Lleva el mismo cabello oscuro, lacio y largo hasta los hombros. Los mismos piercings en el rostro. Los mismos ojos de serpiente. Pero hay algo nuevo en su expresión que no había podido contemplar bien en La Nueva Esquina: una sonrisa inquietante.
Me quedo pasmada viéndolo, sin poder evitar mi mirada desorbitada y confundida.
—Brett —murmura Fénix como si nada, pero lo observa con un desprecio singular—. Me sorprende verte aquí —se encoje de hombros ligeramente—, sólo un poco.
Camiseta Negra se detiene en el centro todavía conservando la sonrisa y, cuando está a punto de responderle a Fénix con lo que parece ser un comentario sarcásticamente rebuscado, dirige de golpe su mirada hacia mí. Es extraño, porque luego la vuelve a clavar en Fénix, como si tan sólo me hubiera visto de reojo. Pero a último momento regresa su atención a mí nuevamente, con una inevitable sorpresa dibujada en el rostro.
Abre la boca como si quisiera decir algo, pero tartamudea hasta poder gestionar otra palabra.
—Yo te conozco —susurra, entrecerrando los ojos.
Me quedo de piedra. Siempre pensé que la mirada que me dirigió en La Nueva Esquina fue pura coincidencia; un simple movimiento que lo hizo verme sin querer. No pensé que fuera a acordarse de uno de los tantos rostros a los cuales les dedicó sólo un segundo de su tiempo.
Fénix vacila un instante y luego se coloca un poco delante de mí, disimulando el gesto.
—Tú no sabes quién es ella —espeta.
—Claro que lo sé —asegura con una mueca despreciable. Después vuelve a relucir aquella alarmante sonrisa de reptil... y me señala—. Eres la niña de aquella tienda.
Sigo estando quieta, mirándolo con perturbación. Todavía no puedo quitarme de la mente la imagen de él cargando una pistola y apuntando con ella a personas que lloraban y rogaban que no jalaran el gatillo. Personas inocentes, inofensivas.
—¡Oh, vamos! —Exclama, como si quisiera ayudarme a recordar— La esquina. El local, la enorme tienda de pasteles horribles, con las paredes pintadas de rojo y un amarillo chillón...
—Lo recuerdo —interrumpo, quizás demasiado severa.
Se me queda mirando, aún con los ojos entrecerrados y concentrados.
—También te he visto en televisión... —masculla— ¿Eras tú, cierto? Saliste un momento, pero no tuve el tiempo suficiente como para sentarme a contemplarte frente a la pantalla.
—No vinimos a hablar sobre estrellas de la tele —interrumpe Fénix con brusquedad y sarcasmo, pero Brett lo ignora.
—En las noticias no me parecías la chica que se había escondido bajo la mesa cuando asaltamos La Nueva Esquina —añade—. Lo único que pensé fue «Debe ser otra condenada ignisia, pero lo suficientemente estúpida como para exponerse tanto frente a los mundanos» —se acerca cautelosamente, cada vez acortando un poco más la distancia que nos separa. Pero se detiene de golpe, levantando los brazos y dejándolos caer con fuerza a ambos lados de su cuerpo. Entonces, baja la voz—. Pero no resultaste ser sólo una ignisia, ¿verdad?
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Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |
FantasyEste es un borrador del 2015. La vida de Audrey en la ciudad de Auferte es tan tranquila y monótona que los planes que ella proyecta para su futuro tienen en cuenta que así siga siendo. Sin embargo, tras un pequeño e inexplicable accidente que ella...