápido junto a mí que sólo consigo percibir sombras negras, y los susurros horrorizados de Madame Efe que siguen torturando mis oídos.

Un árbol se planta delante de mí, de golpe, y me obliga a frenar bruscamente antes de darme contra él. Apoyo mis manos en el viejo tronco color gris oscuro para detener mi cuerpo que se ha impulsado con tanta velocidad. Casi me largo a llorar; se me ha cerrado el camino.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora