Capítulo 6 (Parte 3/3)

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EDITO: ESTA PARTE SE DIVIDIÓ DE OTRAS DOS PARA ACORTAR EL CAPÍTULO. PUEDE QUE TE ENCUENTRES CON COMENTARIOS DE MÁS (CORRESPONDIENTES A LAS PARTES ANTERIORES)

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A las cuatro de la tarde con Fénix terminamos de pintar dos paredes completas. Clark se ha ido a buscar unos repuestos para las ventanas, colocándolos en la misma que estaba examinando cuando lo vi la primera vez. Mamá va y viene trayéndole cosas, y le ha pedido a Fénix que entre al granero a hacer quién sabe qué. Lo he estado escuchando martillar adentro hasta más o menos las seis de la tarde.

Y yo estoy aquí sentada afuera, esperando a que me digan qué hacer.

Estoy hace quince minutos echando miradas al granero pero no sé ni por qué lo hago. Así que decido levantarme, y voy directamente a la casa blanca. Como todos están trabajando, se me ocurre la idea de servirles limonada. La preparo y la coloco en la misma bandeja que utilicé antes, y salgo para repartirla.

Clark parece muy agradecido por el gesto. Se termina el vaso entero sin detenerse a respirar, y me lo deja en la bandeja, vacío. Cuando estoy a punto de marcharme, me detiene con un comentario que me deja estática por un instante.

—Audrey, quedan algunas cosas por hacer hoy y ya es tarde, así que nos quedaremos con tu madre. Tú puedes irte cuando quieras.

Asiento con la cabeza; se quedarán a pasar la noche aquí para seguir con el trabajo mañana temprano. Me doy la vuelta pero me detiene nuevamente al extender un brazo y servirse otro vaso hasta el tope.

—Déjame uno más, me estoy muriendo —me pide—. Y le daré también a tu madre, que está yendo y viniendo.

Esta vez me deja ir, así que tomo una bocanada de aire y me dirijo hacia el granero. A los pocos metros me comienzan a temblar levemente las piernas y me regaño mentalmente por ser tan vergonzosa. Me asomo a la oscuridad del interior.

—¿Fénix? —pregunto.

Miro de un lado a otro y no distingo nada. De repente me recorre un escalofrío con el silencio que emana la habitación. Afuera el cielo está comenzando a nublarse y la luz del atardecer no me basta para poder ver en la penumbra del granero.

Entonces siento que alguien me toca el hombro y por suerte la bandeja no sale volando del sobresalto que sufro.

—¿Me estabas buscando?

Me giro con el corazón todavía latiéndome en la garganta. Fénix está detrás de mí luciendo una chueca sonrisa que parece divertida.

Después de unos jadeos disimulando estar tranquila, logro responderle:

—Sólo he venido a traerte algo de beber.

Apenas le da importancia a la limonada que llevo en brazos.

—Oye, deberías dejar de tenerme miedo.

Me dedica otra de sus típicas sonrisas y pasa por mi lado hasta entrar en el granero.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora