Capítulo 27

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Todos en la escuela parecen estar hablando de algo, y me percato de ello apenas cruzo las puertas

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Todos en la escuela parecen estar hablando de algo, y me percato de ello apenas cruzo las puertas. Se reúnen en pequeños grupos y conversan entusiasmados, con esa forma de hablar que te da a entender que se ha esparcido algún rumor bien sabroso.

Llevo la mano inconscientemente hacia mi bolsillo trasero del pantalón, pero es en vano. Cierro los ojos con decepción, recordando que no tengo mi teléfono... y que este ni siquiera es mi propio pantalón. Quería enviarle un mensaje a Ebby porque, seguramente, ella ya estaría al tanto de lo que todo el mundo está hablando.

Me dirijo por el pasillo, echando miradas de un lugar a otro mientras la gente pasa chismoteando a mi lado. Cuando veo al frente y la cabeza del muchacho de adelante se mueve hacia la izquierda mientras se aleja caminando, veo el rostro de Sam buscar algo por entre la multitud. Me detengo en seco y me dispongo a darme la vuelta y perderme por otro pasillo, pero sus ojos dan conmigo al instante. Entonces sonríe, y acelera el paso.

Me escondo detrás de un chico alto mientras Sam se abre paso entre los alumnos casi empujándolos sin importarle. Cuando él está a punto de seguir de largo, me corro hacia la derecha y el muchacho a quien tenía delante da un paso en falso y se mueve hacia la izquierda, dejándome completamente al descubierto.

Sam casi choca de frente conmigo.

—Vaya —dice—, aquí estás.

Lleva una camiseta de mangas largas arremangadas hasta el codo, debajo de una remera lisa y simple. Ni siquiera lleva la mochila encima.

—¿Me estabas buscando? —pregunto fingiendo no haberme enterado de que me venía viendo desde el final del corredor.

—Lo estaba —responde—. Quería contarte algo, al menos que... —mira hacia su alrededor con un gesto, mientras todos parecen seguir rumoreando— al menos que ya te hayas dado cuenta.

—Todo el mundo parece estar hablando de algo gordo —comento.

—Pues, claro —sonríe, pero en un tono tan superficial que no me agrada demasiado—. Es que le he dicho a casi toda la escuela que haría una fiesta en mi casa este viernes —añade, pero entonces vacila—. Espero que con lo que dijiste no hayas querido mencionar que estoy gordo.

Me rio un poco, por lo bajo. Al menos está intentando ser agradable.

—No estás gordo... —susurro, mirando para otro lado.

—No hace falta decir —agrega, abriendo los ojos como si recién recordara confirmarlo— que estás completamente invitada. Es más, me arruinaría bastante la fiesta el hecho de que no vinieras.

Frunzo los labios mientras ladeo la cabeza.

—Por favor —suplica.

—¿Irán mis amigos?

Sam parpadea.

—¿Quiénes?

—Ebby y Jim.

Me mira como si le estuviera hablando en húngaro.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora