29.- El despertar

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La luz del sol entraba por la ventana cuando Anthony abrió los ojos, estaba envuelto en un par de sábanas y cuando recuperó la noción de si mismo, se dio cuenta que bajo las telas se encontraba completamente desnudo. Veía un poco borroso y sentía una punzada en la cabeza a nivel del temporal que más que dolor, era como sentir que su cabeza latía fuertemente. Notó entonces el vendaje que le cubría e inmovilizaba un poco el brazo derecho abarcando su tórax, tenía residuos de sangre y varias capas de gasas debajo, se sentía ajustado y luego de sentir la presión, sintió un dolor agudo, punzante y a la vez ardoroso en el hombro hacia el ángulo de su cuello y que también se extendía hasta su espalda a nivel de la unión de la columna toraco-lumbar, esa sensación lo hizo soltar un quejido y dejó de mover el brazo. 

Se levantó lentamente hasta quedar sentado y buscó a tientas con la mano izquierda sus lentes hasta que, tocando la mesa al lado de su cama los encontró, no eran los de siempre para vista cansada, eran los que tenían un poco de aumento y que le habían hecho usar luego de los episodios de migraña y todos los estudios y valoraciones medicas a las que fue sometido. Cuando sintió un poco aclararse su vista entonces miró al fondo de la habitación para proceder a recorrerla con la mirada. Sin duda estaba en su cuarto, ahí estaba el retrato de sus padres en su mesa de noche, sus lienzos preparados en la mesa del fondo, el tocadiscos en un rincón, sus vinilos, todo aparentemente en su sitio, o al menos donde recordaba haberlo dejado por ultima vez. Trataba de recordar ahora cómo había llegado ahí y que rayos habría pasado para tener la herida que al parecer tenía en el hombro pero su mente parecía haber quedado con un espacio vacío, en pausa. Su último recuerdo lo dejaba en la universidad mientras salía y la sombra del señor Black caminando hacia él, había algo raro en su recuerdo, su imagen mental le parecía envuelta en una bruma que difuminaba su apariencia, como si una nube de humo lo rodeara y por más que esforzaba su mente en recordar, no lo conseguía. Fue entonces que la puerta se abrió.

La figura que entró por la puerta, le pareció que resplandecía, el asombro le duró unos minutos antes de poder siquiera articular palabra, cuando por fin su mente y su boca parecieron coordinarse, lo primero que logró decir, fue lo último que había dicho la noche anterior antes de caer en la inconsciencia.

- ¡Tú! ¡Eres real¡ - Apenas podía creerlo, tenía los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas en respuesta al estimulo mental - ¿Quién eres?

- ¡Crowley!... Anthony, no te muevas mucho, tus heridas son profundas, al menos ya no están sangrando. Perdiste mucha sangre ¿cómo te sientes?

En eso una imagen atravesó su mente como el flash de una cámara y luego la primera oleada de recuerdos, Alexander Black y él en la oficina del señor Orlov besándose, Black tocándolo, él intentando resistirse como si saliera del letargo de un sueño inducido por fármacos, Black con un aspecto bestial desnudándolo con violencia y luego la oscuridad y una sensación quemante en el hombro seguida por otra de calor y humedad extendiéndose desde ese sitio hacia el resto de su cuerpo, luego un aparente resplandor. Sin darse cuenta había cerrado los ojos y empezado a temblar con algunas sacudidas un poco más violentas. El hombre ante él, vestido en un traje gris claro de 3 piezas, camisa blanca y una corbata de tela brillante morada con decorados finos en plata, cabello rubio platinado oscuro y los ojos más azules que le pareció haber visto jamás, lo miraba con una expresión de preocupación en el rostro al tiempo que dudaba si tocarlo o no y al final decidiéndose por sujetarlo de ambos hombros.

- ¡Crowley! ¡Abre los ojos, mírame, estás a salvo!

Le pareció escuchar esas palabras desde el fondo de su mente y mientras tanto venía otra oleada de imágenes, esta vez detrás de sus parpados la mayoría era como imágenes de siluetas difusas, oscuras que a la vez brillaban a contraluz, momentos en los que abría involuntariamente los ojos mientras le parecía que escuchaba de fondo las voces de Muriel y Sachiel y otra voz que se le hacía conocida aunque no la había escuchado en mucho tiempo, se escuchaban desesperadas y no lograba comprender lo que decían, estaba empezando a desesperarse con el solo recuerdo cuando esa ultima voz que ahora escuchaba otra vez lo hacía ser arrancado nuevamente de un sitio oscuro, con un resplandor intenso, obligándose a abrir los ojos y quedando ahora frente a frente a la mirada del hombre que tantas veces había visto en sus sueños y ahora estaba con él en su habitación.

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora