Las decisiones determinan nuestro destino y él acababa de decidir por los dos. Sabía que no podía decirle la verdad a Crowley, al menos eso se repetirá a si mismo, y que eso hubiera podido generar un enfrentamiento y en los términos en que todo se encontraba en ese momento, ese enfrentamiento una guerra y la guerra finalizar en la destrucción de todo lo que conocían. Trató de pensar de la forma más rápida posible en un plan, él no concebiría jamás un mundo en el que Crowley no existiera, prefería no existir primero. ¿Cuál era el sentido de todo aquello? Se lo cuestionó tal vez por primera vez.
Tenía sentimientos por Crowley, no era un cuestionamiento sino una afirmación, lo sabía desde hace tiempo, aunque no quisiera nombrarlos o reconocerlos, aunque todo lo que le habían enseñado siempre y todo en lo que creía, le decían que no era correcto.
Habían podido convivir durante casi 4 años en una paz que se habían construido poco a poco pero juntos sin ser del todo consientes de eso, o sin querer admitirlo tal vez y dentro de ese constructo de reglas no escritas, de gestos y acciones desinteresadas de uno por el otro, eran libres.
Como ángel, el amor es algo inherente hacia todo en la creación, pero no hacia los demonios, aunque compartían un origen similar, los demonios habían sido corrompidos. Corrompidos por el tentador inicial con la idea de poder, con la codicia, con añorar tener sus propios dominios, sembrando el deseo de controlar a los hijos menores de la creación y por eso habían caído, o al menos eso ocurrió con casi todos, sin embargo no con Crowley. Los ángeles no los odiaban, el odio no es parte de lo que un ángel conoce o siente, solo eran enemigos naturales, y los rechazaban como tal, como el bien rechaza al mal, así era desde que la mayoría de ellos podía recordar y lo que sabían era que esperaban la batalla final, el triunfo del bien mayor, el reinado del cielo.
Técnicamente, Azirafell nunca habría tenido porqué desarrollar sentimientos por Crowley, partiendo de su propia naturaleza. Pero aunque Crowley no pudiera recordarlo, Zira le había conocido en su forma angelical, mucho antes del principio de la creación, y ciertamente jamás podría olvidarlo. Cuando lo vio por primera vez en su forma demoniaca, apenas y le reconoció, y se sintió muy triste aunque trató de disimularlo y se repitió a si mismo que no era tristeza lo que debía sentir, sino rechazo, ahora eran enemigos. Sin embargo, volvían a coincidir, y cada que sucedía, Azirafell no estaba seguro, pero jamás sintió de él la maldad que sentía procedente de otros demonios. A veces después de coincidir por un momento o de mirarle a lo lejos aunque no hubieran cruzado palabra, venía a la mente de Zira el recuerdo de días pasados.
En ocasiones si cerraba los ojos, podía volver a ese primer día en que le conoció, a la imagen del resplandor que emanaba su sola presencia, de la pureza de su sonrisa o de sus expresiones ¡tanta luz en su alegría al formar las primeras estrellas del universo! Siempre reparaba en el recuerdo de sus ojos, sobre todo de ese par de ojos, es que jamás había visto (o vio después) ojos más brillantes. Tal vez no tenían un color extraordinario como el violeta de los ojos de Gabriel por ejemplo, pero tenían algo que no tenía nadie más y él no conseguía averiguar qué, sin embargo tenía bien presente una cosa, y eso era lo que le hicieron sentir, la paz y la seguridad, esa seguridad sin más palabras que mientras ese par de ojos lo miraran, todo estaría bien. Irremediablemente terminaba con ganas de querer llorar luego de eso y soltando uno que otro suspiro.
Si quería buscarle un origen a las cosas, así empezó todo tal vez. Ahora mismo recordaba la primera vez que se enfrentó a los ojos de Crowley como demonio, no aquella vez sobre la muralla del jardín del Edén, sino aquellos días en la tierra de Uz, cuando él mismo le recordó a Crowley su origen angelical y este pareció molestarse. Ese día en que le pidió que lo viera a los ojos y le dijera que de verdad quería destruir a los hijos de Job, cosa que aunque Crowley hizo y eso lo entristeció, un momento después, al escuchar el graznido de paloma que parecía más el ruido de una cabra, se le olvidó la tristeza.
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Imborrable: Una Historia De Good Omens
FantasyLa realidad se altera esta vez pero por intervención celestial ¿El plan desesperado de un ángel enamorado podrá resultar? Un artista humano con reminiscencias de una presencia que visita sus sueños. Hay cosas que nada puede borrar. "Al final, las a...