28.- Una ida y vuelta

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Para Remiel no era difícil localizar a sus hermanos, incluso después de la rebelión, solía poder ver donde estaban al menos los 6 que le quedaban en el cielo e infería que si se esforzaba más, podría incluso ver dónde estaban los otros dos. En este momento mientras atravesaba la atmósfera de la tierra y se dirigía a su destino a unos 4 367 años luz, enfocaba su mente en encontrar con su pensamiento a su hermano al que de todos, había sido más unida. Necesitaba esforzarse tal vez más, aunque el exoplaneta al que se dirigía no estaba ni por asomo tan lejos como el más cercano de los cielos, infería que Gabriel se estaba encargando de no ser molestado en el sitio que había elegido como su nuevo hogar. A ella no le había hecho gracia enterarse de su huida, inicialmente no lo creyó pero después de todo, está en los ángeles amar a todas las criaturas vivientes, aunque nunca se imaginó que de todos sus hermanos, fuese Gabriel quien terminaría enamorándose y mucho menos de un demonio. Ella recordaba quién había sido ese príncipe del infierno antes de caer, su nombre en aquel entonces era muy diferente y aunque no era de los principales entre los hijos mayores, había destacado por ser de los músicos y cantantes más hábiles en el coro celestial. Remiel tenía una excelente memoria y creía recordar una de tantas ocasiones frente al trono de Dios en que había sido un día de fiesta, se había terminado con la primera parte de los planos del diseño de un nuevo universo y el creador había prometido que habría unas criaturas llamadas "los hijos menores", los ángeles aún no tenían idea de cómo serían o cuando aparecerían pero la alegría estaba en todos por igual y ahí reunidos, cantaban. Al fin de la celebración recordó entonces a la pequeña figura totalmente vestida de blanco que fácilmente podía perderse entre la multitud pero que ella podía distinguir por un aura intensa de amor que parecía provenir de la misma, la observó y notó que con sus ojos grandes y muy azules estaba viendo desde lejos a su hermano Gabriel. Remi no entendió entonces eso y Gabriel ni lo notó. Al pensar en lo lejano de aquello, sin querer una sonrisa se dibujó en su rostro, al final no eran tan diferentes unos hijos de los otros y al parecer, el amor era algo que podía atravesar no solo distancias sino eras, dimensiones en incluso los más insondables abismos.

El viaje al final no fue tan largo, a su alrededor resplandecían las luces de estrellas y demás cuerpos celestes cerca de los que pasaba, a la velocidad a la que iba, eran apenas líneas de luz y color, el tiempo y la distancia para los celestiales es algo aún más relativo que para la humanidad. Al aterrizar en el exoplaneta conocido como Alfa Centauri B (dentro del sistema estelar que lleva el mismo nombre pero sin la letra adicional) el espectáculo de colores del cielo sobre su cabeza le recordó aquellas primeras estrellas que también ayudó a formar, poco habían cambiado las cosas allá arriba, de algunas ya solo quedaba un rastro de polvo y luz de color y sin embargo había algo que era notoriamente distinto: aquella aura de amor que le pareció percibir hacía ya tanto tiempo, parecía estar presente aquí, envolviendo todo a su alrededor y era mucho más poderosa porque ahora podía sentir en la misma, el corazón de su propio hermano. Encontrarlo y llamarlo estando ahí no le fue difícil.

Gabriel no tardó en llegar y unos segundos después de él, llegó Belcebú, su aspecto había cambiado respecto a su apariencia infernal, Remiel no le había visto en muchísimo tiempo y le parecía que llevaba ahora el rostro que ella recordaba del cielo.

- ¿Remiel? ¿Eres tú? – Preguntó Gabriel con sorpresa

- ¡Hermano! – Remiel hizo una breve reverencia y antes de que elevara la mirada de nuevo, se sintió envuelta en un fuerte abrazo

- Ya no tienes que hacer esas reverencias ridículas hermana. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo nos encontraste?

- No fue tan difícil después de todo, Miguel me dijo dónde podía empezar a buscarte y estás aquí. Parece que le hiciste caso a Crowley después de todo ¿Quién lo diría?

- Bueno, debo reconocer que venir aquí fue una excelente sugerencia.

Gabriel rio de nuevo y Remiel en automático rio con él, le parecía no haber visto a su hermano tan feliz en demasiado tiempo y le nacía una genuina alegría en el corazón ahora solo de verlo. Sin embargo, no olvidaba que lo que la hizo acudir a él no era tan alegre pero si urgente y tenía que ponerlo al corriente de lo que sucedía en un lejano planeta azul a miles de años luz de ahí, así que compartió una visión celestial con él, una visión que incluía todo lo que conocía hasta ese momento y el por qué necesitaba que volviera con ella a la tierra. Gabriel compartió entonces a través de su vínculo la visión con Belcebú, que para este momento usaba solo el nombre de Beelz que era como él le llamaba y el nombre que él había empezado a amar.

Luego de ver todo a través de los ojos de su hermana, Gabriel permaneció en silencio y cerró los ojos un momento, suspiró y su mente viajó en un segundo a los muchos recuerdos que tenía con Uriel y sintió dolor brotando desde lo más profundo de sus sentimientos, Beelz lo sintió a través de él, como una tormenta repentina que oscurecía por completo un hermoso día soleado e instintivamente lo abrazó, luego se separaron para mirarse fijamente a los ojos, no necesitaban palabras, su vinculo era tan profundo e intenso que eran capaces de hablar sin mover siquiera los labios, así como reconfortarse y cuidarse el uno al otro, cerraron los ojos, unieron sus frentes, una lágrima pareció correr por la mejilla de Gabriel, Beelz le beso justo donde la lágrima caía, abrieron los ojos para encontrarlos de nuevo, resplandecían. Remiel sintió una atmosfera cálida rodearla, como si de pronto, todo lo malo pudiese desaparecer. Luego ambos voltearon a verla y Gabriel avanzó un poco hacia ella.

- Volveré contigo Remi, es decir, volveremos contigo, pero antes, algo importante – Dio un par de pasos hacia atrás y atrajo a Beelz hacia él tomando fuertemente su mano y dirigiendo su mirada hacia ella. - Hermana, debo presentarte adecuadamente a mi... un segundo. Querido ¿Cómo es que los humanos lo llaman? – Él rio dándole una mirada de cómplice.

- Esposo, ellos le dicen esposo o esposa.

- Bien, a mi esposo.

Beelz dudó un poco y le extendió su mano a Remiel, esta última sin dudarlo un segundo le dio un abrazo. Sin importar nada, hacía feliz a su querido hermano y eso le hacía feliz también a ella. Debían volver ahora a la tierra y estaba más que agradecida que incluso un ex príncipe infernal entendiera por qué no destruirla. Se prepararon entonces, antes de partir Gabriel y Beelz dieron una mirada a su hogar y emprendieron el viaje de vuelta.

Al cruzar la atmosfera de la tierra tomados de la mano, en Londres era de noche ya y la estela de luz que despedían produjo una luz bellísima de un tono lila que se vio cruzar como una estrella fugaz en el cielo sobre el Támesis, los enamorados que caminaban de la mano sobre el puente de Westminster voltearon sin saberlo pero por puro instinto hacia el cielo, por un momento esa parte del mundo se sintió como un lugar diferente y ajeno a la amenaza que los visitantes celestiales venían a combatir.

Se dirigieron entonces al punto acordado en la casa de campo, 6 de 9 arcángeles habrían de reunirse, el 7mo había despertado ya pero no del todo. 

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora