24.- Sueños en la habitación de los ángeles y tiempo de reescribir

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Ahora que la verdad estaba puesta sobre la mesa habría que vigilar qué plan seguir, Crowley no era del todo humano y ya no era un demonio. ¿Azirafell podría revertir su milagro? ¿Sería seguro? No había ninguna certeza.

Esa noche Anthony soñó después de casi 3 semanas, lo último que había quedado en su mente antes de dormir fue la extraña sensación que le producía la presencia de Sachiel. Por más que repasaba en sus memorias nunca lo había visto antes ni siquiera le sonaba su nombre, le parecía raro de hecho. Sin embargo, debía reconocer que su voz se le hacía extrañamente apacible, le daba calma, hasta cierto punto le era familiar. Entonces reparó por un momento en que la primera impresión que le dio al verlo con calma fue que tenía un color de ojos extraño, no había visto antes ese color azul grisáceo oscuro, tanto que, en un instante, apenas perceptible creyó ver que al girarse y dirigir su mirada hacia otro lado con el reflejo de la luz hubiesen emitido un resplandor violáceo... "¡Tonterías, es imposible!" se dijo a sí mismo y rio por lo bajo, aunque debía reconocer que definitivamente era un sujeto bien parecido, casi tanto como la presencia de sus sueños, esa que tenía tiempo sin visitarle, luego, se sintió hasta culpable por pensar así, no tenía mucho que había ocurrido lo de Henry y antes de eso, durante un tiempo creyó incluso que lo que podía sentir por él era más una cosa ficticia e idealizada motivada por su fantasma onírico más que amor y que debía estar volviéndose loco. En retrospectiva si le hubiese dicho eso a alguien, cualquiera tal vez lo hubiese considerado una persona horrible, una basura, pero por suerte eso nunca salió de sus pensamientos. Trató ya de dormirse antes de que se le llenara la cabeza de cosas que le quitaran el sueño, ya no estaba triste, hacía días había decidido vivir, vivir por los dos, seguir adelante, porque eso era lo que Henry habría querido y aparte porque al parecer se le habían terminado las lágrimas y adicionalmente, en los dos días que Sachiel llevaba en su vida, era como si también, la sombra de culpa y dolor que rondaban su mente había sido disipada.

Cambió sus sábanas por unas limpias y mas abrigadoras, era una noche particularmente fría y ventosa, pensó en el ave azul y en que ojalá hubiese encontrado refugio, cerró la puerta de su habitación, entro al baño a lavarse los dientes y al terminar se miró largo tiempo en el reflejo del baño, sin hacer nada, solo se observó fijamente hasta que después de un rato le pareció que no era a él a quien veía del otro lado, se tocó la cara y el extraño en su reflejo realizó el mismo movimiento, se tocó la cabeza y sintió el cosquilleo en su palma que le producía su cabello corto (después del incidente con el espejo en el estudio de la librería) al tocar la parte de atrás de su cabeza y la textura suave del cabello medio ondulado en la parte más larga de lo que había quedado. Era él mismo sin duda, solo, estaba demasiado cansado, en eso en un segundo a otro parpadeó y le pareció con sus ojos color miel tenían ahora el iris dorado y la pupila alargada, dio un paso hacia atrás antes de la sensación arenosa de cuerpo extraño que lo obligó a cerrarlos y frotarse la cara, se reclinó sobre el lavabo y se lavó la cara por instinto, abrió los ojos nuevamente y todo estaba como siempre... "Estoy cansado, maldición ¡ya me iré a dormir!" Se frotó los ojos y bostezó "Estoy cansado o de plano ¡si estoy volviéndome loco!". Apagó la luz, se metió en la cama y se propuso dormir.

Caminaba de pronto cegado por una luz brillante, ante sus ojos surgía una blanca costa de fina arena y agua cristalina como un espejo del cielo, cubriendo en el horizonte hasta donde los ojos alcanzaban a ver, el agua en calma... tanta paz. Le pareció de pronto escuchar que alguien le llamaba... volteó y luego algo lo golpeó en el hombro

- ¡Hey! ¡pon más atención! ¡Tienes que venir ya o se enojarán de nuevo si llegas tarde!

El chico que le hablaba aparentaba unos 10 años de edad, miró sus manos y eran las manos de un niño, corrió hacia la orilla del agua, sintió la urgencia de ver su reflejo en ella...

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora