Capítulo 21

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No

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No. Debe estar bromeando.

Ante la presión de las tres miradas sobre mí —y de la tan inesperada sorpresa de su comentario—, lo único que logra salir de mi boca es una triste e histérica risita.

—No tienes por qué responder nada —añade Fénix al instante, cortando el incómodo silencio—, pero te prometo que te responderé todo lo que quieras saber y yo pueda contestar.

Se ha acercado para decírmelo tal vez en un ambiente más privado, pero aun así me molesta la presencia de estas dos personas que ha traído a la granja.

Me levanto, con las piernas tambaleando y amenazándome con doblarse al medio, y me dirijo lentamente hacia la casa blanca mientras disfruto del silencio que se logra tras mi inesperada partida.

Enseguida presiento pasos siguiéndome.

Abro la puerta principal y al instante pienso en cerrarla, pero mejor decido irme rápido hacia la cocina. «Sola. Necesito estar sola. Necesito...»

De repente toda la habitación blanca me abruma y mi visión se nubla, y comienzo a observar todo con horrorosos bordes negros. Apoyo mis brazos en la mesa de mármol y cierro los ojos, inspirando con fuerza y llenándome los pulmones con aire para estabilizarme.

—¿Puedo pasar?

Me doy la vuelta para verlo, pero sólo me muevo lo suficiente y necesario para que mi cuerpo no se desmorone y se caiga al suelo.

Lo miro sólo un segundo y luego vuelvo a agachar la cabeza.

—¿Desde cuándo pides permiso para algo?

No sé si sonríe, si se enfada, si pone los ojos en blanco o cualquier otra expresión típica en él.

—Desde que me importa saber que te encuentras bien.

—Por supuesto que no me siento bien —le suelto, y me gustaría levantarme para hablarle de frente, pero simplemente no puedo dejar de mantenerme apoyada todavía—. ¿Cómo creías que me encontraría?

—No lo sé... —responde vacilante— pero estás mejor de lo que me imaginaba.

Un corto silencio.

—¿Y cómo me imaginabas? —pregunto, bastante curiosa por saber la respuesta. Yo ya creía que me estaba comportando como una paranoica.

—Pues, suelen mostrarse más agresivos o incluso ignorantes cuando esto se les confiesa —dice, y se acerca a mi lado. Después deja salir un silbido de impresión—. Y eso que ha sido con algún que otro ignisio, creí que sería mil veces peor con una multi.

—¿Ustedes son los que les avisan a las personas que tienen estas... habilidades?

—No, para nada —apoya la espalda contra la mesa de mármol y se cruza de brazos—. Casi siempre son ellos mismos los que se dan cuenta o ya lo tienen sabido por algún que otro familiar que sea igual. Pero sí, he visto cómo se lo confiesan a algunos. Y no ha sido lindo —añade casi a último segundo.

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora