Capítulo 13

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El viento azota con fuerza al salir a la calle, por lo que me llevo ambas manos al pecho y me prendo el abrigo hasta el cuello

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El viento azota con fuerza al salir a la calle, por lo que me llevo ambas manos al pecho y me prendo el abrigo hasta el cuello.

Fénix ya está montado en la moto.

Me siento tan avergonzada. Siento que me aprovecho de él, y no quiero que piense así de mí. Me acomodo detrás de Fénix y me coloco el casco.

—¿Acaso te ha llamado el chico pelirrojo?

Suspiro. No quiero que saque ese tema.

—Sí —respondo cortante—, ha sido Jim.

Con mis manos logro sentir cómo la caja torácica de Fénix se agita; se está riendo.

—Mejor no digas nada —me apresuro a decir.

Entonces, su motocicleta arranca y salimos despedidos por la calle.

Me pongo a pensar que, por un lado, no quiero que me lleve porque no quiero deberle muchos favores, no quiero que me ayude tanto y no quiero que sienta que me aprovecho de su disposición. Y, por el otro lado, no quiero que él y Jim se crucen nuevamente. Tampoco me gustaría que Ebby se lo topara...

Cierro los ojos, disfrutando del aire frío que me llega de frente y tratando de no darle más vueltas al asunto. Fénix no tiene por qué entrar al complejo. Lograré que me deje afuera, le agradeceré, y lo mandaré a casa diciéndole que puedo irme con mi amiga.

La noche cae sobre la ciudad de Auferte con rapidez. Después de unas cuantas calles, hemos llegado a una zona oscura que está más llena de almacenes abandonados que de casas. Aunque el panorama no es muy bonito, más adelante pueden verse las colinas levantándose sobre la ciudad, dándole una vista más agradable.

Al doblar una esquina, ambos percibimos grandes volúmenes de música y luces que salen disparadas de un enorme almacén gris. Afuera hay mucha gente joven; unos hablando, algunos formando una cola para entrar, y otros gritándose o bailando con la música que retumba dentro del local.

Fénix frena lentamente su moto y le echa un vistazo a aquel horrible lugar.

—¡Quién iba a decir que ese pelirrojito saldría a lugares como éste! —exclama bajándose del asiento.

Se acerca a desajustarme y quitarme el casco, y yo me quedo paralizada mientras sus dedos revolotean en mi cuello.

—Bien —empiezo cuando me lo quita—, puedes irte ya. Muchas gracias por el helado y por traerme hasta aquí.

Me doy la vuelta, dirigiéndome al enorme cuadrado gris que me espera al otro lado de la calle.

Pero noto la presencia de otra persona pasando a mi lado.

—Ni sueñes que te dejaré sola ahí —dice Fénix con los ojos puestos en la puerta del almacén—. Quiero echarle un vistazo a aquello.

Pasamos al lado de un grupo de tipos que se están yendo, gritándose, riendo y dándose tantos empujones que tengo que apartarme notablemente de ellos para pasar sin que me golpeen en la cara. Los muchachos a nuestro alrededor son mucho más altos que yo y apenas me perciben al pasar.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora