22.- El retorno

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Cerca del amanecer fue que la conversación entre los dos ángeles llegó a su fin, había un humano en casa ante el que era prudente mantener la apariencia de las cosas, ya seguirían hablando después. Sachiel aprovecharía que Crowley partiría acompañado de Muriel de vuelta a Oxfordshire para viajar con él y de paso aparte de protegerle, abrir bien los ojos en busca de cualquier indicio. Antes de proceder a prepararse para el día, reforzaron las barreras y los sellos angelicales que protegían la librería para evitar posibles ataques de aquellos seres a quienes el no tener permiso de entrar, no les impidiera hacerlo, después de lo que ambos sabían ahora, la existencia de ellos era una posibilidad.

Acomodaron las cosas en el cuarto de invitados para que luciese como si el visitante hubiera dormido ahí y este aprovechó para recostarse unos momentos. Muriel mientras tanto preparaba el desayuno para Anthony, el acuerdo fue hacer todo lo más humanamente posible evitando el uso de milagros a fin de disminuir el peligro y evitar de cualquier forma de atención extra sobre la librería. Sachiel trabajó en idear un último milagro de gran energía que pondría en marcha una vez saliendo del área de Londres y trataría por unos minutos de trasladar a Anthony de su sitio espacio-temporal para localizar el evento en un área dentro de su territorio previo en Lituania, teniendo luego que devolverlo casi en segundos para no darle tiempo al chico de procesarlo. Aún tenía que idear una distracción.

A las 11:30 hrs todos estaban listos para volver con Anthony a la casa de sus padres, sus cosas cargadas en el maletero del Bentley y Muriel llevando en un bolso adicional una serie de provisiones y regalos de los vecinos para el chico, Maggie le había llevado nuevos vinilos, uno de ellos era uno de los primeros volúmenes importados en edición especial de Come Fly With Me de Frank Sinatra y otro era un volumen de 1990 de Changes de David Bowie y firmado por él mismo, Maggie siempre le había dado los mejores regalos y más en lo que a música se refería; la señora Cheng y su esposo le habían dado una caja que contenía velas aromáticas, un saquito rojo con detalles en dorado con monedas doradas con un espacio en el centro por el que estaban atadas con un listón rojo, una figura pequeña de un gato de la buena suerte y unos bocadillos dulces hechos por ella misma; otros regalos iban en el asiento trasero del auto junto a Sachiel al igual que el gato que había decidido que quería viajar en el regazo de este y no en su caja transportadora. Partieron enseguida siendo Muriel quien conducía y Anthony encargado de la música, se le veía un poco de mejor ánimo que en días previos, tal vez le haría bien volver a la escuela aunque todo aún estaba demasiado reciente, apenas haría casi un mes de aquel día que de ser uno de los mejores de su vida hasta entonces, se había tornado en todo lo opuesto.

El viaje no fue largo, al atravesar el umbral de la entrada y encontrarse en la sala de la casa, Anthony tuvo una sensación de mareo y sintió sus palpitaciones acelerarse, la casa estaba llena de recuerdos con Henry y sintió entonces que iba a ser difícil acoplarse a esta realidad donde su voz y su risa no volvería a hacer eco en sus paredes ni a seguirlo por los pasillos o acompañarle en las habitaciones, sentía todavía una punzada aguda de dolor clavada en el pecho pero en este punto, luego de tanta ira, parecía que las lágrimas se le habían acabado y empezaba a considerar ¿qué diría Henry si lo viera en esa situación? no le gustaría para nada, siempre se había esforzado en hacerlo feliz. Llevaba un buen tiempo sin soñar nada y no le molestaba, no quería sueños atormentándolo aunque de cierta forma, extrañaba al ver al hombre misterioso de su visión, tal vez, después de todo, si era su subconsciente mostrándole su amor por Henry o quien sabe, igual y desde el inicio había estado volviéndose loco y por eso lo veía. "Azirafell"... recordó la palabra entonces, antes le había parecido distante, hasta la había olvidado un poco de no ser por el recuerdo constante que a veces se la traía a la mente por el parecido y la pronunciación del apellido en el nombre de la librería y luego cuando le pareció escucharla en boca de Sachiel. Se sentó en uno de los sillones por un momento y se recompuso después de uno minutos al recordar que había dejado sus plantas en el invernado durante una buena temporada y debía tener trabajo por hacer ahí, además eso le ayudaría probablemente a sentirse mejor.

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora