38.- Epílogo: Día uno, primavera cero.

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Los días en primavera en esta región del mundo suelen ser un poco más largos, luminosos y la temperatura es agradable, las flores muestran sus colores en todo su esplendor, las aves cantan y esto último es más notorio en el campo, lejos del bullicio de la ciudad. Dos ángeles contemplaban el atardecer sentados en una banca dentro de un enorme invernadero. Uno de ellos, el de cabellos rojos tiene la cabeza en las piernas del otro que, sin darse cuenta del todo, juega con los rizos de cabello pelirrojo entre sus dedos. El que está recostado levanta la mirada cada tanto y sonríe al contemplar el rostro que le sonríe a su vez y le habla con una voz dulce y pronuncia su nombre como probablemente nadie más lo hace, cada silaba, tan cálidamente y tan firme a la vez, y el espectáculo a sus ojos de la luz del sol con sus rayos dorados bañando cada centímetro de su piel, haciéndole resplandecer más de lo que por si mismo resplandece para él, las cejas doradas, los cabellos de plata, los ojos azules que guardan en si mismos tanto el océano como el cosmos, de cualquier forma, estrellas danzan en ellos y el pelirrojo podría creer que le darían vida a cualquier cosa con solo mirarla, porque así le han dado vida a él por tanto tiempo, aun cuando ni lo sabía.

Ha pasado una semana desde que Azirafell volvió y desde que lo hizo, para ambos pero si le preguntarán solo a Crowley, diría que más para él, cada día es como un regalo y trata de disfrutarlo instintivamente como si fuera el último y también claro, como si fuera el primero. Tomar su mano después de lo que le pareció una eternidad, le sigue pareciendo mágico, está enamorado, no tiene la menor duda de eso y por supuesto que se sabe más que correspondido y eso le hace sentir pleno, le hace sentir algo en el pecho y le provoca un cosquilleo que le sube desde el estómago y se riega hacia su tórax y tus extremidades y se siente bien.
Cuando Azira recién regresó, él tenía tantas preguntas ¿cómo? ¿por qué? Pero sabía dentro de si que podría esperar a escuchar las respuestas, en ese momento carecían del todo de significado, lo que contaba era ese momento. Temía de pronto despertarse de un sueño y encontrarse como tantas veces en los últimos dos años, solo en su cama, con su mano acunando una mano que no estaba y su corazón latiendo desbocado a punto de salir de su pecho.

En uno de esos momentos de contemplación es que Azirafell lo cuestiona

- ¿Qué sucede querido? - Su voz le sonaba como música - Y no vayas a decirme que nada porque acabo de atraparte de nuevo viéndome - al terminar de decir eso le sonrió cálidamente

- Es que me sigue pareciendo increíble ¡Estás aquí! - Crowley apretó su mano con un poco más de fuerza y se sinceró por completo - temo que de pronto despierte para darme cuenta que esto solo ha sido un sueño.

- Si de algo te sirve, no es menos extraño para mi - sonrió levemente - Desde que sucedió... es decir, desde que morí. - escuchar eso último a Crowley le hace sentir que algo se le ha atorado en la garganta y traga pesado, su saliva le parece que se adhiere a la parte posterior de su garganta - Estar ahí, donde nunca había estado antes y escucharle hablar, poderle preguntar... apenas puedo creer que eso haya sido real. Su voz sonaba como si la conociera de toda la vida, se sentía familiar, protectora, se sentía bien. - Notó la mirada sorprendida de Crowley y adivinó la pregunta que estaba por tomar forma en sus labios - Si, me refiero a Dios. Ni siquiera entiendo cómo o por qué me permitió cuestionarle tanto, o tan solo como fue que me permitió tener conciencia ahí y poder verle.

- ¿Qué te dijo? - la voz de Crowley tenia un toque de genuina curiosidad

- Que ese no era el final ¿sabes? Nunca nos vamos del todo. Solo volvemos a formar parte de la inmensidad de la que provenimos, de la canción original, de su pensamiento. Ni siquiera es necesario tener una forma tangible ahí.

- ¿Te dolió cuanto te fuiste ángel?

- Te soy honesto, no lo recuerdo. Recuerdo tu rostro, recuerdo tus palabras ahora. - Le pasó la mano por el rostro y acunó con amor su mejilla al tiempo que se inclinaba a darle un beso en la frente. - En realidad fue tu voz la que me trajo de vuelta. - Azirafell sonrió. - Pero basta querido, ya hemos hablado mucho de mi desde que volví y tu me debes historias y detalles de estas. ¿Cómo ha sido este tiempo para ti?

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora